Tres estampas a recoger de este 8M: una mujer de 84 años que marcha con otras miles para demandar la erradicación de la cultura machista de la que no quiere que su nieta sea víctima; niñas acompañadas de sus mamás que reclaman un presente y futuro libre de violencia, y en las redes, la revelación del abuso que padeció una reconocida cantante en la década de los 80.
La voz de las mujeres se escuchó en las calles y en el mundo virtual; visibilizó agresiones mayoritariamente asociadas a los espacios privados y en las que los victimarios son personas muy cercanas.
Además, evidenció que hay una inmensa mayoría ciudadana comprometida con la expresión pacífica como medio para protestar por las violencias, desde las más difíciles de identificar hasta las mortales, que enfrentan a diario. Y que desmontó las críticas adversariales ante el operativo desplegado.
El legítimo derecho de las mujeres a demandar la erradicación de la cultura machista fue colocado en el centro de atención, y permitió anular la posibilidad de expresiones violentas de minorías identificadas con antelación por las autoridades.
El operativo de contención, impulsado por la Jefa de Gobierno, Claudia Sheinbaum, y desarrollado desde las Secretarías de Gobierno y Seguridad Ciudadana, encabezadas por Martí Batres y Omar García Harfuch, tuvo como eje central una visión de género que colocó en la primera línea a 3 mil mujeres policías, aplaudidas y obsequiadas con flores por parte de las manifestantes. Un reconocimiento histórico, que demuestra el poder de la sororidad.
Las 75 mil manifestantes que este 8M se expresaron en la Ciudad de México lo hicieron sin miedo y convencidas de que la violencia de género tiene su origen en el machismo. Los datos del Consejo Ciudadano así lo revelan: en violencia familiar, el 90% de los agresores son hombres y el 85% tienen o tuvieron una relación sentimental con su víctima.
Construir la igualdad sustantiva requiere identificar los orígenes de esa violencia, sacarla de los espacios privados, reconocer y visibilizar a los perpetradores, que en comportamientos disfrazados de amor —como los celos o el control de la pareja— ejercen una violencia sistemática que escala en sus niveles. Como muestra un dato: el 25% de las atenciones en el Consejo, por agresiones familiares, implican riesgo feminicida.
La agenda de género como prioridad institucional y ciudadana queda consolidada este 8M, con una ciudadanía constructiva y participativa, dispuesta a hacer comunidad. El llamado es a seguir cada día, más allá de la efeméride, y trasladar de las consignas en la calle a la realidad en lo laboral, económico, doméstico y público. Nos toca a todas y todos articular a favor de las niñas y mujeres.