Con su cuasi inmortalidad y su maravilloso don de gente, Pinocho no necesitaba titularse ni ser aceptado por otros mediante un reconocimiento oficial. Verdad en la historia. Mentira en la realidad no ficticia.
Mentir sobre los títulos académicos o presumir de falsas capacidades profesionales, incluso la posibilidad de plagiar trabajos escolares para la obtención de un grado, son prácticas lamentablemente comunes.
Embellecer las habilidades personales no es tan nuevo como lo es modificar nuestra representación en fotografías con filtros diseñados para las audiencias de nuestro interés o las parejas que buscamos en el mundo digital y material. Es parte de una misma y parcialmente aceptada falsificación.
Un estudio de la plataforma Udemy Research indica que un 24 por ciento de las personas ha engañado con el contenido de su currículum vitae, su perfil de Linkedin o en entrevistas de trabajo.
En México, una encuesta de la UNAM, realizada en 2013, arrojó que 40% de las o los académicos considera una práctica común entre colegas copiar frases, párrafos o tablas, así como usar trabajos de otros alumnos para modificarlos y presentarlos como suyos.
Este tipo de acciones, según ese documento, se presentan hasta en un 85% de los casos en la realización de tesis o tesinas: “los fusiles”.
Las motivaciones son diversas. No justificables ante la comunidad abierta. Quien miente una vez puede hacerlo, o no, dos veces. Quien no lo hace no necesariamente es mejor profesional sostienen privadamente con pasión abogados, periodistas, políticos e integrantes de gremios que implican otras actividades más o menos liberales. En ciertas épocas de crisis a Pinocho le ayuda a escapar con Geppeto de la barriga del monstruo el mentir para que su crecida nariz le sirva de puente a una salida.
El tema ha sido recurrente ante las evidencias de engaños descubiertos en las hojas de vida de personajes públicos.
El miembro republicano de la Cámara de Representantes por Nueva York, George Santos, admitió haber inventado detalles sobre su formación académica y laboral, luego de descubrirse y hacerse público el engaño.
“No voy a poner excusas por esto, pero muchas personas exageran en sus currículos o los cambian un poco”, "no me gradué de ninguna institución de educación superior; estoy avergonzado y lo siento por haber embellecido mi currículum”, dijo en entrevistas tras reconocer que nunca trabajó directamente para las financieras Citigroup y Goldman Sachs, ni se graduó del Baruch College de Nueva York.
No es el primero ni será, con mucha seguridad, el último en hacerlo. Los engaños son cotidianos en el CV: elevar el nivel en el dominio de una lengua extranjera, incluir másteres o cursos nunca tomados, una experiencia laboral inexistente o exagerar los conocimientos informáticos.
Una cotidianeidad que debe ser exhibida y erradicada. Y las universidades deben terminar con los negocios subterráneos vinculados al engaño o mejor simplemente que se dé igual valor a los grados académicos de verdad provenientes de universidades de mentira.
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