La extorsión es uno de los delitos más extendidos, no solo en México, sino en América Latina. Nadie dice lo contrario. De lo que no todos hablan es de las posibilidades reales para desactivar la mayoría de los casos, así como de las diferencias entre la capital nacional y el resto del país.
La CDMX tiene disminuciones promedio de 50 por ciento en todas las alcaldías en tanto que el promedio nacional indica un aumento de alrededor del 17 por ciento.
En los últimos meses, la atención se ha centrado en este ilícito, en cuya operación, los criminales diversifican sus estrategias para dar credibilidad a la amenaza, pero ahí también reside la oportunidad de evadirles.
De acuerdo con un reporte del Global Financial Integrity, tan solo en el Triángulo Norte de América Central (El Salvador, Guatemala y Honduras) cada año más de 330 mil personas son víctimas de extorsión.
En México, en enero de este año, según datos del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, se abrieron 811 carpetas de investigación, que representan un incremento de 15 por ciento con relación al mismo mes del 2019. Cuatro de cada diez concentradas en el Estado de México.
Un análisis del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México ubica que las cinco entidades con mayor tasa de extorsiones por cada 100 mil habitantes son Edomex con 22, Baja California Sur con 18, Hidalgo 14, Nuevo León 11.5 y Guanajuato 11.
Las víctimas padecen pérdidas patrimoniales —la mayoría de las veces dinero y, en menor medida bienes— o afectaciones emocionales ante los niveles de violencia psicológica desplegada por los extorsionadores, uno de sus principales argumentos para obligar al pago exigido.
La modalidad telefónica es empleada en más del 90 por ciento de los casos, y los reportes a la Línea de Seguridad o Chat de Confianza, 55 5533 5533, permiten desmontar una concepción a la que se ha buscado dar vigencia desde hace más de 20 años: menos del uno por ciento de las llamadas extorsivas provienen de algún reclusorio del país.
Conocer los modus operandi de los extorsionadores amplía las posibilidades de aplicar la triada que fortalece la cultura de la prevención. Ante la amenaza de un supuesto grupo de la delincuencia organizada o el “secuestro” de un familiar —por mencionar dos ejemplos de estrategias recurrentes— lo recomendable es 1) colgar, 2) verificar para desestimar la amenaza y 3) reportar o denunciar.
Otro de los medios es el uso de herramientas como la app No+Extorsiones, que alerta cuando se recibe una llamada procedente de alguno de los 258 mil números telefónicos de su base que han sido empleados para extorsionar.
La colaboración ciudadana ayuda a profundizar el trabajo policial, que permite en algunas entidades registrar disminuciones en este delito, como el caso de la Ciudad de México, con 56 por ciento.
Cultura y herramientas que hacen posible evitar la extorsión.
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@guerrerochipres