Clara Brugada es una señora. Con ciertas peculiaridades notables: se fue a vivir a una colonia popular de Iztapalapa desde los 19 años, gobierna de tal manera que en los datos del INEGI resulta la más reconocida de entre todos sus homólogos en 16 demarcaciones, es capaz de honestidad y honradez sistemáticas, por lo cual no pertenece a ningún cártel inmobiliario o de cualquier tipo; es fundadora de un movimiento social y reivindica además a la simpatía y la sonrisa natural como instrumentos cotidianos de interacción con el prójimo.

Si hubiera que mandar obedeciendo a una señora amable, sus semejantes u otras del centro y del poniente de la capital nacional, Brugada no tendría problema porque está acostumbrada al mundo rudo y al suave de esa galaxia de expresiones políticas del centro del país y de aquello que le llena de orgullo en la conferencia de prensa en que se destapa como aspirante a la Jefatura de Gobierno: “nuestro movimiento”.

No rehúye respetar las reglas de su partido, se reivindica claramente feminista y de izquierda y yo he tenido oportunidad de acompañarla en tareas de difusión preventiva nocturna en lugares como Desarrollo Urbano Quetzalcóatl. Es la única autoridad de su nivel que ha realizado de manera masiva y constante una campaña contra la extorsión, también en la Central de Abasto.

En alguna ocasión, cinco personas de su equipo y quien esto escribe fuimos rodeados por una treintena de individuos mal encarados varios en motocicletas, artificiosamente críticos de la “corrupción policial” de oficiales que supuestamente detenían arbitrariamente a presuntos responsables de una incidencia delictiva que ha disminuido en 57 por ciento en casi cinco años.

Como esa señora, hay otras que van en miles a las utopías construidas en Iztapalapa, a las albercas, otras miles transeúntes en los senderos de luz para mujeres libres y seguras en la alcaldía del oriente donde se ubica el 20 por ciento de los electores de la capital nacional y donde existían diez veces más problemas que en muchas otras alcaldías en 2018.

Las señoras de la Ciudad de México son personas merecedoras de respeto. Se les puede acompañar como se les puede obedecer si son mandatarias y los que se hallan en el vínculo con ellas son colaboradores legal y legítimamente subordinados. De la misma manera que algunos “señores” se hacen obedecer por otras “señoras”. Aunque inventen historias de injustos amagos policiales.

Varios aspectos comunes conectan a Claudia Sheinbaum y Brugada. Ambas fundadoras de Morena, militantes de izquierda sin priísmo alguno, con un esquema de trabajo territorial generador de cercanía y conocimiento de las necesidades ciudadanas, así como un minucioso afán supervisor que no deja lugar a dudas en sus equipos de trabajo.

Me olvidaba. Las dos, señoras también. Es cierto.

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