Si las o los médicos también enferman y requieren de la atención de otro especialista de la salud, ¿por qué creer entonces que las y los psicólogos son personas capaces de escuchar los problemas y angustias de los demás sin resentirlas? Quienes ayudan a otras personas en su crecimiento o en la estabilización de sus emociones hacen frente al dolor ajeno y el propio.

Este 20 de mayo se conmemoró en México el Día de las y los Psicólogos, una fecha que nos mueve a revalorar su tarea, especialmente en un contexto pospandémico de priorización de la salud mental.

Los datos demuestran una mayor apertura para pedir apoyo psicológico. Por ejemplo, el año pasado, el equipo de psicología del Consejo Ciudadano para la Seguridad y Justicia de la Ciudad de México brindó 50 mil 223 atenciones a todo el país; hablamos de un incremento de 77% en comparación con el año anterior. En lo que va de este 2022, suman más de 15 mil 500.

En promedio, cada uno de las y los 110 psicólogos del organismo —que ofrece servicio gratuito, nacional y 24/7 a través de la Línea de Seguridad o Chat de Confianza 55 5533 5533— ha atendido este año a 141 menores, mujeres y hombres.

Si una atención lleva entre 40 y 60 minutos, cada especialista suma 8 mil 460 minutos de escucha activa ante problemas de pareja, conflictos familiares, ansiedad, depresión, violencia familiar, duelo, entre otras situaciones. Y explica por qué es indispensable que también cuenten con opciones de acompañamiento y autocuidado.

No se puede olvidar que son personas que al ayudar a otras también pueden experimentar cansancio, dificultades en las relaciones personales, sentimiento de aislamiento, desilusión profesional, ansiedad, depresión o insomnio.

Hace algunos años, descubrí un artículo que cambió mi mirada: “¿Quién ayuda a los que ayudan?”, del doctor en Psicología José Gómez del Campo —pilar del Desarrollo Humano en México, alumno y luego colega de Carl Rogers—, quien enlista una serie de recursos que las y los trabajadores de la salud mental pueden aplicar en sí mismos para atender sus necesidades a través del apoyo externo, del círculo cercano y del académico.

El primero se refiere al que pueden proporcionar sus colegas, la psicoterapia personal o la pertenencia a grupos de apoyo o autoayuda. El segundo está relacionado con el equilibrio en las relaciones interpersonales, el tiempo para la distracción, el ejercicio o los cuidados personales y familiares. Y el tercero está basado en el mantenimiento del contacto académico y la educación continua.

Las y los psicólogos conocen el dolor ajeno; pero no olvidemos que también el propio. La salud mental se asume cada vez con mayor intensidad como un derecho universal; para la persona del mañana, que ya está aquí, es irrenunciable.

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