El tercer pico histórico de Covid-19 en México es ya, con mucho, el más alto que hayamos tenido desde que comenzó la pandemia en el país en enero de 2020. Al igual que en las dos olas anteriores, los mexicanos hemos ido viendo, entre el asombro de unos y la incredulidad de otros, cómo se repiten escenas y situaciones que ya habíamos vivido: incremento vertiginoso de contagios, aumento de hospitalizaciones con saturación en instalaciones públicas, carencia de medicamentos para los pacientes e insumos para el personal médico y, lo más doloroso y penoso para muchas familias: el repunte de muertes por la enfermedad que provoca este virus.
Entre estas tres olas o embates del SARS-CoV-2 ha habido cosas que se repiten y otras que cambian. Se repite, por ejemplo, la misma estrategia fallida y vacilante del gobierno federal y la Secretaría de Salud , que bajo el ya muy cuestionado mando del doctor Hugo López Gatell , vuelve a cometer los mismos errores que ya han causado la muerte de 248 mil mexicanos en la cifra oficial y casi 500 mil en los cálculos independientes: no realizar pruebas masivas, desestimar la gravedad de la situación, invocar una supuesta “falta de evidencias científicas” para no tomar decisiones drásticas y, sobre todo, volver a poner en riesgo a millones de mexicanos ante la falta de directrices nacionales claras, obligatorias y contundentes que vuelven a provocar desorden y una situación en la que cada entidad de la República toma sus decisiones y dicta sus medidas, mientras que a la población nacional se le vuelven a mandar mensajes confusos y equivocados haciéndole creer que “no es tan grave” lo que está sucediendo.
Lo que sí ha cambiado en esta tercera ola del Covid en México es la capacidad mucho más rápida de contagio de las nuevas variantes, su agresividad y el enfermar a población cada vez más joven, como la variante “ Delta ”, que comenzó llenando los hospitales con pacientes de los 30 a los 20 años y ahora empieza a enfermar a cada vez más niños y menores de edad mexicanos, que no están todavía en los planes de vacunación del gobierno federal por la supuesta “falta de evidencia científica”.
Hace un par de semanas, cuando ya el golpe de esta tercera ola se veía in crescendo y el CDC o Centro de Control de Enfermedades de EU alertaba de la enorme contagiabilidad de la variante “Delta”, al grado de compararla con la viruela y pedir a los gobiernos que modificaran sus estrategias, el subsecretario Gatell aseguraba que “no había evidencias científicas” de que esta variante fuera “ más contagiosa o agresiva”, mientras que el presidente López Obrado r —que sigue escuchando y creyendo ciegamente en su desgastado y cuestionado encargado de la pandemia— decía públicamente “que la tercera ola no es tan grave como las otras”.
Ambos, el mandatario y su epidemiólogo favorito descartaban vacunar a los niños mexicano s, el primero porque decía que comprar vacunas para niños “sería consumismo” y el segundo porque insistía en que inocular a los menores “no tenía utilidad científica”. Todavía la semana pasada, mientras el doctor Anthony Fauci , encargado de la pandemia en la Unión Americana, advertía que la nueva ola de contagios de la variante “Delta” iba a golpear fuertemente a los niños y a los menores de edad y llamaba a prepararse para ello, acá el doctor Gatell insistía en que los casos en menores eran “de baja incidencia” y hasta minimizaba, con criterios estadísticos, la muerte de 653 niños por Covid, en tanto que López Obrador decía el viernes pasado en su conferencia desde el Palacio Nacional : “Ojalá y nunca pase, ‘toco madera’, pero si fallecieran los niños por Covid, no, se ‘alebrestarían’ los opositores”, en un comentario que no dejó claro si al Presidente le preocupaba la muerte de los niños o le preocupaba más lo que dijeran sus críticos y opositores.
Hoy, con un aumento real de niños que se están contagiando y enfermando por el Covid en el país, sin que haya aún una cifra oficial de contagios en menores mexicanos en esta tercera ola, el gobierno federal insiste en que el 30 de agosto habrá un regreso a clases presenciales en las escuelas públicas y privadas , que aunque no será obligatorio, pondrá a los padres de familia y a los mismos niños en un grave dilema sobre si acudir o no al salón de clases o continuar en el esquema de clases virtuales. Más allá de su décalogo que contiene más buenas intenciones que medidas reales y efectivas de sanidad y seguridad para los niños maestros y las familias, la SEP insiste en el “inminente” regreso a clases con más incertidumbres y dudas que certezas.
Mientras tanto, ayer mismo en Estados Unidos se confirmaban 1,902 casos de hospitalizaciones activas de niños por Covid-19 y se reconocía que el 2.4% del total de enfermos en este momento en ese país son niños o menores de edad. Ante ese incremento notorio de contagios en los niños estadounidenses, varios estados de la Unión analizan suspender el regreso a clases presenciales esta semana o pedir pruebas Covid y certificados de vacunación a los niños, junto con medidas estrictas a los centros escolares.
Así que en México no sólo estamos ante la tercera ola que, como la primera y la segunda, se está desbordando y crece sin que la estrategia del gobierno pueda hacer nada para contenerla, mientras la sociedad sigue también sin cooperar de manera plena. También estamos viendo cómo nuestros niños y menores son las nuevas víctimas del virus y aunque no todos enfermen y requieran hospitalización, es un hecho que se están contagiando cada vez más con la variante “Delta” y que ellos se convierten también en un grupo de contagio que, inevitablemente, hará de las escuelas públicas y privadas el nuevo foco de transmisión y crecimiento de la pandemia en un país en el que seguimos sin ver la luz al final del túnel en esta pandemia.
NOTAS INDISCRETAS…
Una de las cosas que más llamaron la atención del vistoso evento del viernes en el Campo Marte , no fue solo que el presidente López Obrador haya dedicado casi tres horas para a pasar revista a las tropas del Ejército, a elogiar el “apoyo fundamental de las Fuerzas Armadas a la transformación” de su gobierno y a atestiguar la creación de la nueva “ Comandancia del Ejército ”. Lo más interesante es que, con la complacencia de su comandante supremo, el secretario de la Defensa, Luis Cresencio Sandoval, presentó formalmente al nuevo y poderoso Estado Mayor Conjunto del Ejército, que agrupará a la Fuerza Aérea Nacional y la Guardia Nacional, sin que se hayan aprobado aún en el Congreso y mucho menos presentado todavía por parte del Ejecutivo, las iniciativas de reformas al artículo 4to. de la Ley de la Guardia Nacional que establece el “carácter civil” de ese cuerpo de seguridad federal. Es decir, que con sólo el anuncio de López Obrador de que propondrá al Congreso reformas legales y constitucionales para que la Guardia Nacional pase a ser un cuerpo militarizado y adscrito formalmente al Ejército, los militares sintieron que la palabra del Presidente “ya era ley” y decidieron formalizar y presentar públicamente a la nueva Comandancia que ya tiene —según lo que se anunció el viernes en la vistosa y ostentosa ceremonia realizada el Campo Militar número 1— a la Guardia Nacional ya bajo el mando de los militares y no de la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana del gobierno federal, como todavía lo dice la ley. Formalmente la Presidencia aún ni presenta ningún proyecto de iniciativa sobre la Guardia y los militares, saltándose a las decisiones y facultades del Poder Legislativo, y ya están dando como un hecho las reformas constitucionales que apenas anunció el Presidente y que aún ni siquiera presentan ni mucho menos votan en el Congreso. ¿Cómo verán eso en San Lázaro y en el Senado , sobre todo en la próxima legislatura que empieza en septiembre? ¿Será que con tanto poder y responsabilidades civiles que les está dando López Obrador, los señores de verde olivo ya no creen necesario esperar a las votaciones del Congreso para hacer sus modificaciones internas y transexenales?... Los dados mandan Serpiente. Mal empieza la semana.