Era agosto de 2021 en Culiacán. Rubén Rocha Moya, prestigiado exrector de la UAS, era gobernador electo de Sinaloa, después de haber ganado los comicios estatales en julio de aquel año. Tuve oportunidad de entrevistarlo en la cabina de la estación del Heraldo Radio en la capital sinaloense y al salir de la entrevista me propuso que fuéramos a comer. Terminado el noticiero abordé con él una camioneta Suburban que lo esperaba afuera de la estación.

“¿Cómo ves las cosas para la transición con Quirino?”, le pregunté: “A toda madre, el Quirino se ha portado a la altura y ya estamos avanzados en la entrega-recepción”, me respondió con su acento sinaloense y con la emoción evidente de estar a punto de convertirse en gobernador de su tierra. “Yo no soy tan político, pero el presidente me pidió que compitiera y no podía decirle que no”, comentó en el trayecto al restaurante donde comeríamos.

“¿Y cómo se gobierna un estado con un cártel tan poderoso?”, le solté. “Pues, mira Salvador, no nos hagamos pendejos. Aquí todo mundo sabe cómo está la cosa. Yo fui y hablé con ellos, los conozco porque soy de Badiraguato. Y yo fui a pedirles su apoyo. Quien te diga que quiere gobernar Sinaloa y no tiene el visto bueno de ellos, te miente. Así es la cosa aquí, para qué nos hacemos pendejos”, me contestó el gobernador electo en un ataque de sinceridad.

Ante la claridad de su comentario no hice más que asentir. Por primera vez escuchaba de un político sinaloense reconocer lo que todo mundo sabe en Culiacán y en todo Sinaloa. Rocha Moya no sólo aceptaba que tuvo que buscar el aval de los narcotraficantes para poder llegar al poder, sino que reconocía tener con ellos una relación de paisanaje y conocimiento mutuo.

Por eso cuando surgieron las primeras versiones y evidencias de cómo el Cártel de Sinaloa operó en los comicios locales de aquel año, secuestrando a operadores y representantes de casilla del PRI, no me sorprendió porque confirmaba el “apoyo” del que el gobernador electo me había hablado. Rubén Rocha Moya tomó posesión en noviembre de aquel año y, de ser un académico que se consideraba a sí mismo “sencillo” y decía no ser político, empezó a adoptar conductas y un estilo de ejercer el poder cada vez más autoritario.

A sus opositores políticos comenzó a investigarlos con acusaciones fabricadas por la Fiscalía estatal y contra los directivos y las cabezas del Grupo de la Universidad Autónoma de Sinaloa, liderado por su antiguo aliado recientemente asesinado, Melesio Cuén, emprendió una cacería política con acusaciones de desvíos en contra del rector Jesús Madueña, a quien acusó de temas como un presunto sobreprecio en la compra de tortillas y otros, supuestos delitos que fueron desechados en primera instancia por los jueces al no encontrar elementos. Pero el gobernador insistió con todo su aparato de justicia y terminó por obtener la destitución del rector y el nombramiento de un encargado de despacho.

Paralelo a su embestida contra la UAS, que desató incluso actos de violencia en el campus universitario, Rocha Moya rompió con quien fuera su antiguo aliado y cercano, Melesio Cuén, también exrector universitario y por quien conoció al presidente López Obrador en una de sus campañas presidenciales. El enfrentamiento político entre el gobernador y Cuén escaló a tal nivel que incluso el propio López Obrador llamó el pasado 16 de julio, desde su mañanera, a Rocha Moya a “resolver el conflicto” y a buscar la conciliación con la universidad pública de su estado.

Hoy que el capo Ismael Mayo Zambada ha roto el silencio y ha dado su versión de cómo fue engañado, emboscado y sustraído hacia Estados Unidos, afirmando que él bajó a Culiacán a sostener “una reunión con el gobernador del estado” y a fungir como mediador para tratar de resolver el enconado pleito entre Rocha Moya y el asesinado Melesio Cuén, el mandatario morenista recurre a la vieja táctica de negarlo todo y, sin dar evidencias o pruebas fehaciente de sus dichos, el morenista recibe un abierto respaldo del presidente López Obrador.

Los vínculos entre el actual gobernador de Sinaloa y el cártel que lleva el nombre de su estado, no sólo son conocidos, sino que además al interior de Morena hay quien afirma que Rubén Rocha Moya fungió como enlace con ese grupo delictivo para negociar no sólo su apoyo para su candidatura, sino también para que el cártel sinaloense financiara y apoyara las campañas de al menos otros dos gobernadores de Morena, uno de la región del Golfo y el otro del Pacífico. Eso, según las fuentes morenistas, lo tienen documentado en las indagatorias de Estados Unidos, sobre el Caso Carmona y sus ramificaciones con los cárteles de la droga.

La versión del Mayo, que es desmentida por el gobernador, dice que el morenista se habría prestado a un engaño, al parecer confabulado con Los Chapitos, para entregar a Ismael Zambada a Estados Unidos. Que se haya invitado a un capo de la droga a “mediar”, según su versión, en el pleito entre Rocha Moya y el asesinado Melesio Cuén, no hace sino confirmar el involucramiento y la simbiosis total que opera en Sinaloa y en otros estados de la República entre los gobernadores y los Cárteles de la Droga que no sólo avalan y apoyan a los candidatos de su preferencia, sino también siguen ejerciendo influencia a través de cargos públicos importantes que se les entregan y, al parecer, también como árbitros o supervisores de la política local.

Por ahora, cuando el escándalo de la narcopolítica mexicana vuelve a ser exhibido públicamente y en toda su crudeza, es la palabra del gobernador en contra la de su paisano y aliado El Mayo Zambada. López Obrador, como siempre hace cuando estalla un escándalo de corrupción o delitos cometidos por morenistas ya sean del gabinete o de los estados, pidió “esperar a que el gobernador aclare las cosas” y, a juzgar por las imágenes de su gira del sábado por Culiacán, donde él y Claudia Sheinbaum se reunieron y abrazaron al Rubén Rocha Moya durante la inauguración de un hospital, el presidente ha decidido arropar y proteger al controvertido mandatario sinaloense.

Pero, como dicen, la verdad (igual que otras materias de desecho) siempre sale a flote, y conforme El Mayo Zambada empiece a hablar ante las autoridades del Departamento de Justicia, ya sea en un juicio o en un acuerdo para negociar sus acusaciones en varias cortes de los Estados Unidos, el nombre de Rubén Rocha Moya volverá a relucir. Ya se verá entonces si, como dice la versión que conocen en el gobierno federal, el gobernador negoció por su cuenta en busca de impunidad para él y su hijo ante los señalamientos de sus vínculos con el narcotráfico, o si don Rubén está diciendo la verdad.

Por ahora, queda claro, como siempre ha sido en México, que López Obrador protegerá a su amigo gobernador, como también lo hicieron en su momento los presidentes del PRI y del PAN. En todo caso, la narcopolítica mexicana no tiene colores ni partidos, pero siempre está con los que tienen el poder y les garantizan protección e impunidad.

NOTAS INDISCRETAS… Detrás de la farsa de un proceso interno simulado, ayer el dirigente nacional del PRI, “Madurito”, perdón Alito Moreno, dio un paso más con la votación del Consejo Político Nacional, totalmente controlado por él, que se pronunció abierta y mayoritariamente por la reelección del líder campechano. Justo cuando Alito acudió a emitir su voto en la ficticia elección interna, los consejeros morenistas (por Moreno, no por Morena, aunque suenan igual) eligieron por aclamación la continuación del mandato de su dirigente. Todo eso ocurre ante la tibia reacción de la oposición interna en el PRI que no ha pasado de denunciar las incongruencias y desplantes autoritarios de su presidente, sin lograr afectar en nada el plan reeleccionista de Alito, y a lo mucho los opositores internos del tricolor podrán aspirar a que el Tribunal Electoral del Poder Judicial analice y emita sentencia sobre los recursos que interpongan contra todo el proceso de Asamblea Nacional y supuesta elección interna, que sólo fueron la pantalla para consumar la eternización del liderazgo de Alejandro Moreno. Curiosamente donde más contentos están con la reelección de Alito es en la 4T y en Morena, donde a una alta funcionaria del gabinete, de las más cercanas e influyentes con el presidente, se le escuchó decir recientemente: “Nosotros estamos felices con Alito y que siga en el PRI; es el mejor presidente priista que podemos tener”.  Así que el otrora poderoso partido, que va en camino a convertirse en una franquicia de negocio político con dueños y en un futuro partido satélite, la “morenización” es un hecho, en los dos sentidos de la palabra… Ante el intento de imposición del gobernador Esteban Villegas, los aspirantes a la rectoría de la Universidad Juarista del Estado de Durango (UJED) cerraron filas el sábado y se reunieron, varios de ellos, en un café de la ciudad de Durango donde se dejaron ver juntos y publicaron fotografías en las redes sociales con el siguiente mensaje: “Por amor a la UJED. Porque nuestra Universidad es de todos y nuestra alma mater es primero”, publicó en sus redes sociales Rafael Mier, actual director de la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas y uno de los aspirantes más fuertes a convertirse en rector del estado. Con Mier estaban en la imagen del encuentro del sábado, José Ramón Duarte, director de la Facultad de Economía, Contaduría y Administración, el investigador Manuel Murillo Ortíz, y el actual funcionario de la UJED, Gerardo Lozoya. Ese grupo, que ya se constituyó como un bloque universitario, busca evitar que el gobernador priista Esteban Villegas imponga como rector a su cercano Ramón García, a quien impulsan con todo (recursos públicos incluidos) desde el Palacio de Gobierno para ser quien sustituya al saliente rector Rubén Solís Solís. Lo que está de por medio, dicen los universitarios de Durango, es la autonomía de la casa de estudios y que ésta termine sometida a los designios del gobernador. Así que la mano de Villegas dentro de la UJED, no es bienvenida y ya se lo dijeron claro y de frente los universitarios… Los dados abren la semana con Escalera Doble. Se vienen días intensos.

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