El nombramiento de Luisa María Alcalde como nueva secretaria de Gobernación, como sustituta de Adán Augusto López, sorprendió a propios y extraños porque el nombre de la hasta ayer secretaria del Trabajo no había sonado en ningún momento para ocupar el mítico despacho del Palacio de Bucareli. De hecho, la secretaria acababa de regresar el fin de semana de Ginebra, Suiza, donde estuvo participando en la reunión de la Organización Internacional del Trabajo, presentando propuestas a nombre de México, y ella fue una de las más sorprendidas con la invitación de último momento que le hizo el presidente.

Porque todavía el viernes, cuando le preguntaron en su conferencia mañanera si ya había decidido al sustituto de su paisano, López Obrador dijo que no lo tenía definido y que por lo pronto dejaba a Alejandro Encinas como encargado del despacho, con intenciones de posiblemente ratificarlo después como titular. Pero ocurrió que, como ya se sabía, los militares que no querían al subsecretario de Derechos Humanos, por las acusaciones que hizo a 15 altos mandos del Ejército en el caso Ayotzinapa, terminaron vetando a Encinas y el presidente tuvo que buscar a una nueva sustituta para la segunda posición política más importante del Gobierno, después de la Presidencia.

El relevo en Segob se le complicó al presidente desde que Rosa Icela Rodríguez prefirió no moverse de la Secretaría de Seguridad a Gobernación y declinó amablemente la invitación para que se convirtiera en la segunda secretaria de Gobernación de la historia, después de Olga Sánchez Cordero. El mandatario comenzó entonces a barajar la posibilidad de dejar a Encinas, pero su confrontación con el Ejército se convirtió en un problema y fue así que, por descarte y no necesariamente por méritos o trayectoria, decidió invitar a Luisa María para encargarse de la complicadísima gobernabilidad del país.

Y es que si se trata de cercanía y lealtad (la fórmula del 90% que tanto aprecia el presidente) la joven Alcalde sin duda llena esos dos requisitos, pero si se revisa el rubro de experiencia, trayectoria política o capacidad como operadora o interlocutora del gobierno con la oposición, con los gobernadores, con los empresarios o con otros sectores políticos, económicos y sociales, el currículum de la nueva secretaria de Gobernación queda mucho a deber y no parece tener la estatura política de muchos de los que le antecedieron en el cargo que a partir de ayer ocupa.

Incluso su desempeño como secretaria del Trabajo no fue de los más sobresalientes en un gabinete como el actual, que no se ha caracterizado precisamente por tener a los secretarios más brillantes. Su relación con los sindicatos fue distante y, salvo sus acercamientos con la CTM de Carlos Aceves del Olmo, no tenía mucho dialogo con otros lideres sindicales incluso afines a la 4T como Napoleón Gómez Urrutia o Francisco Hernández Juárez. En el medio sindical la ubicaban incluso más cercana a los empresarios que a los trabajadores y su gestión estuvo siempre bajo la sombra del enorme poder y los negocios que su padre, el abogado laboral Arturo Alcalde, hizo en este sexenio, en donde se convirtió lo mismo en “asesor” de muchos sindicatos, que de grandes empresarios como Germán Larrea, el presidente de Grupo México.

Claramente Luisa María no será el tipo de secretaria de Gobernación que el presidente tenía con Adán Augusto, quien además de la cercanía y la lealtad, también se convirtió en un consumado operador político y en un interlocutor que hablaba a nombre del presidente y que se ganó la confianza de políticos, empresarios y otros sectores que, después de haber visto al exgobernador de Tabasco como un “enigma” en su llegada a la Segob en 2021, terminaron reconociéndole sus dotes de operador, su apertura para el diálogo y su habilidad para sentarse con todos y hacer acuerdos, siempre mediando la consulta y la autorización del presidente.

“Al menos con Adán Augusto se podía hablar y uno sabía que lo que se hablaba o se acordaba con él llegaba directamente al presidente y que sabía cumplir su palabra”, nos dijo ayer un importante empresario a quien le preguntamos su opinión sobre la nueva secretaria de Gobernación, de quien dijo no conocer mucho ni tener muchas expectativas sobre el año que encabezará la dependencia estratégica para la gobernabilidad y el dialogo político en el país.

Así es que veremos cómo se da el desempeño de la segunda mujer que ocupará el despacho de Bucareli, por el que han desfilado lo mismo grandes políticos que nefastos secretarios. Ojalá Luisa María Alcalde, por descarte o como “haiga sido”, diría el clásico, nos sorprenda y enseñe las dotes políticas que hasta ahora no se le han conocido; porque a un año de terminar el sexenio la nueva titular de Segob, que llegó al gabinete federal como una de las grandes promesas de la 4T y del movimiento lopezobradorista, no ha sido la gran revelación que se esperaba y aunque su nombre llegó a sonar para ser candidata a jefa de Gobierno de la CDMX, el poco crecimiento de su imagen pública tampoco le alcanzó para eso. ¿Será que la millennial del gabinete presidencial aún puede sorprendernos o será sólo un muy estético florero para el cierre del sexenio?

NOTAS INDISCRETAS… Hablando de descartes y de negativas, la rápida respuesta pública que le dio Andrés Manuel López Beltrán a Marcelo Ebrard, diciéndole que no le interesa y agradeciéndole el gesto de considerarlo para una Secretaría de Estado en caso de que llegue a ser presidente, sonó casi a un desaire, amable y cortés, pero desaire al fin para la corcholata Ebrard. Porque apenas habían pasado unas horas desde que Marcelo anunció en la mañana en un hotel de la Alameda Central su intención de crear una “Secretaría de la Transformación” (cualquier cosa que eso signifique) en su eventual gabinete, cuando Andy, como se le conoce al único hijo político del presidente, le contestó con una carta en papel membretado de su empresa “Chocolates Rocío”, para decirle entre otras cosas que le agradece su generosidad de considerarlo pero que “prefiero mantenerme al margen”. Es decir que con argumentos muy corteses como “agradezco tu generosa oferta, pero prefiero rechazarla para que no pueda ser utilizada a favor o en contra de ninguno de nuestros compañeros” y aun reconociéndole a Ebrard “tu aportación al proyecto de transformación”, el joven Andy, que es con mucho el hijo más grillo e influyente de López Obrador, que lo mismo tiene colocados a amigos en posiciones estratégicas de gobierno, que beneficia a otros amigos empresarios con contratos de las dependencias federales, prácticamente le respondió a Marcelo con un clarísimo “gracias, pero no gracias”. ¿Y entonces? ¿Será que Andy vio venir la jugada colmilluda del excanciller para tratar de sumarlo a su proyecto y prefirió cabecear, o será que desde Palacio le sugirieron no acercarse a ningún candidato, incluido el canciller? Usted qué dice: ¿descarte o desaire?... Y ya que andamos con los que se descartan, nos confirman que antes de decidir el nombramiento de Alicia Bárcena como la nueva secretaria de Relaciones Exteriores, y después de desechar nombres como el de Juan Ramón de la Fuente o Esteban Moctezuma que sonaron fuerte para la cancillería, el presidente López Obrador primero invitó a Lázaro Cárdenas Batel a ocupar el despacho de la SRE en un claro intento por regresar al nieto del tata Cárdenas al redil de su movimiento, pero Lázaro —también de manera cortés y amable como Andy— de plano la agradeció y le respondió al presidente con otro “gracias, pero no gracias”… Los dados mandan Escalera. Buen tiro.

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