Cuando el presidente anunció, después de los comicios federales del 6 de junio pasado, que enviaría tres reformas constitucionales más al Congreso para la segunda mitad de su mandato, muchos pensaron que estaba blofeando. Porque después del resultado de las elecciones de aquel domingo estaba claro que Morena no tendría mayoría calificada en ninguna de las dos Cámaras del Congreso y que aun con sus aliados y rémoras del PT y PVEM, el partido de López Obrador no alcanzaría las dos terceras partes ni de diputados ni de Senadores que se requieren para modificar la Constitución de la República.
Y de inmediato muchos analistas y observadores comenzaron a tratar de interpretar la jugada del presidente que, tratando de ocultar el golpe que su gobierno recibió en las urnas, habló de lo fácil que sería para él conseguir los votos suficientes para lograr la mayoría calificada y conseguir la aprobación de sus tres reformas: la eléctrica, la electoral y la militarización constitucional de la Guardia Nacional. Por eso, cuando hace un par de semanas oficializó su intención de cambiar la constitución con su primera iniciativa, surgió de inmediato la pregunta obligada: ¿por qué el presidente manda una propuesta de reforma constitucional al sector eléctrico sabiendo que no cuenta con los votos para aprobarla?
La respuesta no tardó en llegar y confirmó lo que ya había dicho desde los primeros días después de los comicios intermedios: López Obrador le apostaba al PRI y a su debilidad interna para lograr los 57 votos que le hacen falta en la Cámara de Diputados para reunir las dos terceras partes necesarias para aprobar modificaciones constitucionales. Y desde entonces se inició un cortejo al priismo desde Palacio Nacional para tratar de seducir y convencer a la cúpula del viejo partido tricolor de votar con Morena la propuesta de reformas a los artículos 25, 27 y 28 de la Constitución.
Pero a pesar de la seguridad con la que habla todas las mañanas y de su convencimiento de que el PRI terminará apoyándolo en su reforma eléctrica, el presidente AMLO podría estar cayendo en 3 errores de cálculo:
1.- Primero, que para aprobar su reforma estaría oficializando el nacimiento del PRIMOR. Morena podría terminar lastimado en su imagen y su discurso de criticar al PRIAN perdería toda credibilidad porque ahora ellos hacen lo mismo.
2.- No es para nada igual el aprecio que los mexicanos tienen por Pemex que por CFE. El afecto y la admiración que los mexicanos sienten por el presidente Lázaro Cárdenas no es el mismo que por el presidente Adolfo López Mateos. La CFE es una de las empresas más impopulares de México. Es la campeona de quejas y denuncias por cobros indebidos y mal servicio en la Profeco. Hay muchísimos lugares en el país donde la gente corretea a los trabajadores de la CFE y donde no los deja entrar a las comunidades. El caso extremo ha ocurrido en Tabasco, la tierra natal del presidente, donde la gente dejó de pagar sus recibos no porque fueran malos pagadores, sino por el historial de pesadilla de mal servicio, cobros excesivos y arbitrariedades de CFE contra el pueblo tabasqueño. Ya ni hablar de los apagones que son el pan de cada día en casi todo el país. ¿Cómo pedirle, entonces, a los mexicanos rescatar a una empresa que cada bimestre le clava el colmillo a la gente?
3.- El presidente envuelve su reforma en la retórica nacionalista con lo que intenta prender el espíritu nacionalista en el pueblo mexicano para defender su propuesta. Sin embargo, hoy todos somos testigos de la realidad del cambio climático. Hay evidencia científica cada día más sólida del calentamiento global y el incremento de la temperatura del planeta que está generando eventos climáticos cada vez más mortíferos y devastadores. Por eso, no es nada exagerado decir que en estos momentos las energías renovables son más populares que cualquier discurso nacionalista de rescate de la industria eléctrica. Las energías renovables son más populares porque hay cientos de miles de instalaciones solares en hogares y negocios en todo el país. Son más populares porque la gente puede producir su propia energía a partir del sol y con un considerable bajo costo. El tema de las energías limpias ya está en la conciencia del pueblo.
Están tan arraigadas las energías limpias entre la población mexicana que, según datos oficiales, en México más de 281 mil viviendas cuentan en este momento con su propia generación de energía solar a través de la instalación de paneles solares, lo que representa un incremento de 57% con respecto a las que había en 2018. En junio de este año, la Comisión Reguladora de Energía registró 1,797 MW de capacidad de generación anual, principalmente solar; lo que significa un aumento de más de 200 MW respecto a los 1,551 MW que se habían registrado a finales de 2020.
Todo eso ha aumentado la generación de energía solar en los tres años del gobierno de López Obrador, tanto que el Sistema de Información de Mercado del Cenace reporta en estos momentos 7,554.51 MW de Capacidad Solar Instalada en todo el territorio nacional. La generación distribuida menor a 500 MW registrada en la CRE es equivalente al 23% de la Capacidad Solar Instalada a nivel nacional reportada por el Cenace.
Con todos estos datos oficiales, que confirman la preferencia por las energías limpias entre la población, especialmente de la solar, que es la más accesible y fácil de obtener, podríamos afirmar, sin temor a equivocarnos, que los mexicanos valorarían más una reforma que mejorara el servicio de la CFE, que termine de tajo con el trato tiránico y arbitrario de la Comisión a los usuarios y a los clientes y que en definitiva termine con los abusos de los cobros excesivos de luz. La gente valoraría más una reforma que destinara una bolsa importante de recursos para instalar millones de paneles solares en hogares, negocios, comercios, escuelas, clínicas y centros de salud, oficinas gubernamentales, para que la gente pague menos por la luz y que otorgue incentivos para que toda la tecnología solar o eólica, sus componentes se construyan en México y no se tengan que importar.
Ya sea que esté blofeando o que realmente tenga la certeza o los instrumentos judiciales o los expedientes para obligar a los priistas a darle los votos que necesita, el presidente podría estar cayendo en estos tres errores de cálculo y, si alguno de esos le falla, pagaría un alto costo político si su reforma eléctrica es rechazada por el Congreso. Pero —siempre hay un pero— si la oposición tampoco lograr perfilar una propuesta alternativa o distinta, el discurso nacionalista que ha esgrimido López Obrador, terminará ganando terreno en un juego de vencidas políticas y el beneficio para el país, de una buena reforma eléctrica, práctica y realista para un mejor servicio a los mexicanos, quedará relegado a un segundo plano ante los argumentos ideológicos que pretende imponer la 4T.
NOTAS INDISCRETAS… Las imágenes de los agentes de la Secretaría de Marina y de la policía estatal de Tabasco repeliendo y disparando presuntas balas de goma y gases lacrimógenos contra trabajadores inconformes de ICA en las obras de la refinería de Dos Bocas, representan un golpe contundente y difícil de esquivar para el discurso del gobierno lopezobradorista en favor de la libertad sindical y los derechos de los trabajadores que reivindica la reciente reforma laboral promovida y aprobada por la 4T en el Congreso. Por más que el presidente reduzca el tema a “un pleito entre sindicatos” y minimice las protestas o que Rocío Nahle, que es como la jefa de Obras de Dos Bocas, diga en tono despreciativo que “se trata de un grupito de 11 personas con intereses particulares”, la realidad es que sea cual sea el origen y la intención de los trabajadores inconformes que acusaron a ICA de incumplir con pagos y prestaciones salariales, ya rebasó, con mucho, el control de daños y el discurso minimizante del gobierno federal. Suponiendo que López Obrador y Nahle tengan razón, y que se trate de un pequeño grupo de disidentes en las obras que realiza ICA o, incluso, que sean otros sindicatos ajenos intentando disputarle la titularidad del Contrato Colectivo al sindicato que lo detenta actualmente, ¿no acaso el presidente y su secretaria del Trabajo, han pregonado a los cuatro vientos que, con su reforma laboral, ya hay en México libertad total para que los trabajadores elijan a qué sindicato quieren que los represente, que se inconformen y desconozcan al sindicato que tiene su contrato colectivo para elegir a una nueva representación sindical o incluso para defender ellos solos sus derechos sin necesidad de pertenecer o afiliarse a ningún sindicato? Todo eso que ya contempla la ley laboral y que México no sólo aprobó en sus reformas al artículo 123 constitucional y a la Ley Federal del Trabajo, sino que reivindicó y reconoció como parte del Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, es parte de lo que está pasando en las obras de Dos Bocas. Puede que sí haya un conflicto entre dos sindicatos o más y es casi seguro que un grupo de trabajadores, que claramente son más de 11, decidieron desconocer a su actual sindicato, con el que ICA ya tiene un arreglo, y exigir por fuera, tal vez azuzados por otro sindicato, sus derechos. ¿Es eso un delito grave que amerite que les manden a la Marina y a la policía tabasqueña a reprimirlos y dispararles hiriendo de gravedad a varios trabajadores inconformes? Por supuesto que no lo es. Sobre todo porque el trato de fuerza y violencia que les dieron a los trabajadores de Dos Bocas no se los dan a los peores capos del narcotráfico y a los criminales de este país. Así que López Obrador podrá seguir diciendo que no pasa nada y podrá desacreditar las protestas de trabajadores inconformes, como ya lo hizo con los repartidores independientes de gas a los que tachó de “extorsionadores”; pero la imagen de un gobierno que manda a marinos y a policías a reprimir trabajadores es algo que ya no se podrán quitar, aunque le pongan mil etiquetas para descalificar y minimizar la protesta laboral en la polémica obra de Dos Bocas…Los dados mandan Escalera Doble. Mejora el tiro.