La peor tragedia en la historia del Metro de la Ciudad de México, donde murieron 26 personas inocentes por el derrumbe de trabes de un puente elevado en la Línea 12 la noche del 3 de mayo pasado, terminó como la Fuenteovejuna del clásico Lope de Vega: ¿Quién mató a los 26 hombres, mujeres y niños que una noche, después de una larga jornada de trabajo, solo querían llegar a descansar a casa y tomaron un sistema de transporte público que creían seguro y confiable? Y el coro de gobernantes, constructores, exfuncionarios y demás involucrados en un clarísimo caso de negligencia criminal responde a una sola voz: “!Fuenteovejuna, señor!”
Porque después de dos dictámenes, uno técnico —y por el que se pagó con recursos públicos a una empresa privada— y otro judicial, elaborado supuestamente por peritos expertos de la Fiscalía de Justicia de la Ciudad de México, resulta que no hay culpables claros de aquella horrible desgracia y la justicia para los muertos y sus deudos aún se ve difícil y lejana con las acusaciones a 10 exfuncionarios de una administración que terminó y entregó la obra del Metro hace 9 años y algunos empleados menores de constructoras que ni siquiera fueron las contratistas directas de la obra sino que realizaron algunas revisiones y acciones subcontratadas.
Y mientras llueven deslindes y autoexculpaciones públicas de las cabezas principales de los gobiernos que construyeron, recibieron y operaron la obra en los últimos 11 años, junto con los dueños de la constructora responsable a la que se le adjudicó el tramo colapsado, la lista de chivos expiatorios ya figura en estrados de un juzgado capitalino, encabezada por Enrique Horcasitas, exdirector del Proyecto Metro que construyó la obra derrumbada, y quien ya fue acusado y exonerado por diversas irregularidades que se detectaron desde el inicio en la “Línea Dorada”, y al que ahora le abren un nuevo proceso junto con otros cuatro funcionarios de menor rango de la administración de Marcelo Ebrard, a la par que se acusa a empleados de empresas que fueron subcontradas por CICSA de Grupo Carso, propiedad del ingeniero Carlos Slim.
En tanto Marcelo Ebrard, el jefe de Gobierno que concibió y ordenó la construcción de la Línea 12, hace acto de contricción en la mañanera, autorizado por el Presidente, dice tener la conciencia tranquila y que no le inquieta el recuerdo de los 26 muertitos de Tláhuac, porque él actuó con “profesionalismo e integridad”, a la par que argumenta la supervisión de la obra a cargo de un ingeniero “que ganó el Premio Nacional de Ingeniería” y dice que a él no le tocaba como Jefe de Gobierno supervisar pernos ni tornillos defectuosos. “Para eso se creó un organismo muy grande que se llama Proyecto Metro, que tenía autonomía técnica y financiera, e intervino un consorcio con muchísimas empresas… Yo hice lo que tenía que hacer, si no no estaría aquí, no podría yo dar la cara, actúe profesional y de una manera íntegra”, dice el ahora canciller y aspirante presidencial.
Otra que se autoexculpa, al decir que durante su gobierno la Línea 12 “tuvo un alto nivel de mantenimiento” y evade las preguntas de la prensa con el argumento de que no va a polemizar sobre el tema, es Claudia Sheinbaum, a quien sólo le interesa, dice, “la verdad y la justicia” y solo se siente responsable por la reconstrucción de la obra dañada, más no por el derrumbe ocurrido durante su administración. “No voy a entrar en ese debate. Es un debate en el que quieren que entremos y no voy a entrar a ese debate. La Fiscalía tiene su papel, tiene su trabajo, confío en la fiscal. Nosotros tenemos nuestro trabajo y tiene que ver con rehabilitar la línea”, dijo el martes una esquiva Jefa de Gobierno.
-¿Usted considera que su administración sale limpia de esta tragedia?, le insisten los reporteros: “No voy a entrar a ese debate, ya sé que a ustedes les gustaría que entrara a él… Ya se realizó el peritaje y confío plenamente en el trabajo de la fiscal, Ernestina Godoy”, responde Sheinbaum, quien remarca su “confianza” en la fiscal “autónoma” de la CDMX, esa misma que según el presidente López Obrador “depende de la Jefa de Gobierno”.
Pero no solo los políticos se autoeximen y le sacan al bulto de la responsabilidad, también el empresario Carlos Slim se exonera a sí mismo y a su empresa con el enorme poder que le da el dinero y su acuerdo de reconstrucción de la Línea 12 que acordó en privado con el presidente López Obrador en Palacio Nacional. El tramo que se colapsó y que construyó su empresa CICSA, provocando la muerte de 26 personas, será completamente reconstruido con cargo a las finanzas de Grupo Carso, de lo que se siente tan orgulloso el ingeniero que ayer lo anunció y lo presumió públicamente en la Bolsa Mexicana de Valores.
Otros de plano prefieren el silencio que también lava posibles culpas y responsabilidades. El senador Miguel Ángel Mancera, que gobernó la ciudad y recibió la obra de la Línea 12 a la que investigó y mandó a auditar por diversas irregularidades en su trazo y en el sistema de fricción de los trenes comprados, ni siquiera se ha pronunciado sobre el fallo de la Fiscalía capitalina, a pesar de que fue su administración la encargada de rehabilitar varios tramos dañados de esa línea después del sismo de 2017 y de que él armó los primeros expedientes y acusaciones por fallas e irregularidades en la obra en contra de Enrique Horcasitas, el exdirector del Proyecto Metro, que ya fue juzgado una vez y ahora lo será otra vez por presunta negligencia.
Y si los gobernantes, exgobernantes y empresarios vinculados a la construcción, manejo y mantenimiento de la Línea 12 se deslindan y rehúyen responsabilidades, el presidente López Obrador de plano no habla ni de verdad ni de justicia para los muertos y sus familias, y a él, que en el discurso dice ver por los que menos tienen, no habla de los obreros, las secretarias, los oficinistas y comerciantes ambulantes que murieron aquella noche en Tláhuac; lo que más le preocupa al Presidente cuando se refiere al esperado fallo de la Fiscalía capitalina, es lo electoral, la lucha política y la sucesión presidencial que él mismo anticipó más de dos años antes: “A lo mejor estaban esperando que la fiscalía de la Ciudad de México, como es de Claudia o depende de la jefa de Gobierno, le iban a hacer juicios a Marcelo, a lo mejor estaban esperando eso y se quedaron con las ganas y de todas maneras están enojados”, dice el Presidente que piensa más en el coraje de sus adversarios políticos que en el dolor de las familias de los muertos de la Línea 12.
Así que si alguien compró el discurso de los que se dicen “diferentes” y creyó en las promesas de “hacer justicia y castigar a los culpables” de la dolorosa tragedia del Metro, más vale que se vaya haciendo a la idea de que la 4T le apostará más al olvido que a la justicia en este caso que golpeó directamente al Presidente y a su proyecto político. Vendrán 10 juicios largos y complicados que podrán durar meses o hasta años y, si logran acreditar responsabilidad, habrá uno o dos chivos en la cárcel, mientras el próximo año López Obrador, Carlos Slim y Claudia Sheinbaum, teniendo como invitado especial a Ebrard, cortarán el listón de la “completamente rehabilitada y reconstruida Línea 12 en su tramo Tezonco-Olivos”. Y sobre las nuevas columnas y trabes reforzadas, quedarán sepultados los 26 muertos, mientras sus deudos miran, entre el rencor y la resignación, cómo vuelven a correr los trenes por donde aquella noche caliente de mayo todo fue dolor y llanto. Los dados ruedan: capicúa.