A partir de mañana empieza la recta final para las contiendas por la gubernatura en el Estado de México y Coahuila. Los últimos 8 días, previos a las votaciones del próximo 4 de junio, en la que las candidatas y candidatos cerrarán sus campañas, darán sus últimos discursos y se prepararán para la última parte de la batalla electoral: la que se libra el día de los comicios y que consiste en la “movilización” (vulgo acarreo) de votantes y de estructuras partidistas para llevar al mayor número posible de personas a las urnas, en el último intento por influir en los resultados y --según el caso-- darle la vuelta o confirmar los números y las tendencias que marcan las encuestas previas a la jornada electoral.
Los sondeos finales son interpretados por cada comité de campaña, según convenga a sus abanderados, y hay polémicas y controversias por los números internos que cada partido maneja. Pero en términos generales, de acuerdo a las tendencias que marcan la mayoría de las encuestas, en el Edomex las campañas cerrarán con ventaja para la candidata morenista Delfina Gómez. Si se le pregunta a los morenistas, hablan de una ventaja que llega hasta los 10 puntos y si acaso reconocen como mínimo 15; pero si la misma pregunta se le hace a los aliancistas, afirman que su candidata, Alejandra del Moral, logró cerrar la brecha y que estaría ya a 5 puntos de su contrincante e incluso hablan de un “empate técnico”.
En Coahuila hay mucho menos discusión cuando se trata de los números de las encuestas. La división de Morena, por la fractura provocada por Ricardo Mejía y el PT, terminó por desfondar las posibilidades de la 4T de disputar la gubernatura y hoy prácticamente todos los sondeos más recientes, como el que publicó ayer el diario Zócalo de la empresa Berumen, hablan de una ventaja de hasta 16 puntos para el candidato de la Alianza Va por México, Manolo Jiménez, que con un 50% parece ya inalcanzable para el morenista Armando Guadiana, con 34%, mientras que el petista Mejía tampoco pudo crecer y cierra con un 12% de intención del voto. Es decir, que si no ocurre algún milagro, las tendencias parecen irreversibles en la elección coahuilense.
Pero más allá de lo que digan o no digan las encuestas, la realidad es que serán los electores mexiquenses y coahuilenses quienes tendrán la última palabra con su voto y serán ellos los que definan finalmente quién gana la gubernatura y, en el caso de Coahuila, también la integración de la próxima legislatura del Congreso local. Fenómenos como los votantes indecisos, el voto oculto o incluso la movilización de estructuras partidistas el día de los comicios, son factores que aún podrían incidir en los resultados finales de las votaciones, así que nada en esas dos elecciones que tendrán lugar en una semana está escrito en piedra.
Ya se verá, de acuerdo con los resultados finales, el efecto que tendrán en el panorama político nacional. En el caso de Coahuila todo apunta a que se convertirá en uno de los últimos reductos para el priismo nacional, junto con su entidad vecina Durango. Y aunque a los comicios coahuilenses no se les concede mucho peso en el tablero electoral de la República, un triunfo aliancista le daría oxígeno a la coalición de Va por México en su intento de postular a un candidato único para la Presidencia en 2024, y de paso posicionaría al gobernador Miguel Riquelme como el único mandatario priista que fue capaz de enfrentar y derrotar a Morena y que mantuvo el control de su estado para su partido, lo cual le abriría nuevos caminos a Riquelme para las elecciones federales.
Muy distinta es la percepción y el peso específico que los analistas, dirigentes de partido y hasta el presidente López Obrador, le están concediendo al Estado de México. Por su tamaño, economía y por ser el padrón electoral más grande con 13 millones de votantes, la elección mexiquense sigue siendo vista como el termómetro que marcará una tendencia para la elección presidencial: si ganan Morena y su candidata, no sólo podrán presumir de gobernar ya a 23 estados del país junto con sus aliados, sino que un triunfo en la entidad mexiquense le daría al Presidente y a su partido argumentos para un discurso en el que han ganado el último gran bastión del PRI y que prácticamente se encaminan al triunfo en la sucesión del próximo año.
Para la oposición también el Estado de México se convierte en una elección clave para sus posibilidades de enfrentar con éxito a la estructura de Estado de Morena y la 4T en el 2024. Un triunfo sorpresivo para su candidata sería oro molido y oxígeno puro para las pretensiones aliancistas de revertir la percepción de que AMLO y su partido son imbatibles y que sí se le puede ganar la presidencia dentro de un año. Pero al mismo tiempo una derrota para el PRI, PAN y PRD sería un golpe en el ánimo y complicaría aún más el panorama para la coalición opositora que hoy luce desordenada y con más ocurrencias que definiciones claras en su estrategia para enfrentar el 2024.
Así que ha llegado el momento de la verdad. Una semana falta para que los comicios, que son vistos como antesala de la elección presidencial, queden resueltos y definidos y, entonces sí, a partir del 5 de junio, abróchese los cinturones y prepárese porque la sucesión anticipada entrará en un ritmo frenético y acelerado en el que no se descartan pleitos, tensiones y hasta rupturas, lo mismo en la muy aparente unidad de Morena, que entre los aliados opositores.
NOTAS INDISCRETAS…
¿Y dónde está el canciller? Es la pregunta que muchos se han hecho al ver cómo el presidente López Obrador un día sí y el otro también, descompone la política exterior de México, arrastra por el suelo a la tradición diplomática mexicana, y se enfrasca en pleitos, confrontaciones y hasta rupturas con países amigos y hasta los llamados pueblos hermanos de Latinoamérica. Porque como nunca en la historia de la Presidencia mexicana, a Andrés Manuel lo declararon “persona non grata” en una nación como Perú que tiene largos y profundos lazos diplomáticos, políticos e históricos con México. Nunca en la historia de al menos los últimos 100 años, un Presidente de México había sido objeto de una declaración tan vergonzosa y menos viniendo de una nación hermana. Y sí, López Obrador dijo que para él “es un timbre de orgullo” que lo declaren indeseable, pero penosamente, a él le puede dar lo mismo, pero se olvida de que nos representa a todos los mexicanos y que en esa medida, cuando decide actuar tan ideológicamente visceral para intervenir en las decisiones libres y autónomas de un país como Perú, no sólo arrastra por el lodo la banda presidencial, sino que nos avergüenza y expone a todos los mexicanos frente a un país extranjero. Porque al final, en el caso de Perú, como antes en el de España, de Panamá o incluso en sus puyas con Estados Unidos, el Presidente mexicano no actúa ni en defensa del país, ni de los mexicanos, sino más bien habla, descalifica, ataca y ofende a esos países y a sus gobernantes, a partir de sus caprichos y obsesiones personales e ideológicas. Y en todo ese actuar en la política exterior, en la que se ha vuelto un auténtico chivo en cristalería, el Presidente no tiene freno ni asesores que le digan que no puede hablar en esos términos, ni arremeter de esa manera contra las decisiones de otros Estados, porque eso violenta todas las reglas, protocolos y normas de la diplomacia y la convivencia respetuosa entre países. Y los dos contrapesos naturales que debería tener un Presidente que enloquece y pierde el control cuando se trata de las relaciones exteriores, están prácticamente anulados o desaparecidos: el primer contrapeso, que según la Constitución es el Senado, está domesticado, dominado y sometido por el Presidente, incluido su coordinador Ricardo Monreal que antes tuvo independencia, pero hoy come de nuevo de la mano presidencial; y el segundo contrapeso, natural y obligado, el del secretario de Relaciones Exteriores, quien hace rato que renunció, en los hechos, a contradecir, corregir o aconsejar al Presidente, cuando sabe que está claramente equivocado en su manera de actuar en asuntos exteriores. Y si al principio Marcelo Ebrard dejaba hacer sus berrinches y caprichos al Presidente en política exterior, con tal de no ganarse su rechazo y afectar a su proyecto presidencial, ahora de plano el canciller ya hizo a un lado los asuntos de su dependencia, para darle prioridad a su campaña y a su futuro político en el que se dedica más a pensar como idear “nuevos métodos de elección” para Morena, que a resolver y evitar una crisis diplomática como la que hoy tenemos con el Perú. Ni hablar, el Presidente no tiene quién le diga…Los dados mandan Escalera Doble. Semana de altibajos.