Es tan fuerte la tensión que existe en estos momentos entre el Poder Judicial y los poderes Ejecutivo y Legislativo de México, que la sensibilidad política de los tres poderes parece estar a flor de piel.
Por un lado los ataques constantes y reiterados del presidente López Obrador a los ministros de la Corte y a los jueces federales generan un ambiente de crispación y polarización que ya es advertido incluso por organismos extranjeros como la Internacional Bar Association, que agrupa a abogados y juristas de todo el mundo, y por otro lado el embate que también han emprendido desde las bancadas de Morena en el Senado y la Cámara de Diputados, con amenazas de juicio político a los ministros o consultas para modificar la elección de sus integrantes, hablan de un clima abierto de hostilidad desde las cúpulas de la 4T hacia el Poder Judicial y sus decisiones autónomas.
Es en ese contexto en el que se inscribe la denuncia que ayer hizo el senador morenista Alejandro Armenta, actual presidente de la Mesa Directiva del Senado, quien acusó a la ministra presidenta Norma Piña de supuestas amenazas en su contra por las opiniones contrarias que ha expresado sobre el trabajo de la Corte y de ella en particular. En plena tribuna del Senado, durante la sesión de la Comisión Permanente, Armenta uso su posición como presidente para acusar a la ministra de haberlo “amenazado” e “intimidado” por sus dichos y expresiones como legislador.
“Mis abogados procederán en función de la respuesta que tenga. Espero que se haga justicia, no puede un poder público transgredir el ejercicio legislativo. Si el hecho se consuma, es inaceptable que un representante presidente de la Corte me hable para pretender, es una presunción, presionarme o intimidarme”, denunció el senador de Morena, al exhibir desde la tribuna del Senado capturas de pantalla de una conversación que tuvo con la ministra Piña a través de un chat de mensajería en su teléfono celular.
En la conversación, donde según el senador lo amenaza la ministra, se puede leer el siguiente diálogo: “Hola, soy Norma Piña. Hablo a nombre estrictamente personal, pero lo sostengo en público. ¿Usted puede ver a los ojos a sus hijos o hijas después de lo que dice?”, pregunta la ministra. “Sí, Norma, dígame”, responde el senador. “Lo que le escribí”, le insiste Piña. “Sí y usted lo puede hacer”, pregunta Armenta. “Totalmente”, responde ella. “¿Usted tiene calidad moral para preguntar ello?”, revira él. “Totalmente”, contesta la presidenta. “Qué bueno”, le dice el presidente del Senado. “La vida nos juzgará. Buenas noches”, dice la ministra.
Luego, Piña retoma la conversación: “Y si quiere hacer pública esta conversación yo no tengo problema”. “Sin duda a ud. Y a todos. ¿Me está amenazando? Claro que lo voy a hacer. La reto a que me lo diga en público”, vuelve a contestar Armenta. “Para nada. Estoy convencida que la verdad siempre triunfa”, acota la jueza que luego pone varios emojis de risa. “La reto a que tenga el valor de decirlo en público. Y no se escude en su cargo. Yo no lo hago”, dice el senador, a lo que la ministra le responde “Para nada” y otra vez pone emojis de risa. “Tengo 34 años de vida pública”, insiste el legislador. “Dios lo bendiga”, le dice Piña. “Y siempre he sido electo. ¿Usted?”, pregunta él, ella pone más caritas de risa. “Dios la bendiga a usted también”, “Dios lo bendiga”.
Y entonces el senador pregunta: “¿Se burla? ¿Para eso me escribe para burlarse?”. “Nop, no me conoce”, responde la ministra. “Usted tampoco”, acota el senador. “Dios lo bendiga”, insiste la juzgadora. “Si me está amenazando lo asumo con seriedad ministra”. “Nunca sería mi intención amenazarlo, no es mi estilo. Una disculpa si así lo entendió usted”, aclara. “Usted debe respetar mi derecho a expresarme y yo su derecho a juzgar. Sus expresiones ministra reflejan otra cosa”, insiste el morenista. “Una disculpa”, dice la ministra. “No se la acepto, yo no la he ofendido”. “Ok está en su derecho. Yo tampoco creo que lo haya ofendido. Pero si usted cree que lo hice le pido una disculpa”, dice la jueza.
Luego el legislador vuelve a la carga: “Yo tengo una representación popular que me otorgaron millón y medio de poblanos y transmito el sentir de miles de ellos que se sienten ofendidos por quienes deben impartir justicia. Si ello no le gusta, no es mi tema”. “Y lo respeto por eso”. “No se notó en sus comentarios”, dice el senador. “Tiene razón”, le responde ella. Y entonces Armenta amenaza con hacer pública la conversación: “Mañana daré rueda de prensa y haré públicas sus expresiones que claro que las tomo como amenazas”. “Está en su derecho”, le dice tranquila la ministra. “Claro que estoy en mi derecho y usted sabe por su experiencia lo que motivó su comentario inapropiado e intimidante. Soy un hombre honesto y no voy a permitir que nadie ponga en duda ello”. “Ni es intimidante –le responde la ministra— Fue un comentario de corazón”. “No es el corazón lo que la movió sino el coraje. Ojalá comprenda el coraje social que tienen los mexicanos por el dispendio que hacemos los que tenemos un cargo público. Se nota que nunca ha caminado en las calles, entre la población. Yo sí”, le dice el senador.
“Soy maestra –responde ella— entiendo perfectamente la situación del país. No soy de clase privilegiada ni mucho menos; mi desarrollo profesional es producto de la clase del esfuerzo, mi abuelo fue ministro misionero de Vasconcelos y mi padre fue un ser excepcional. Simplemente creo en los principios éticos del ser humano”. “No cuestiono nada de lo que usted sea presidenta de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. No acepto sus comentarios intimidatorios o amenazas. No aplican a un servidor”, repite Armenta. “Una disculpa si mis comentarios lo ofendieron”, le dice Piña. Pero él insiste: “Está violentando mi derecho a expresarme con sus comentarios que seguramente son producto de mi trabajo legislativo, me sostengo, se debe democratizar al Poder Judicial por el bien de la Patria”. “Ok lo respeto”. “Sus comentarios reflejan un sentido distinto. No me va a presionar ni a intimidar Ministra Presidente”, vuelve a repetir el senador.
Juzgue usted, amable lector, si el diálogo completo que reprodujimos y que ayer difundió el senador Armenta, constituye una plática entre pares e iguales, en este caso presidenta de la Corte y presidente del Senado, o una plática “intimidante y amenazante” como lo considera el senador Alejandro Armenta. El tono de la ministra, salvo la primera pregunta que le hace al legislador, de si puede ver a sus hijos a los ojos después de lo que dice, no parece reconvenir en ningún momento el trabajo legislativo o las opiniones particulares del senador y por el contrario en repetidas ocasiones le ofrece disculpas si se confundieron sus palabras.
Las expresiones virulentas y los adjetivos y descalificaciones que le han dirigido a la ministra presidenta desde la conferencia mañanera del presidente, donde el titular del Ejecutivo se ha referido a ella como “indigna”, “que defiende intereses económicos”, “que desde que llegó aumentaron los fallos en favor de los delincuentes” que es presidenta de un “Poder Judicial que está podrido”, “que llegó al cargo gracias a mí” y un sinfín de señalamientos que han sido catalogados como mensajes de odio contra la persona de Norma Piña, suenan mucho más fuertes, peligrosas y amenazantes que todo lo que se dice en el diálogo entre el senador y la ministra, y hasta ahora a la Presidenta de la Corte no se le ha escuchado quejarse públicamente de que la amenacen o intimiden.
¿No será que el senador Alejandro Armenta, que está en busca de ser candidato a la gubernatura de Puebla quiso aprovechar la conversación con la ministra para jalar reflectores sobre su trabajo legislativo? Porque ayer, desde su equipo de asesores en el Senado ya mandaban análisis sobre presuntas violaciones a los artículos 49 y 61 de la Constitución que hablan de la división de poderes y de que “los diputados y senadores son inviolables por las opiniones que manifiesten en el desempeño de sus cargos” y decían que procedía contra la ministra Piña una denuncia de Juicio Político o una denuncia ante la FGR por delitos como amenazas y ejercicio indebido del servicio público.
Le vuelvo a preguntar amable lector: ¿usted ve amenazas e intimidación en las palabras y expresiones de la ministra al senador? O estamos, para citar al propio presidente López Obrador, ante un caso más de “politiquería”.
NOTAS INDISCRETAS… Al gobernador de Guanajuato, Diego Sinhué, lo vieron ayer por las calles de Madrid acompañado de un numeroso séquito de colaboradores y guardias de seguridad aprovechando su viaje a la capital española, en el que oficialmente fue en “busca de inversiones para el estado”, para turistear un rato. El mandatario panista tuvo un recorrido privado por el Teatro Real de Madrid, en el que su despliegue de seguridad llamó la atención de muchos transeúntes que miraban con extrañeza una escena muy poco común en su ciudad, incluso cuando se trata de políticos o autoridades de España. Y no es que esté mal que el gobernador vaya a tratar de convencer a inversionistas de que vayan a su estado; pero lo que sí luce fatal es que mientras en Guanajuato la violencia no cesa y asesinan a familias enteras, irrumpen en fiestas de quinceañeras a balazos y mueren por esta violencia niños y madres buscadoras en el estado, al panista Sinhué se le vea rodeado de seguridad en un país extranjero mientras su estado se desangra. Un poco de sensibilidad sí que le vendría bien al gobernador, porque pedirle humildad parece mucho… Ayer la Convención Nacional del PVEM se convirtió en un auténtico “destapadero” en el que personajes de ese partido como el exsenador y exdirigente Arturo Escobar y la actual dirigente nacional Karen Castrejón propusieron abiertamente al senador Manuel Velasco como su candidato presidencial. Velasco, por su parte, se dejó apapachar por sus correligionarios y dijo que su partido debe “postular a candidatos y candidatas que tengan verdadero arraigo popular en sus estados y municipios, que tengan verdadero reconocimiento de la ciudadanía a su trayectoria”. Previamente el líder de los senadores verdes había hablado en su mensaje de su experiencia como gobernador de Chiapas en donde, dijo, llevó a cabo una verdadera “agenda verde” en favor del medio ambiente. Eso sí, aunque le echaron porras y destapes a su candidato Velasco, los del PVEM que saben siempre negociar y vender muy caro su amor, dijeron que a su convención nacional también invitarán a las corcholatas morenistas, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard, Adán Augusto López y Ricardo Monreal, por aquello de la alianza con Morena, pero “cerraremos esta convención con quien yo quiero que sea el presidente de México, el senador Manuel Velasco. Yo someto su currículum y sus resultados ante cualquier político de este país”, dijo Arturo Escobar. Es decir que los verdes quieren candidato propio, pero tampoco descartan apoyar al candidato o candidata de López Obrador… Dados girando. Capicúa. Se repite el tiro.