Hace cuatro meses y 22 días, el 4 de junio de este año, documentamos en esta columna la primera denuncia de abuso sexual en contra del entonces secretario de Desarrollo Urbano y Vivienda del gobierno de la Ciudad de México, Rafael Gregorio Gómez Cruz. Una joven de 32 años, que había sostenido una entrevista de trabajo con él el 21 de mayo pasado, lo acusó de haber abusado sexualmente de ella al realizarle tocamientos sin su consentimiento mientras viajaban juntos en un auto, justo después de que acababa de contratarla para trabajar con él en la Seduvi.
Con una copia de la denuncia CI-FIDS/FDS-6/UI-FDS-6-0-01/05-2022 que presentó ante la ministerio público Graciela Tavera Casado, la víctima que solo se identificó con las siglas M.A.M, narró que aquel 21 de mayo fue citada por el secretario del gobierno de Claudia Sheinbaum a un desayuno de trabajo en un restaurante del centro comercial Perisur. “Sólo acudimos los dos, saliendo del desayuno a las 13:20 horas, y Rafael Gregorio Gómez Cruz se ofreció a llevarme y acepté. Cuando íbamos por avenida de los Insurgentes Sur, casi entrando a avenida Copilco, siendo las 13:40 horas, Rafael Gregorio Gómez Cruz seguía manejando y metió su mano derecha dentro de mi blusa apretando mi seno derecho por aproximadamente tres segundos”, narraba la joven abusada.
Dos días después de que publicamos la denuncia, la Jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum anunció la separación del cargo de su secretario de Vivienda “por unos días” para que se investigara la denuncia en su contra y dijo que “muy pronto” la Fiscalía General de Justicia de la CDMX le informaría si Rafael Gregorio Gómez Cruz era realmente responsable del abuso. “En este momento se va hacer la investigación, es lo que hay que hacer, se tiene que hacer la investigación. Y le he pedido que, mientras tanto, se separe de su cargo para saber si realmente… y que muy pronto la Fiscalía nos pueda decir si hay elementos suficientes o no por esta acusación que se está haciendo”, dijo entonces la doctora Sheinbaum.
Sin embargo, las investigaciones a cargo de la Fiscalía de Delitos Sexuales no fueron para nada lo ágiles que pidió la Jefa de Gobierno. La denuncia se presentó en mayo de este año y la fiscal Alicia Rosas Rubí se tardó seis meses en realizar las investigaciones para determinar si había elementos para proceder o no contra el extitular de Seduvi. Apenas hace unos días, según afirman los abogados de la víctima, la Fiscalía comenzó a buscar a Rafael Gregorio Gómez Cruz en los cinco domicilios que el funcionario había proporcionado, pero “en ninguno de esos domicilios lo encontraron”.
Pero además, muy lejos del compromiso de Claudia Sheinbaum de que se haría una investigación expedita, la víctima y sus abogados aseguran que las autoridades de la Fiscalía perdieron tiempo en “trámites y burocratismos”, que se negaron durante meses a proporcionarles copia de la carpeta de investigación y que, justo cuando apenas empezaban a buscar a Gómez Cruz para someterlo a proceso por abuso sexual, el funcionario apareció muerto justo en uno de los cinco domicilios donde la Fiscalía decía no haberlo localizado.
Es decir, que Rafael Gregorio Gómez Cruz, cuya causa de muerte era hasta anoche un misterio y no había información oficial sobre el deceso, solo una versión de suicidio que dieron algunos de sus familiares, si murió lo hizo impune y sin haber sido siquiera citado a declarar por las denuncias de abuso y acoso sexual en su contra, porque durante seis meses la Fiscalía para Delitos Sexuales de la FGJCDMX ni siquiera le giró un citatorio para que compareciera a dar su declaración por los delitos de los que lo acusaron al menos dos mujeres que colaboraban con él en la Seduvi.
Y mientras el exfuncionario se fue impune, las víctimas se quedaron con su rabia e impotencia y sin la justicia que demandaron al gobierno de Claudia Sheinbaum y a la Fiscalía que encabeza la fiscal Ernestina Godoy, ambas instancias y funcionarias que presumen de ser “un gobierno y una fiscalía feministas”, donde los delitos de violencia contra las mujeres supuestamente son prioritarios. La víctima de Rafael Gregorio Gómez Cruz, de la denuncia que aquí documentamos el 4 de junio, se negó siempre a negociar con él, tal y como se lo propusieron los abogados de su agresor e incluso algunos funcionarios de la Fiscalía.
“Me insistieron bastante en que negociara y que llegáramos a un arreglo, pero yo siempre dije que no, que no quería para nada su dinero, que lo único que quería era que pagara por su abuso y que se me hiciera justicia. Hoy me siento impotente, frustrada y desprotegida por las autoridades que se tardaron seis meses para realizar las investigaciones y que supuestamente no pudieron localizarlo ni hacerlo comparecer en todo ese tiempo por negligencia y burocratismos. Es desesperante, si es que murió, quedarme con mi coraje y el abuso que sufrí, sin reparación y sin justicia”, comentó a esta columna la joven de 32 años que acusó a Rafael Gregorio Gómez Cruz de haberla abusado y tocado sexualmente sin su consentimiento y justo cuando acababa de ser contratada para colaborar con él en la Seduvi.
Rafael Gregorio Gómez Cruz manejó durante los nueve meses que estuvo al frente de la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (de septiembre de 2021 a mayo de 2022) todos los permisos de construcción de edificios, torres y desarrollos inmobiliarios en la Ciudad de México y conoció toda la información sobre un área estratégica y en donde se ha documentado corrupción y tráfico de influencias en el otorgamiento de dichos permisos por parte de funcionarios capitalinos de ésta y las anteriores administraciones.
Y ¿entonces? En medio del misterio que rodea a la muerte por presunto suicidio del extitular de la Seduvi, la pregunta que queda —junto con la impotencia y el coraje de sus víctimas— es si el discurso de feminismo, justicia para las mujeres abusadas y violentadas, y el slogan de “una ciudad de derechos”, ¿son sólo eso? ¿discursos y slogans de campaña para tratar de llegar a la Presidencia?
NOTAS INDISCRETAS
Resulta inverosímil, por decir lo menos, que la principal acusación de Layda Sansores en contra de Ricardo Monreal de que haya negociado con el PRI una elección “a modo” para que Morena ganara Zacatecas, cuando eso es lo que han hecho desde el partido oficial y desde el gobierno de López Obrador para negociar y convencer a los gobernadores de oposición de entregar sus estados al oficialismo y, como “premio por portarse bien”, han sido nombrados varios exmandatarios priistas, como embajadores como parte de esos acuerdos.
Y entonces, si la denuncia de Layda no tiene fuerza de origen, lo que se está viendo es el inicio de una purga dentro de Morena, donde la gobernadora de Campeche es el instrumento del grupo encabezado por Claudia Sheinbaum para limpiar su camino rumbo a la elección del candidato presidencial morenista. No se puede entender de otra manera el ataque de Layda Sansores contra Monreal, porque aún con los llamados del presidente Andrés Manuel López Obrador a la unidad y la concordia dentro de su partido, y de que calificó “de mal gusto” esos pleitos internos, el mismo mandatario lleva dos días alabando y ponderando a la gobernadora de Campeche como “una mujer de lucha”, a la que dice querer muchísimo.
Es decir, que mientras con una mano condena los golpeteos internos en su movimiento, con la otra López Obrador valida y legítima una práctica ilegal como la que realiza Sansores al difundir conversaciones privadas producto del espionaje telefónico, ya no sólo a los opositores, sino también a los de la misma 4T. Al final, todo esto pudiera ser un ensayo político de las facciones más duras de Morena que apoyan a Claudia Sheinbaum para purgar, primero a Monreal y después, más adelante, a su principal competidor por la candidatura al 2024: al canciller Marcelo Ebrard. Si logran echar a Ricardo Monreal, nada garantiza que más adelante no le apliquen la misma lógica robespierrana a Ebrard para empujarlo a dejar Morena y a romper con López Obrador, para quedarse en solitario con la candidatura de Morena a la Presidencia de la República. La pregunta es qué harían después con Adán Augusto… Se baten los dados. Capicúa y repetimos el tiro.
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