Van cuatro ocasiones en que se reúnen oficialmente. La primera vez el enviado directo de la Casa Blanca para dialogar con México sobre el Cambio Climático y cómo los países de América del Norte pueden juntos evolucionar hacia las energías más limpias, la transición eléctrica y otras formas de existencia y de producción que nos permitan disminuir el nivel de emisiones de carbono a la destruida atmósfera terrestre, se llevó la impresión de que su interlocutor, con todo y ser el dirigente de toda una nación y, aunque tenía 10 años menos que él, no entendía ni un ápice de los conceptos del calentamiento global, elevación de la temperatura del planeta o la catástrofe ambiental y climática que ya empezó a ocurrir en el planeta Tierra.

La segunda vez Kerry debió entender que había que empezar a revisar, con el presidente mexicano y su equipo de colaboradores, desde el origen de estos temas de los compromisos de la COP27, el avance de las metas a las que se comprometió México en la citada cumbre mundial, y a establecer compromisos y mecanismos concretos para que, en el corto plazo, México se comprometiera a priorizar el cumplimiento de los acuerdos internacionales en materia de cambio climático, pero también las metas a mediano y largo plazo que el gobierno de los Estados Unidos solicitaba cumplir, para permanecer dentro de los acuerdos como socios comerciales dentro del TMEC y otros esquemas de colaboración bilateral.

Para la tercera vez, el señor Kerry, senador de los Estados Unidos por 28 años, presidente de la Comisión de Relaciones Exteriores del Senado estadounidense; candidato a la presidencia de su país en 2004; secretario de Estado del histórico Barack Obama y hoy nombrado como representante y enviado de la administración de Joe Biden para dialogar y negociar sobre el cambio climático, debió empezar a desesperar porque no veía avances concretos en las metas de México, ni en los compromisos contraídos con él y con el gobierno de Washington para acelerar a fondo el cumplimiento de esas metas y transitar de las energías fósiles, que hoy sigue utilizando México, al consumo, producción y distribución sólo de esas energías limpias y renovables.

Luego, la cuarta debió de ser sólo de “revisión de avances y cumplimientos” por parte de México y para la quinta reunión, que tuvo lugar ayer en Hermosillo, Sonora, el enviado de la Casa Blanca necesariamente tuvo que recordarle a López Obrador y a sus funcionarios ambientales y diplomáticos, que no se están poniendo al día para cumplir con el compromiso concreto de México, contraído en París en 2016, de reducir el 22 por ciento de sus emisiones de dióxido de carbono para el año 2030.

Y ayer, para la quinta reunión entre John Kerry y el presidente López Obrador, cuyos acuerdos y contenido aún no había sido revelada al cierre de esta columna, queda claro que el político estadounidense, que a sus 78 años busca contribuir a la reducción de emisiones tóxicas a la atmósfera y tratar de paliar los efectos nocivos y dramáticos del cambio climático en el planeta, vino de nueva cuenta a comprobar que el impacto del calentamiento global es un concepto que no le entra en la cabeza al Presidente de México, que ni lo entiende ni le importa y que, a través de sus secretarios y funcionarios ambientales designados, intenta ponerse al día en una reducción de emisiones contaminantes, sin que esa sea una prioridad, ni política, ni presupuestal, para su administración.

Al final, en medio de un diálogo que lleva ya cinco encuentros y poco más de un año, está muy claro que entre los dos personajes mencionados hay un abismo cultural, social, generacional y hasta político. El enviado estadounidense, con 78 años de edad, ha sido capaz de entender la gravedad del cambio climático y sus efectos, ya prácticos, reales y cotidianos en el clima de este planeta; mientras que el presidente mexicano, con 68 años, no sólo es incapaz de entender, explicar y sobre todo encabezar una lucha nacional contra el calentamiento global, sino que además es algo que le tiene sin cuidado y ni siquiera figura en su discurso diario y sus prioridades como gobernante.

Esos son los dos mundos en los que, más allá de amistad, relación, cooperación, sincretismo cultural, intercambio comercial y una lucha permanente y constante entre dos identidades fuertes, una profunda y milenaria como la mexicana y otra nueva, pragmática y armamentista, como es la estadounidense, conviven en una relación difícil, necesaria, interesada y, al final siempre fingida entre ambos lados para llevar una convivencia civilizada —con todo y la agresión invasora de 1847—. Dos mundos que tienen prioridades distintas, dos mundos cuyos gobiernos nunca coincidirán en un objetivo común y, si acaso, vivirán eternamente necesitándose y soportándose.

NOTAS INDISCRETAS…

Y mientras adentro, en la reunión privada entre Kerry y López Obrador, la presión era totalmente sobre México y su incumplimiento de objetivos contraídos en París en 2016, afuera del lugar donde dialogaban México y Estados Unidos, las presiones y protestas eran para el gobierno de López Obrador al reclamarle, miles de jóvenes estudiantes de la Universidad de Sonora, que estuviera siendo obligada por la Subsecretaría de Educación Superior de la SEP, que encabeza Luciano Conheiro, para aplicar los nuevos planes y programas educativos y formativos diseñados por el gobierno de la llamada Cuarta Transformación y que pretenden transformar a las universidades públicas del país a convertirse en semilleros ideológicos y políticos del llamado “movimiento de transformación” del lopezobradorismo. Y es que a la Unison la están obligando a modificar su modelo educativo de toda la vida, para implementar un nuevo modelo de “universidad popular y democrática”, que propone el nuevo modelo de Reforma Universitaria que lleva ya tres años de implementarse en universidades públicas de los estados, como una suerte de plan piloto para buscar finalmente el control de la Universidad Nacional Autónoma de México, en su proceso de renovación de la Rectoría Universitaria en el próximo 2023. Los estudiantes y académicos de una universidad, como la de Sonora, que se tuvo que forjar a fuerza de esfuerzos y luchas locales, con apenas apoyo mínimo de la autoridad educativa de la SEP, no están de acuerdo de que ahora, desde el Centro de la República, se le quiera decir qué tipo de universidad y de modelo educativo deben ser. Por eso la protesta de ayer en contra de los programas de Reforma Universitaria dictados desde el centro a las universidades estatales…Se lanzan los dados. Escalera doble. La semana mejoró.

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