El mensaje del Departamento de Justicia de Estados Unidos fue contundente y sin derecho de réplica. Con el anuncio del fiscal general Merrick Garland desde la misma Casa Blanca, la ofensiva contra el narcotráfico mexicano y, en particular contra el Cártel de Sinaloa y sus actuales líderes “Los Chapitos”, subió al más alto nivel y la colaboración del gobierno de México en la que será una guerra contra el fentanilo y sus principales productores y exportadores de origen mexicano fue obligada y con esta decisión, Washington prácticamente ignora y hace a un lado al presidente López Obrador y a su discurso absurdo de negar el procesamiento de esa droga letal en territorio mexicano y a su política de “abrazos, no balazos”, que tolera y arropa a los narcotraficantes.

No fue casualidad, para nada, que el mensaje de la administración Biden se diera justo un día después de que el gabinete de seguridad de México, encabezado por el canciller Marcelo Ebrard, fuera llevado hasta la Casa Blanca y se negociaran algunos de los términos de la ofensiva en contra del Cártel de Sinaloa y sus socios chinos y guatemaltecos que participan en la cadena para producir la droga del Fentanilo. Es claro que en el plan lanzado el viernes y anunciado como “rigurosas acciones ejecutivas en contra de la operación más grande, más violenta y más prolífica de tráfico de fentanilo en todo el mundo”, fue diseñado y ordenado, casi en su totalidad por el gobierno de los Estados Unidos, y que México si acaso pudo negociar la inclusión del tema de las armas de alto poder vendidas por empresas estadounidenses al narco sinaloense, que también fue incluido entre las acusaciones y persecuciones que hará el Departamento de Justicia.

Y es que las 28 acusaciones y órdenes judiciales emitidas por el gobierno estadounidense en contra de los participantes en la red de producción, tráfico y exportación del fentanilo mexicano a su territorio, son en su mayoría contra ciudadanos mexicanos y tienen como objetivo principal a los tres hijos de Joaquín Guzmán Loera: Ovidio Guzmán López “El Ratón”, actualmente preso en México y cuya extradición inmediata es parte del acuerdo, además de sus hermanos Iván Archivaldo y Jesús Alfredo Guzmán Salazar, actualmente en libertad en el territorio mexicano y por quienes se ofrece una recompensa de hasta 10 millones de dólares.

No hay duda de que la ofensiva estadounidense contra el Cártel de Sinaloa y su producción de fentanilo, es una respuesta fría y contundente de la administración Biden a dos temas que presionan fuertemente a la Casa Blanca y de los que parecen estar hartos: por un lado las fuertes presiones y exigencia de los republicanos desde el Congreso, con iniciativas para declarar “terroristas” a los cárteles mexicanos y acusaciones de “tibieza e incapacidad” del presidente Biden frente al gobierno mexicano y su tolerancia al narcotráfico, y por otra parte, también responden de manera directa al discurso provocador y autoexculpatorio del presidente López Obrador que pretende negar la participación de los criminales mexicanos en la elaboración, tráfico y exportación del la amenaza letal de la droga de fentanilo a los Estados Unidos.

Por eso, aunque López Obrador finalmente cedió al enviar a todos los secretarios de su militarizado gabinete de seguridad, encabezado por los titulares de la Defensa y Marina, junto con la vocera de los militares, la secretaria de Seguridad, Rosa Icela Rodríguez, el canciller Marcelo Ebrard y los titulares de Salud y Cofepris, al final es más que evidente que los acuerdos de Washington, para iniciar la guerra jurídica y policial en contra del Cártel del Sinaloa y sus principales capos, si bien se dan con la concurrencia de las agencias mexicanas de seguridad, también ocurren a pesar del presidente mexicano y su extraña e inexplicable tolerancia a los narcos sinaloenses, marcadamente a la familia de “Guzmán Loera”, como prefiere llamar el mandatario mexicano al capo preso en los Estados Unidos, al que incluso pidió disculpas en una de sus conferencias por referirse a él como “El Chapo”.

Veremos, pues, cómo hace el gobierno mexicano para que su cuestionada política de seguridad de “abrazos, no balazos” que ha sido tema de mofa y cuestionamientos desde todos los sectores políticos de Washington, desde el Congreso hasta la Casa Blanca y lo mismo por demócratas que republicanos, sea compatible con la guerra declarada por la administración Biden contra el Cártel de Sinaloa y el tráfico de fentanilo.

Habrá que observar qué dice hoy, en su mañanera, el presidente López Obrador de la que se plantea como una auténtica “cacería” en contra de Los Chapitos que finalmente son mexicanos. Ya que no haya dicho nada en sus discursos durante sus giras del fin de semana sobre un tema de la mayor relevancia y haya seguido con sus trillados mensajes contra “los conservadores, los corruptos” y hasta de las “corcholatas” morenistas, es un indicador claro de que a AMLO no le debió gustar nada lo que aceptó su gabinete de seguridad y se anunció el viernes desde la Casa Blanca. Porque al final, todo ese acuerdo y los anuncios se hicieron con él al margen y a pesar de él.

NOTAS INDISCRETAS… Qué tan aburrido, plano y soso resultó el primer debate entre los candidatos al gobierno de Coahuila, que el momento más interesante resultó ser cuando los seguidores de los distintos partidos, que estuvieron presentes en la transmisión del debate, comenzaron a gritar porras, rechiflas y ataques unos en contra de otros. Faltaban aún dos minutos para que terminara el evento, que resultó casi somnoliento, cuando la gritería del público hizo que los moderadores, Javier Solórzano y Sandra Romandía, tuvieran que alzar la voz y pedir, también a gritos, que se calmaran las porras y que permitieran concluir el debate. Y es que lo que se vio en poco más de una hora de transmisión fue a un candidato de la alianza Va Por México, Manolo Jiménez, demasiado sobrado y acartonado, hablando de sus propuestas genéricas, a un candidato de Morena, Armando Guadiana, queriendo verse fresco y atacando reiterativamente al PRIAN y ofreciendo como cambio a los coahuilenses una beca de 1,500 pesos “para todos, todas y todes”, mientras que Ricardo Mejía, del PT, apenas lograba colocar algunos lances y jabs declarativos contra el priista Jiménez, a quien acusaba de representar al “moreirato” y su continuidad, pero también contra el morenista Guadiana, de quien decía no representa a la transformación, sino a sus negocios. Y casi marginado y tratando de decir que él sí representaba a la opción del lopezobradorismo, apareció el candidato del PVEM, Lenin Moreno. En fin, que así de aburrido y soso fue el primer debate de la elección coahuilense… Por cierto que en el caso del Estado de México, cuyo primer debate se llevará a cabo el próximo 20 de abril, del equipo de la morenista Delfina Gómez confirman que su candidata sí participará en este primer encuentro con su adversaria Alejandra del Moral. “100% va la maestra al debate. Se solicitó recorrerlo por temas de agenda, pero se mantiene el 20 y ahí estará”, nos dijo un colaborador de la candidata morenista. El jueves en sesión de su consejo, el Instituto Electoral Mexiquense, que preside Amalia Pulido Gómez, acordó que el próximo jueves tenga lugar el primer debate y que hoy lunes 17 se definan los temas que abordarán las dos candidatas a través de una tómbola. Será interesante ver cómo se conduce Delfina en su calidad de puntera y favorita en las encuestas y si Alejandra del Moral, que se niega al ataque y a la descalificación de su contrincante por un tema de “sororidad” entre mujeres, es capaz de aprovechar esta primera oportunidad para tratar reducir la amplia ventaja que aún le lleva la morenista… Y hablando de morenistas, las tres corcholatas presidenciales anduvieron muy activas el fin de semana. Claudia Sheinbaum, que está metiendo el acelerador a fondo, fue arropada por la nomenclatura de su partido en Veracruz, encabezada por el polémico gobernador Cuitláhuac García y la no menos controversial secretaria de Energía, Rocío Nahle. Fue curioso que mientras la jefa de Gobierno era vitoreada por acarreados del gobernador, el secretario Adán Augusto, en un evento más discreto, era apoyado por cañeros en Acayucan, mientras Marcelo Ebrard se fue a Puebla a inaugurar una nueva oficina de pasaportes acompañado del gobernador Jorge Salomón. Y el domingo en Monterrey, Sheinbaum sorprendió al ser recibida afectuosamente por el gobernador Samuel García y su esposa Mariana Rodríguez, que la invitaron a desayunar a su casa y compartieron ambos los videos del encuentro en sus redes sociales. No cabe duda que cuando se trata de buscar votos hasta se olvidan las diferencias polarizantes entre “transformadores” y “conservadores”, cualquier cosa que eso signifique… Los dados vuelven recargados y mandan una Serpiente Doble. La semana empieza agitada.

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