“De ese choque, va a salir lumbre”, me dijo ayer un querido amigo cuando comentamos el encontronazo ya frontal que se traen el presidente López Obrador y el empresario Ricardo Salinas Pliego. Y algo debe saber mi amigo porque ayer mismo comenzaron a salir chispas en la guerrita declarativa entre el mandatario y el presidente de Grupo Salinas que, ya con alusiones personales y menciones directas, se acusaron de ataques mutuos y de abusar cada uno de su poder en perjuicio del otro.
Pero, ¿en qué momento pasamos de la amistad pública de nombrar a Salinas Pliego asesor de la Presidencia, a las acusaciones —primero indirectas y ahora ya abiertas y directas— entre el empresario y el Presidente? Pues justo ayer cuando, desde su mañanera, López Obrador lanzó la primera acusación directa contra Salinas Pliego, empresario al que siempre cuidó y defendió, al afirmar que lo ataca porque “está enojado por que tiene que pagar impuestos” y encararlo de manera directa con esta afirmación: “Tienen problemas con nosotros. No es Alatorre, es Ricardo Salinas que tiene diferencias con nosotros, que es natural. Nada más que no hay que confundir una cosa con otra”, dijo el Presidente en tono de advertencia.
Luego siguió el mandatario: “Respeto su punto de vista si él piensa que es censura, pero yo prefiero que él diga que yo lo quiero censurar, a que yo pase a la historia como cómplice, como encubridor, porque yo estoy aquí para defender los intereses del pueblo, pero tiene todo su derecho de expresarse, de manifestarse”. Cuando un reportero le comentó que Salinas Pliego decía que era su amigo, el Presidente atajó de inmediato: “Sí, pero esto no es un asunto de amistad y familia, por encima de los intereses personales está el interés general, del pueblo, de la nación”.
Las alusiones directas a su persona y las acusaciones de que utiliza sus medios de comunicación para atacar al gobierno y al Presidente porque le enoja pagar impuestos, tuvieron inmediata respuesta de Ricardo Salinas Pliego: “El país se cae a pedazos, el gobierno debería ponerse a trabajar”, fue la respuesta más dura del empresario que, sin aludir personalmente al Presidente, contestó uno a uno los señalamientos que le hizo en su mañanera el mandatario. “En lugar de estar culpando a los medios, por mostrar la verdad, el Gobierno se debería poner a trabajar”.
Y se soltó el presidente de Grupo Salinas: “Ya vimos que echar culpas no resuelve nada y el país se sigue cayendo a pedazos, inseguridad, salud, justicia, educación, no hay resultados…Nosotros mientras tanto seguimos trabajando para reabrir tiendas y ayudar a los damnificados, con despensas y servicios que son necesarios. ¿Cuándo dejarán de culpar al pasado y a los demás y se pondrán a trabajar y dar resultados?”, preguntó el empresario.
Ayer, después de 23 años de haberse acercado para beneficio mutuo, Salinas Pliego y López Obrador llegaron a un punto casi de ruptura después de meses de tensión por los adeudos fiscales del empresario por 25 mil millones de pesos y su negativa a pagar, mientras al Presidente lo presionan los grupos más duros de su gabinete para que se obligue a pagar a su amigo y asesor en temas empresariales. Tan duro como fue el ataque presidencial desde su mañanera, fue también la respuesta del influyente empresario, y eso confirma que se rompieron los puentes de entendimiento en este diferendo total que tienen los dos personajes públicos.
Para nadie es un secreto que López Obrador y Salinas Pliego se beneficiaron mutuamente durante el ascenso político del tabasqueño: el empresario apostó por él políticamente y financieramente, mientras el político aprovechó la influencia de los medios de su amigo para impulsar su crecimiento político. Y ese acuerdo tácito, esa relación de conveniencia entre los dos funcionó durante casi 20 años, en los que ambos se cuidaban mutuamente, hasta que Andrés Manuel llegó a la Presidencia.
Cuando lanzó su política de “cero tolerancia” a la evasión de impuestos y a la condonación de adeudos fiscales a las grandes empresas, el Presidente dio uno de los golpes más contundentes en su gobierno, para tratar de demostrar que, como dijo en campaña, iba a separar el poder político del poder económico. Y conforme comenzaron a caer los grandes corporativos y las grandes empresas mexicanas, acorraladas con amenazas y exhibiciones públicas desde la Presidencia de la República, y que terminaban cediendo y ofreciéndole al SAT el pago de sus deudas millonarias, había siempre un nombre que no aparecía en las listas de los pagadores de adeudos fiscales: el de Ricardo Salinas Pliego.
Las críticas de la prensa por el trato privilegiado que se le daba a Salinas Pliego fueron lo primero que le llegó al Presidente, pero después fueron las presiones desde Morena y el ala radical de su gabinete, en donde no sólo le pedían al Presidente permitirles iniciar los juicios contra los adeudos de Grupo Salinas, sino que él personalmente acusaría al empresario. El pleito comenzó cuando personajes de la 4T y todo el aparato de redes sociales de la Presidencia activaron una campaña de cuestionamientos al empresario, que en respuesta también intensificó el uso de sus redes sociales y de los medios de comunicación que maneja para cuestionar la ineptitud del gobierno de López Obrador ante el desastre de “Otis” en Acapulco.
Ayer llegó el punto culminante de esa tensión con el lance abierto del Presidente contra Salinas Pliego y la respuesta fuerte de éste a los señalamientos presidenciales. Lo que venga ahora en esa confrontación será seguro un escalamiento verbal de ambos lados y quién sabe si de ahí se pase a otro tipo de acciones, campañas o represalias, pero lo cierto es que, como me dijo ayer mi buen amigo, en ese pleito ya comenzó a salir lumbre.
Los dados cierran semana con Escalera Doble. Buen descanso y salud para los amables lectores.