Como si se tratara de una mala broma o un acto de autosabotaje, el presidente López Obrador eligió el pasado 4 de julio, Día de la Independencia de Estados Unidos, para lanzar un comentario totalmente inapropiado e injerencista sobre la inminente extradición del periodista Julian Assange a Estados Unidos y su posible enjuiciamiento por delitos de “traición, filtración de documentos y espionaje” de los que lo acusa el gobierno estadounidense: “Si lo llevan a Estados Unidos y lo condenan a pena máxima y a morir en prisión, hay que empezar la campaña de que se desmonte la Estatua de la Libertad”.
El llamado del Presidente mexicano, en contra del máximo símbolo de las libertades y la democracia estadounidense, y que además pone en duda las razones del gobierno de Estados Unidos para solicitar la extradición y el enjuiciamiento del periodista de origen australiano que reveló documentos confidenciales y clasificados como de seguridad nacional para ese país, ocurrió justo una semana antes de que López Obrador arribe a la Casa Blanca para reunirse con el presidente Joe Biden.
Más allá de la defensa de Assange y de su labor periodística al revelar documentos secretos en su página de Wikileaks , el comentario que pone en duda al sistema de justicia estadounidense y el respeto a las libertades y derechos en ese país a partir del caso del periodista australiano, no parece casualidad ni en su contenido ni en su timing viniendo de un político como López Obrador, que si algo domina es el manejo de los tiempos políticos. Si lo que dijo fue meditado, entonces estaríamos ante una muestra más del poco respeto y cortesía políticas que el mandatario de México le ha mostrado al presidente Biden, algo que se vuelve cada vez más notorio si se compara con el trato siempre cuidadoso y precavido que tuvo, y sigue teniendo, hacia el expresidente Donald Trump .
Porque si bien de palabra, López Obrador siempre se refiere al presidente Biden como “un buen hombre” y habla de una “muy buena relación y cooperación” con el actual inquilino de la Casa Blanca; en los hechos, el Presidente mexicano ha dejado muy claro que al demócrata no le tiene, con mucho, el mismo nivel de respeto y comedimiento que siempre tuvo para Trump y que incluso le sigue teniendo al político republicano aun fuera de la presidencia. Parece solo un tema de formas, pero queda claro que por la formación de priista reyesheroliano que tiene López Obrador, en su trato hacia Biden como en la mayoría de sus acciones, la forma es fondo.
Porque, además, si se tratara realmente de una defensa del periodismo libre, crítico y transgresor hacia el poder que representa Assange, López Obrador sería el gobernante menos indicado para defender la libertad del periodista y el derecho a la información y la transparencia. Doce periodistas asesinados en lo que va de este año y 60 en total en sus casi cuatro años de gobierno, no son precisamente un indicador que hable de un Presidente que valora y defienda la libertad de prensa. Si a la impunidad que priva en esos asesinatos se le suma el discurso presidencial en contra de la prensa crítica, la descalificación constante de periodistas y de reportajes de investigación sobre corrupción en su familia y en su gobierno, está claro que no es la transparencia ni el periodismo lo que defiende el Presidente mexicano.
Pretender que la transparencia y el respeto al periodismo y a la prensa crítica se debe aplicar sólo en Estados Unidos, pero no en México (“hágase la transparencia en los bueyes de mi compadre”) es algo tan burdo e insostenible que desnuda de cuerpo entero a López Obrador en su falsa defensa de Julian Assange. Ni él ni su gobierno se caracterizan por practicar esa transparencia y mucho menos por defender, respetar y garantizar el libre ejercicio de la prensa crítica. Esta es, con mucho, la administración más opaca, la que más información pública y del uso del presupuesto ha reservado por supuestas “razones de seguridad”, y la que más niega el acceso a la información a ciudadanos y periodistas.
Sería bueno entonces que el presidente López Obrador se quitara su falsa máscara de defensor de Assange y del “periodismo libre” que para muchos representa el australiano, y dijera con total claridad por qué le gusta menospreciar, provocar y hasta sabotear a un presidente como Joe Biden que, si bien defiende los intereses de su país como todos sus antecesores, dista mucho de ser el mandatario antimexicano, racista y violento contra los mexicanos que sí fue Donald Trump. Cada vez es más claro que el Presidente de México sigue apostando y jugando en las elecciones estadounidenses y que su corazón y su apuesta siguen estando con el peligroso y cuestionado trumpismo, que busca regresar al poder en 2024, pasando por las elecciones senatoriales de noviembre.
Notas indiscretas
La captura del líder de la Columna Armada “Pedro J. Méndez”, Octavio Leal Moncada “El Tarzán” , ocurrida ayer en Monterrey, incendió varias ciudades de Tamaulipas por los bloqueos y movilizaciones de hombres armados, pertenecientes a este grupo que comenzó siendo de “autodefensas” y se convirtió en brazo armado del Cártel del Golfo . La detención del “Tarzán” ejecutada por la Fiscalía de Justicia de Tamaulipas, con la colaboración de autoridades de Nuevo León, va más allá de las acusaciones oficiales y parece más parte de una estrategia política del gobierno panista de Francisco García Cabeza de Vaca para intentar anular las pasadas elecciones de gobernador en las que ganó Morena con el actual gobernador electo, Américo Villarreal. Y es que Leal Moncada, líder del grupo armado, fue originalmente aliado de Cabeza de Vaca y del PAN en 2016, y apoyó a los panistas en la conquista del estado en aquel año. Pero conforme la Columna “Pedro J. Méndez” hoy llamada también “Columna Cívica” pasó de ser un grupo de autodefensas para volverse parte del CDG y apoyarlos en su guerra contra Los Zetas, “El Tarzán” se volvió cada vez más poderoso y se acercó a Morena, a partir de una reunión que sostuvo con ellos el subsecretario de Gobernación de la 4T, Ricardo Peralta, quien se reunió con Octavio Leal Moncada y su columna armada en agosto de 2019, en un encuentro que después sería criticado por el mismísimo presidente López Obrador, que dijo que su gobierno “no tenía reuniones con grupos criminales”. A partir de aquel acercamiento el grupo armado se vinculó a Morena y en las pasadas elecciones de gobernador apoyó abiertamente la campaña del doctor Américo Villarreal y de los candidatos morenistas, con acciones como retirar la propaganda panista en los cinco municipios que controla en el centro del estado y que son: Hidalgo, Mainero, San Carlos, Villagrán, Villa de Casas y San Nicolás. Eso parece ser parte de lo que le están cobrando el fiscal Irving Barros y el gobernador Cabeza de Vaca, que ya habían intentado detener a Leal Moncada 15 días antes de las votaciones del pasado 5 de junio en Ciudad Victoria, pero en esa ocasión no pudieron atraparlo y el líder armado terminó burlándose de ellos. Por eso ahora su detención ha encendido los “focos rojos” en la 4T y en Morena. Un análisis interno de inteligencia federal elaborado ayer a partir de la detención del “Tarzán” en Monterrey, y al que tuvo acceso esta columna, indica que “la detención de Octavio Leal Moncada, por parte de autoridades del estado de Tamaulipas, representa la posibilidad de una alarma en el proceso electoral a gobernador, debido a que la integración del recurso de impugnación a la elección estatal tiene, como uno de sus ejes centrales, la participación del crimen organizado en la movilización del voto de Morena, particularmente, la de la Columna Armada Pedro José Méndez, en los municipios del centro de Tamaulipas. No hay que perder de vista que la actitud del gobierno del estado ha sido, en todo el proceso, 'de un todo o nada', utilizando su fortaleza y control institucional, y busca a toda costa descarrilar el proyecto de Américo Villarreal Anaya, ahora aún más, con el anuncio de la suma de Santiago Nieto como integrante del equipo de transición de Américo Villarreal, quien ha anunciado medidas para desmantelar la influencia del gobernador en otros poderes”. Y no está nada equivocado el análisis de la Segob en su alarma, porque según información que nos llega directa de Ciudad Victoria, a Octavio Leal Moncada lo está presionando la Fiscalía, no solo con la detención de su hijo Octavio, a quien también capturaron ayer en San Pedro Garza García por un pleito con un médico, sino también proponiéndole un “acuerdo” para que él y su hijo sean liberados y se les conmuten los cargos o al menos se les dé un trato de “testigos protegidos”. Lo que la Fiscalía de Tamaulipas le está pidiendo a Octavio Leal Moncada es que declare en contra del doctor Américo Villarreal, de Ricardo Peralta e incluso del hijo del presidente, Andrés Manuel López Beltrán , conocido como “Andy”. Al líder armado le proponen decir que esos tres personajes fueron el conducto para que su grupo apoyara y financiara las recientes campañas a la gubernatura de Morena. Con esa declaración, Octavio Leal y su hijo del mismo nombre recibirían un trato especial, y el gobierno de Cabeza de Vaca tendría material que vale oro para presentar su impugnación final a los comicios del pasado 5 de junio, para pedir la anulación de la elección “por apoyo del narcotráfico a Morena y a su candidato Américo Villarreal”. De paso, nos dicen, el gobernador y la Fiscalía quieren que el líder de la “columna armada” declare lo que le piden en presencia de dos agentes del FBI de Estados Unidos, para que ellos puedan utilizar también su declaración en las investigaciones abiertas por agencias estadounidenses por el presunto financiamiento ilegal a Morena. ¿Así o más perversos los intentos del gobernador Cabeza de Vaca por anular la elección pasada y ganar tiempo y oxígeno en su ruta hacia una posible detención y encarcelamiento?... Los dados repiten Serpiente. Caída Libre.
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