La carrera política de Andrés Manuel López Obrador se ha fincado, toda, en un mismo principio que es a la vez su principal línea discursiva: “la defensa de los más pobres”. Con esa bandera y un slogan que se convertiría después en programa de Gobierno: “Por el bien de todos, primero los pobres”, logró ganar la Jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en el año 2000 y construyó, desde ahí, una exitosa campaña presidencial en el 2006, en la que esbozó y socializó la que sería después su plataforma política para conquistar finalmente la Presidencia de la República en el 2018: los apoyos económicos directos a los sectores más necesitados de la población.
Así, del programa de pensión para adultos mayores, que lo catapultara desde el entonces DF al conocimiento nacional, y que después fuera imitado y copiado por los gobiernos del PAN y del PRI, López Obrador pasó a instaurar los apoyos para madres solteras, los apoyos económicos para jóvenes que ni estudian ni trabajan, el polémico “Jóvenes Construyendo el Futuro”, hasta los subsidios de “Sembrando Vida” a productores y campesinos que siembren árboles frutales o maderables en sus tierras. Ese conjunto de programas sociales, todos basados en la entrega directa de recursos a la población necesitada, es como el presidente pretende “salvar a los más pobres y ayudarlos a salir de la pobreza”.
Lo que para sus críticos y detractores, dentro y fuera de México, son programas y estrategias “populistas y demagógicas” que no resuelven el problema estructural de la pobreza ni logran mejorar las condiciones generales de vida de la población beneficiada, para López Obrador y su proyecto son “un mecanismo de redistribución de la riqueza” y un “acto de justicia social” con el cual los sectores más bajos de la pirámide económica reciben una ayuda económica que los ayuda a resolver sus necesidades básicas y los inserta en la economía mejorando incluso los niveles de consumo de ese sector de la población.
La realidad es que más allá de entregar dinero directo y sin intermediarios a los grupos de más bajos deciles de ingreso, no hay ningún otro planteamiento de fondo en su política económica, industrial o laboral que fomente la idea de apoyar a esos sectores a salir de la pobreza y mejorar sus ingresos y sus capacidades adquisitivas, de educación, salud y desarrollo. Si acaso hay las preparatorias y universidades que se ha propuesto impulsar el gobierno lopezobradorista, pero en ningún caso se ha logrado consolidar un sistema educativo real y con calidad académica que realmente ofrezca a las familias más pobres y a su hijos e hijas, la posibilidad de una educación media superior o superior de calidad que les permita avanzar y desarrollarse económica y profesionalmente.
Luego entonces, si todo el “amor por los pobres” que profesa López Obrador y que se regodea en comparar con la filosofía del cristianismo y lo que él llama el “activismo social” de Jesucristo, se limita a entregarles de 3 a 5 mil pesos mensuales, y a acercarse con ellos en las giras y eventos o hablarles todas las mañanas con sus mismas frases, modismos y hasta errores de pronunciación de las palabras, difícilmente puede decirse que su proyecto y discurso de “primero los pobres” logrará algo más que un presidente con altos niveles de aprobación en las clases más bajas y muy popular entre ellos porque les da sus ayudas mensuales, aunque no les esté generando condiciones reales para salir de la pobreza ni en el mediano ni en el largo plazo.
Porque hasta ahora no hay metodología, estrategia o programa que a nivel mundial haya logrado reducir la pobreza con solo la entrega de ayudas o subsidios económicos, que si bien son importantes y pueden ser hasta vitales para ciertos grupos de población, no funcionan ni logran un objetivo real y tangible de reducción de pobreza, cuando van solos y no se acompañan de políticas públicas para hacer crecer la economía, crear y mejorar el empleo y aumentar los ingresos, por no hablar ya del acceso a la educación, de la mejoría en la seguridad y del combate a la impunidad y el acceso a la justicia en las colonias más pobres.
Y ¿entonces? Si no los está ayudando realmente a salir de la pobreza ni es ese su objetivo real, ¿cómo es que Andrés Manuel dice querer tanto a los pobres y que son el eje principal de su proyecto de “transformación” del país? La respuesta a esas preguntas se puede encontrar en al menos tres frases que se le han escuchado al ahora presidente cuando se refiere al sector de la población que dice estar en primer lugar de su programa político.
La primera la dijo el 29 de marzo de 2019, cuando respondía, desde su conferencia mañanera, a las críticas de los “neoliberales” a su política social: “La justicia es atender a la gente humilde, a la gente pobre. Esa es la función del gobierno…hasta los animalitos -que tienen sentimientos, ya está demostrado- ni modo que se le diga a una mascota: ‘A ver, vete a buscar tu alimento’. Se les tiene que dar su alimento, sí, pero en la concepción neoliberal todo eso es populismo, paternalismo”, dijo el presidente.
Luego, el 15 de noviembre de 2020, durante las inundaciones que vivió el estado de Tabasco, el presidente sobrevolaba las zonas afectadas en su estado a bordo de un helicóptero militar, y confesó públicamente que en el dilema entre inundara a Villahermosa o a las comunidades chontales, las más pobres del estado, su gobierno optó por afectar a los más pobres: “Tuvimos que optar entre inconvenientes, no inundar Villahermosa y que el agua saliera por el Samaria, por las zonas bajas. Desde luego se perjudicó a la gente de Nacajuca, son los chontales, los más pobres, pero teníamos que tomar una decisión”.
La referencia más reciente, para entender su visión del problema de la pobreza, la hizo ayer, también en su conferencia mañanera, cuando habló de los resultados electorales y de cómo influyó la tragedia del colapso de la línea 12 del Metro, en donde murieron 26 personas el pasado 3 de mayo: “En el caso de lo de la Línea del Metro, los más afectados, Iztapalapa, Tláhuac, gente humilde, trabajadora, buena, entiende de que estas cosas desgraciadamente suceden y ahí no impacta política-electoralmente, sin embargo las colonias de clase media, media alta, ahí sí”, sostuvo el presidente.
Esas tres expresiones, que son apenas unas de las muchas que ha hecho en su discurso de los últimos 20 años sobre su “afinidad, amor y defensa de los pobres”, ilustran muy bien lo que representan los sectores sociales más necesitados y marginados en el discurso y el proyecto de López Obrador: clientelas políticas fieles y leales, que le garantizan votos, siempre y cuando él los cuide y alimente como si fueran sus mascotas y les entregue, puntualmente cada mes o cada bimestre, sus ayudas en dinero en efectivo. La semana pasada, el viernes, el presidente repetía su admiración por Cristo, como “el más grande luchador social que ha existido” y se equiparaba con él porque fue perseguido por defender a los pobres. Sólo que Cristo les ofrecía a los marginados el cielo y la vida eterna a cambio de una vida de resignación y sufrimiento, y Andrés Manuel ¿qué les ofrece más allá de 3 mil o 4 mil pesos mensuales?
NOTAS INDISCRETAS… En la visita de Kamala Harris a Palacio Nacional, después de haberla recibido en la Puerta Mariana con un cambio de sexo y de nombre (“presidente Kabala, bienvenida”) López Obrador se ofreció para darle, fuera de agenda, una visita guiada por los murales de Diego Rivera en las escaleras principales del Palacio y aprovechó para regalarle un presente beisbolero a la vicepresidenta de Estados Unidos, que correspondió el gesto con otro presente también de beisbol que le entregó a su anfitrión mexicano. No nos dan detalles de qué presentes se trataba, pero sí de los equipos a los que aludían ambos presentes, el de López Obrador a sus amados Dodgers, y el de Kamala a los Athletics de Oakland… Por cierto que la visita de Kamala sirvió, además de la firma de un importante Memorándum con compromisos puntuales sobre migración, seguridad y cooperación económica —incluidos 130 millones de dólares que Washington mandará a México en los próximos 3 años—, para que se pudiera ver, después de varios meses de ausencia, al embajador mexicanos en Estados Unidos, Esteban Moctezuma Barragán, quien fue parte de la comitiva que recibió a la señora Harris y también parte del equipo de 7 colaboradores que acompañaron al presidente en la reunión privada. Desde que se fue a Washington, en febrero pasado, el embajador Moctezuma no se ha dejado ver ni en actividades allá en Estados Unidos ni en contacto con los medios mexicanos. El bajo perfil que ha manejado es extraño para el representante diplomático en la embajada más importante que tiene México y solo se explica porque el extitular de la SEP haya llegado a la sede de la embajada a aprender primero sobre sus nuevas funciones. Sería deseable que, si ya aprendió, don Esteban se vuelva más visible por la importancia de la embajada que ocupa… Se lanzan los dados. Escalera y subimos.