En Palacio Nacional, entre los integrantes de la cúpula del gobierno, circula una pregunta inquietante: ¿en qué momento y en qué día, en su conferencia mañanera, el presidente López Obrador anunciará su renuncia a Morena y que se va del partido que él mismo fundó y que lo llevó a la Presidencia de la República?

Porque los desacuerdos, el desorden y el enfrentamiento que prevalece en Morena, en el proceso de renovación de su dirigencia nacional, han ahondado la “molestia y la decepción” que el presidente expresó hacia su partido, en la advertencia que les hizo públicamente desde el pasado 29 de agosto. Los vicios y las prácticas tribales, sumadas a la confrontación interna y a las denuncias de funcionarios del gobierno federal que están desviando recursos federales para  las campañas internas, hacen que la amenaza de López Obrador esté latente y que, si es que Morena no evita esas conductas y resuelve civilizadamente sus disputas internas, ocurra un hecho inédito en la vida política del país: que un presidente de la República en funciones renuncie a su militancia partidista.

Y es que en Morena han ignorado los llamados y las amenazas del mandatario, como la recomendación que les hizo de renovar su dirigencia mediante el método de las encuestas, por la insistencia de una facción en llevar a cabo un proceso de elección interna con asambleas de militantes que han resultado turbulentas y cuestionadas porque el padrón que se está utilizando no es confiable y fue realizado y controlado por uno de los grupos que buscan la dirigencia.

Lo que ocurre en las Asambleas Distritales de Morena, donde hubo desde balazos hasta denuncias de rasuramiento del padrón, ha recrudecido las pugnas entre los aspirantes a la dirigencia, al grado de que la actual dirigente y aspirante, Yeidckol Polenvsky, habló de cancelar el proceso de elección de la dirigencia, aunque el grupo de Bertha Luján y Héctor Díaz Polanco, insisten en continuar con las Asambleas. Tan burdas han sido las maniobras de algunos grupos, que el hecho de que le hayan negado al diputado y aspirante Mario Delgado, el acceso a votar en la asamblea que le correspondía en la CDMX el pasado fin de semana, ha unificado las críticas y los cuestionamientos al proceso. 

Lo mismo los simpatizantes que los adversarios del líder de la mayoría morenista en San Lázaro, califican el hecho de que lo hayan bloqueado como “una bajeza y un acto impropio” de un partido que se dice diferente y que está  repitiendo los mismos vicios del viejo PRI y del antiguo PRD. De esa maniobra que le impidió a Mario Delgado votar, responsabilizan al acalde de Iztacalco, Armando Quintero.

Pero además de  las reyertas internas, lo que ha aumentado la molestia de López Obrador  con su partido, son los intentos de un grupo de utilizar los recursos públicos, a través de los delegados federales en los estados, para favorecer la campaña de  una de las candidatas. Por eso, en la reunión que sostuvo el martes pasado con los 32 superdelegados de cada una de las entidades federativas, y con su coordinador Gabriel García, el presidente fue muy duro en la amenaza de que se va a despedir e incluso a acusar penalmente a aquellos  coordinadores estatales de su gobierno que desvíen recursos y programas federales para intervenir en el proselitismo de los candidatos de Morena.

“No somos el PRI para repetir lo que durante décadas nos hicieron a nosotros, fraudes con el aparato y los recursos del Estado.  Hacer proselitismo político con el dinero público ya es delito grave por iniciativa de nosotros mismos y se va a despedir y a aplicar la ley a aquellos que lo hagan desde este gobierno”, les advirtió López Obrador a sus superdelegados y al propio Gabriel García, incluso con algunas palabras subidas de tono. El mismo día que el presidente amenazaba a los superdelegados, en la Cámara de Diputados, la secretaria de Bienestar, Luisa Albores, anunciaba que los delegados en Colima, Indira Vizcaíno, y de Tamaulipas, Marcos Cruz Martínez, serían despedidos e investigados por participar en actos  proselitistas de Morena en sus estados.

El ambiente, en esa reunión de Palacio Nacional, cuentan algunos de los asistentes, fue totalmente tenso y ante el fuerte regaño y la amenaza del  presidente, varios de  los coordinadores estatales volteaban a ver a Gabriel García, pues según afirman algunos de ellos, fue el Coordinador de Programas Federales de la Presidencia, quien les pidió movilizarse en los estados y en los 300 distritos con los padrones de beneficiarios y la estructura de los Servidores de la Nación, para apoyar la candidatura de Bertha Luján.

Así que, ante el desgarriate morenista, y la incapacidad del partido gobernante de resolver sus pugnas y estar a la altura de lo que les exige la Cuarta Transformación, que nadie se sorprenda si un día de estos, desde la mañanera, Andrés Manuel López Obrador, anuncia que se va de Morena. No sería la primera vez que abandona a un partido que fundó y dirigió, ya lo hizo con el PRD y antes con el PRI. Solo que ahora, siendo presidente, el hecho cobraría una nueva dimensión y, todo indica que sin AMLO Morena se desinfla y, según estimaciones internas, más de  la mitad del partido seguiría al presidente y abandonaría también las filas morenistas. ¿Qué pasaría si eso ocurre en las elecciones intermedias de 2021?

NOTAS INDISCRETAS… Primero dijo que “no tendría problema en buscar nuevos horizontes” y ahora dice que “los cargos no se renuncian, se asume la responsabilidad”. Lo cierto es que Alfonso Durazo ha quedado completamente rebasado y desgastado tras sus errores y mentiras en la crisis de Culiacán. Aunque no quiera renunciar, al interior del gabinete hay la percepción de que el presidente no le aceptó la renuncia en el primer momento, pero tampoco está contento con todo lo que generó el pésimo operativo para capturar a Ovidio Guzmán, al grado de que López Obrador ya se ha deslindado al decir que no estuvo enterado de esta acción. Y ya dentro del gabinete muchos ven a Durazo como “inservible” para los fines del presidente y de su estrategia de seguridad y comienzan a hablar de un relevo próximo en la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana, a donde algunos ven que López Obrador podría mandar a Marcelo Ebrard a tratar de recomponer el daño que causó la actuación de Alfonso Durazo, a quien lo mandarían a otra posición del gabinete.  Ese enroque, que suena aún como especulación dentro de los cercanos al presidente, dicen que de darse sería hasta después de que se apruebe el T-MEC, lo cual podría ocurrir a mediados de noviembre. ¿Será que Durazo no renuncia pero sí lo renuncian?... Se lanza el tiro. Capicúa de los dados. 

sgarciasoto@hotmail.com

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