Con una Asamblea Nacional convocada y controlada por él mismo, donde sus seguidores fueron colocados en las primeras filas y los que disienten los relegaron a los últimos lugares, ayer se consumó la reforma estatutaria del PRI con la que Alejandro Moreno Cárdenas podría buscar reelegirse al frente del viejo partido hasta por 8 años consecutivos, lo mismo que los dirigentes estatales y municipales que lo acompañan. Los gritos de “¡No Reelección!” que resonaban desde las últimas filas del salón del Pepsi Center en la Ciudad de México, fueron apagados con porras de “¡Alito, Alito!” que confirmaron que el debilitado partido tricolor ya tiene dueño.

Y ensoberbecido por el enorme poder que ayer le entregaron sus delegados incondicionales, Moreno Cárdenas arremetió en su primer discurso contra los priistas que se fueron de su partido, pero también contra los muchos priistas que han cuestionado duramente su reforma reeleccionista, a través de desplegados y pronunciamientos en los medios, en donde acusan que con estos cambios Alito prácticamente se apropiará de lo que queda del PRI.

“¡Allá afuera, estos que se dicen que participaban del PRI, una bola de cínicos, de lacayos, de esquiroles, al servicio del gobierno y de sus intereses, que quieren romper la unidad, a cambio de la impunidad, pero ellos fueron el peor lastre de nuestro partido, ellos estuvieron al frente cuando castigaron al PRI, con el Pemexgate; hay militantes del PRI vinculados al asesinato de nuestro candidato presidencial y eso le costó al PRI, no vamos a tapar a nadie, vamos a exigir cuentas, transparencia y los vamos a convocar a que cumplan con su responsabilidad”, dijo sin mencionar nombres pero aludiendo a exdirigentes y excandidatos priistas que lo han cuestionado por los cambios estatutarios como Dulce María Sauri, Francisco Labastida Ochoa y Manlio Fabio Beltrones.

Mientras afuera priistas inconformes con la reforma reeleccionista, provenientes de todos los partidos, intentaron dar portazo a la Asamblea Nacional, derribando incluso una de las puertas de vidrio del Pepsi Center, adentro, los delegados que aprobaron a mano alzada y sin chistar la reforma al artículo 178 de su estatuto, que permite que los presidentes, secretarios generales y dirigentes de los estados y municipios de ese partido “podrán ser electos hasta por tres periodos consecutivos”, con lo que se ampliarán los periodos para los dirigentes de ese partido hasta por 12 años, en el caso de la presidencia nacional y secretaría general, y en los comités estales y municipales hasta por 9 años.

La reforma de Alito Moreno, que confirma la intención del dirigente campechano por mantener el control del PRI para él y su grupo para los próximos años, ha generado malestar en el resto de los grupos y liderazgos que le quedan al viejo partido, desde donde se ha cuestionado que el dirigente “que ha entregado los peores resultados en la historia del priismo”, intente con esta reforma permanecer al frente del partido y convertirlo en una franquicia política, que con todo y sus derrotas aún recibirá cientos de millones de pesos del presupuesto público, para beneficio de él y sus cercanos, a los que colocó como candidatos en las recientes listas de diputados y senadores del priismo.

Pero la reforma estatutaria de ayer no fue una ocurrencia de último momento del dirigente nacional priista y más bien parece ser parte de un plan trazado maquiavélicamente y con anticipación que comenzó desde diciembre de 2022 cuando, previendo que el tiempo de su gestión no le alcanzaría para llegar a las elecciones presidenciales de 2024, Alito Moreno ordenó al Consejo Político, en el que tiene una aplastante mayoría, que modificara los estatutos del partido para extender el periodo de su dirigencia, que oficialmente terminaba en agosto de 2023, por 90 días más, con lo que ya podía quedarse hasta el proceso electoral de 2024 que oficialmente comenzó en noviembre del 23.

Desde que impulsó aquella primera reforma hubo priistas como Miguel Ángel Osorio Chong y Claudia Ruiz Massieu que cuestionaron la maniobra de Alito para extender su mandato con el único fin de controlar las listas de candidatos del PRI para las pasadas elecciones federales, y un grupo de exdirigentes nacionales del partido, entre los que se encontraban César Camacho Quiroz, Beatriz Paredes Rangel, Manlio Fabio Beltrones y Pedro Joaquín Coldwell entre otros, se reunieron en privado con Alejandro Moreno, quien los convenció de que la reforma era para evitar las turbulencias de una elección interna, pero que él renunciaría a la dirigencia apenas pasando la reciente elección del 2 de junio pasado.

Está claro que Alejandro Moreno Cárdenas no piensa dejar la presidencia del PRI y que además, en su afán de ser el único líder absoluto del priismo, está dispuesto a arremeter contra todos los que cuestionen o critiquen sus decisiones y para eso no dudará en utilizar los órganos internos de su partido, de los que tiene un control total y absoluto, para expulsar y depurar a todos los que no estén de acuerdo con su liderazgo. Es decir, que en los hechos, Alito se ha transformado en un nuevo dictador en su partido y no está dispuesto a darle cabida a la disidencia interna.

En una plática con este columnista, Moreno Cárdenas nos dijo alguna vez que a él no le iban a poder hacer nada sus críticos ni opositores dentro del priismo, porque para eso, dijo, “yo me aseguré con los números que necesito en el Consejo Nacional, en las dirigencias estatales y en los comités de todo el país, todos son gentes mías, primero me aseguré bien de eso, porque yo no voy a cometer el error que cometió Roberto Madrazo y por eso se lo chingaron”. Ya va quedando claro que sí se aseguró y que no está dispuesto a soltar el negocio millonario que, aún en su debacle y cuando muchos ya le dan sus exequias, sigue siendo el viejo PRI.

NOTAS INDISCRETAS… Por cierto que con su reforma estatutaria de ayer, Alejandro Moreno se asegura también ser el dirigente nacional priista durante todo el sexenio de Claudia Sheinbaum. Y aunque ayer mencionó también en su discurso del Pepsi Center al presidente López Obrador y a la virtual presidenta electa, advirtiéndoles que no aprobará ninguna de sus reformas, especialmente la del Poder Judicial federal, y que no será “un partido sumiso” con el poder, dentro y fuera del priismo hay muchos que en el fondo de su agresivo discurso, ven más bien a un Alito que ha sido ariete y comparsa del obradorismo. Basta con recordar dos datos confirmados que hemos publicado ya en esta columna: el primero, que en 2019, cuando ya veía perdida la contienda interna en el PRI, porque la mayoría de los gobernadores de ese partido apoyaban a José Narro Robles, Alito Moreno fue a ver a un alto funcionario de Palacio Nacional para pedirle que intercediera con el presidente López Obrador para que le diera su visto bueno, ofreciéndole que sería un dirigente “colaborador” con su gobierno. Y después de esa visita de Moreno a Palacio, el expresidente Peña recibió una llamada donde le decían que no querían a José Narro como dirigente priista y preferían a Alito; acto seguido Peña llamó a su primo Alfredo del Mazo y le cambió la “línea” pidiéndole que los gobernadores se pronunciaran abiertamente por Alito, que al final ganó sin problemas la elección interna. Y el otro dato es lo que en una ocasión nos dijo Julio Scherer, siendo el poderoso consejero de la Presidencia: “Nos acusan de estar golpeando al dirigente del PRI, n'ombre, nosotros por qué querríamos pegarle o que lo quiten, si para nosotros es el dirigente que más nos conviene”. Que cada quien saque sus conclusiones… Serpiente Doble mandaron los dados. La semana se viene intensa.

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