La caída de Carlos Romero Deschamps de la dirigencia del sindicato petrolero representa el primer golpe importante que da la Cuarta Transformación al charrismo y al corporativismo sindical que durante décadas imperó en México. Es el primer paso real que da la reforma laboral aprobada por el Congreso en este sexenio y que busca cambiar de fondo el sindicalismo en México, para desmantelar uno de los vestigios vivos del viejo régimen que se habían mantenido intactos aún con la alternancia política, y abrir las puertas a la democratización de la vida sindical con la elección de nuevos dirigentes a través del voto directo, libre y secreto de los trabajadores.

Con Romero Deschamps fuera del sindicato de Pemex termina una era y empieza a resquebrajarse lo que por más de 85 años funcionó no sólo como una fuente de poder y riqueza económica para los líderes que controlaban los sindicatos nacionales tanto privados como del gobierno, sino también como uno de los pilares del corporativismo político y laboral que sostuvo primero al viejo régimen del PRI por más de 75 años ininterrumpidos y que después también fue mantenido y utilizado por los dos gobiernos del PAN.

El poder y la fortuna que acumuló durante 26 años como dirigente del STPRM se manifestaron en las varias ocasiones en que ocupó cargos de diputado y senador, pero también en su papel como financiero de las campañas del PRI con los recursos sindicales. El caso más conocido y documentado, que incluso fue objeto de investigaciones judiciales y de una sanción millonaria por parte del antiguo IFE, fue el “Pemexgate”, a través del cual se transfirieron fondos del sindicato petrolero en el año 2000 a la campaña del candidato priista a la Presidencia, Francisco Labastida Ochoa. El financiamiento ilegal le costó en su momento al PRI una multa por 1,200 millones de pesos que le fueron descontados de sus prerrogativas públicas.

Pero Romero Deschamps fue tan hábil, que sobrevivió incluso a la caída del partido que lo prohijó y que lo encumbró en el mundo sindical, cuando Carlos Salinas de Gortari lo designó como sucesor de su paisano, el defenestrado y encarcelado Joaquín Hernández Galicia, de quien había sido alumno y púpilo en el poderoso sindicato petrolero en Ciudad Madero, Tamaulipas. Con los panistas Vicente Fox y Felipe Calderón, el líder petrolero se acomodó de tal modo que se siguió desempeñando el papel de factor de estabilidad en el sindicato petrolero mientras llegaba, entre 2000 y 2012 la llamada “corrupción azul” a Pemex.

Pero fue con el priista Enrique Peña Nieto, al que también apoyó y financió en su campaña, con el que Romero Deschamps alcanzó la cúspide de su poder e influencia. Por segunda ocasión llegó al Senado de la República y colaboró de cerca con Emilio Lozoya Austin, el exdirector de Pemex hoy prófugo de la justicia, en la política que provocó el desmantelamiento y debilitamiento de la petrolera y que facilitó el saqueo, a través del robo millonario de combustibles, conocido como el “huachicoleo”, del cual el sindicato petrolero no fue ajeno.

Hoy Carlos Romero Deschamps no sólo ha perdido su fuente de poder, sino que enfrenta investigaciones de la Fiscalía General de la República por temas de corrupción y enriquecimiento durante su gestión de 26 años al frente del sindicato petrolero. Su salida se operó políticamente desde la Secretaría de Gobernación y fue la secretaria Olga Sánchez Cordero, la encargada de dialogar con él para buscar una transición pacífica en uno de los sindicatos más grandes e importantes del país. Hoy al otrora poderoso líder sindical, considerado uno de los “intocables” de los regímenes del PRI y del PAN, le han quitado ese halo y tendrá que explicar el origen de la enorme fortuna que incluso presumen en las redes sociales sus hijos. Y para el sindicato de Pemex lo que tendría que seguir, más allá de la dirigencia interina nombrada ayer, es una obligada elección abierta y democrática en la que los petroleros puedan elegir libremente y por voto, a su nuevo dirigente. Empieza con la cabeza rodante de Romero Deschamps, una nueva era en el sindicalismo mexicano.

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