Este gobierno de la cuarta transformación, encabezado por Andrés Manuel López Obrador, ha planteado el combate a la corrupción como una de las principales banderas de su proyecto.
Sin duda la corrupción es un mal que ha hecho mucho daño al país en el ámbito institucional, económico y político. Una de las manifestaciones de este mal en nuestro país, con una larga historia, es el sindicalismo corporativo, que ha servido para controlar, contener y reprimir la lucha de los trabajadores. En México el fenómeno de la alianza entre los líderes sindicales, el aparato gubernamental y la patronal se le caracterizó como charrismo sindical. Triste recuerdo tienen los trabajadores de “líderes vitalicios” como Fidel Velázquez, de la CTM; Leonardo Rodríguez Alcaine, del SUTERM; Elba Esther Gordillo del SNTE; Francisco Hernández Juárez, del STRM o Carlos Romero Deschamps, en el STPRM… y de tantos otros.
Estos “dirigentes” en alianza con el poder en turno se han encargado de contener y reprimir las protestas obreras que se han desarrollado durante más de ochenta años en nuestro país. Se han beneficiado de la opacidad y la corrupción mediante la cual se han enriquecido a costa de los derechos y de las cuotas de los afiliados. Durante todos estos años, los trabajadores han mantenido una lucha por librarse de este control y la respuesta que han tenido por parte de estos “dirigentes” ha sido la represión, golpizas y hasta la expulsión de sus sindicatos o el despido de las empresas.
Por años han ejercido todo tipo de actos de corrupción. Se han enriquecido con la venta de plazas, movimientos de escalafón, jubilaciones, nuevos ingresos, aplicación de diversas prestaciones, privatización de deportivos y sedes sindicales, despojo y jineteo de cuotas sindicales, plazas de aviadores, fraudes en abasto y adquisiciones, apoyo para campañas de políticos impresentables.
Por lo anterior, resulta una incongruencia y una afrenta a los trabajadores, que el gobierno actual mantenga una alianza con los líderes charros y corruptos que ha padecido el movimiento obrero de nuestro país a lo largo de su historia. En la revisión contractual de julio pasado del Sindicato de Telefonistas de la República Mexicana (STRM), el presidente Andrés Manuel López Obrador, al mencionar a Francisco Hernández Juárez, se refiere a él como “un hombre recto y responsable” (Reporte índigo, 22 de julio de 2022) y en otro momento lo caracteriza como un “hombre honorable y buen líder” (La jornada 3 de agosto de 2022), cuando amplios sectores de trabajadores telefonistas lo han denunciado precisamente por corrupción y por imponer su voluntad al sindicato durante 46 años mediante la coerción y la represión.
Ahora que se ha abierto la contienda por la candidatura presidencial en el partido Morena, algunos aspirantes aplican la máxima de que el fin justifica los medios y promueven alianzas con dirigentes repudiados por los trabajadores.
Es así que personajes que buscan la candidatura presidencial, en la más llana politiquería, andan de plácenes en campaña con “dirigentes” impresentables como Martín Esparza, del SME, cuya corrupción ha quedado demostrada hasta la saciedad con múltiples documentos oficiales del IFAI, en manos de la Unidad de Inteligencia Financiera desde hace ya varios años. O con los del Sindicato Único de Trabajadores del Gobierno de la Ciudad de México (SUTG-CDMX), también denunciado como un sindicato corporativo, por parte de diversas corrientes sindicales (El Universal, 2 de octubre de 2022). Por no hablar ya de del grupo de Elba Esther Gordillo en el Sindicato Nacional de Trabajadores de la educación SNTE (Cananea TV, 4 de noviembre de 2022).
Estas alianzas, para el gobierno y el partido Morena muestran que la corrupción, así sea a niveles escandalosos, puede pasarse por alto si se trata de grupos con poder dispuestos a apoyar –o a no entorpecer– los proyectos o aspiraciones de los nuevos gobernantes. Cruda y dolorosa verdad para los trabajadores del país.
De lo anterior concluimos, que la lucha contra la corrupción y por democracia sindical, es un pendiente de este gobierno y sólo será realidad como consecuencia de la organización y lucha de los trabajadores.
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