Tenemos un Sistema de Justicia brutalmente injusto. 8 de cada diez jueces tienen al menos un señalamiento de corrupción –eso de acuerdo a los datos del mismo Poder Judicial.

Por eso 35 millones de electores votamos en junio para que empiece a reformarse por su epicentro: el Poder Judicial Federal.

Y los 7 mil presos que viven desde hace años sin juicio en las cárceles, al recibir la noticia que la reforma estaba a un paso de lograrse, se llenaron de esperanza.

Me lo describe una de ellas, Cristina, que desde junio a estos tiempos ha vuelto a creer en Dios y ha vuelto a rezar cada noche, hincada a un lado de su catre de presa.

La Realidad es una dramaturga canija: tres días antes de ser votada la reforma en el Senado, se supo que para ser aprobada faltaba un voto. Se requerían 86, solo se contaba con 85. Y cientos de miles de mexicanos nos pusimos atentos al desenlace.

Días antes, el cabildero de Morena había ya calculado esos números y por eso en algún momento de septiembre salió a cazar el voto faltante entre los senadores de Oposición.

Así se hace en cualquier democracia: las facciones salen a cazar votos, también a asegurar los votos ya comprometidos. El PRI y el PAN hicieron lo segundo: amenazaron de expulsión y de quién sabe qué otras cosas a los posibles disidentes.

¿Cazó el cabildero de Morena votos entre delincuentes? Pues claro, los delincuentes con fuero abundan en el Senado y eran los más deseosos de ser cazados.

Al final fue un Yunes el que cerró el trato con Morena. Uno de los tres varones Yunes, una familia que ha trincado al Estado y al pueblo durante los últimos 25 años, bajo el logo y el beneplácito del PAN.

Sí, he leído a estimados amigos de la Izquierda que reclaman la falta de Ética de la operación. Les hubiera gustado que el voto 86 fuera donado por un caballero de chaleco y lentes y altos vuelos ideológicos, convencido de la justeza de la reforma. Digamos un Germán Martínez.

Yo también lo hubiera preferido.

Pero lo dicho, la realidad es una dramaturga canija: ese caballero no quiso ser cazado y los Yunes sí. Y mis amigos idealistas opinan que resulta contradictorio aprobar la reforma pro-justicia a cambio de amnistiar a Yunes. Primero la ética, dicen; Morena debió bajar los brazos y declarar su derrota.

Eso aún si eso significara tirar al basurero 35 millones de votos de mexicanos esperanzados con un posible Sistema de Justicia próvido; tener que esperar otra oportunidad para aprobarla, en 3 años, o 6 o 9; dejar que los presos sin juicio se jodan; y que precisamente sigan existiendo políticos como Yunes, invictos en la rapiña del pueblo.

Hay algo tan peligroso como el Mal, es el Bien abstracto, porque se ata a sí mismo las manos y deja pasar impune al Mal. La frase es de Camus.

¿Queremos congruencia entre la pureza de nuestras intenciones de bien y el método para lograrlas?

El comandante Marcos publicó hace un mes su crítica sobre la 4T. A su parecer, es una Izquierda tibia, gradualista y de resultados pequeños. Y sí, así es, y así tiene que ser una Izquierda en democracia.

La Izquierda revolucionaria no negocia su intención de bien, se juega en lograrla las muertes de sus acólitos. La Izquierda en democracia en cambio encuentra sus acuerdos con las reglas y los adversarios disponibles, tal como existen.

La pureza está con Marcos; la Izquierda gradual y sin violencia de la democracia, la que tiene que negociar con Yunes, esa es la 4T.

“¿Y qué tal si todo este argüende y resulta en una Justicia igual de mala que la de hoy?” Me lo pregunta Cristina, que ahora reza para que la reforma además de que vaya, vaya bien y rápido, y llegue a su celda.

Le contesto lo único que sé. Los electores ya hicimos nuestra parte, le dimos a Morena el poder para operar la reforma –bueno, menos un voto– y si fracasa, el fracaso será el fracaso de la Izquierda democrática.