El viernes pasado, un intelectual de renombre difundió desde su cuenta de X un bulo. Una foto donde Claudia Sheinbaum parecía estar a punto de besar a López Obrador en los labios. Su comentario a la foto afirmaba que “amor con amor (y candidatura) se paga”. Es decir, afirmaba que Claudia ganó la presidencia por tener una relación sexual con López Obrador.

Los que estimamos a Claudia, descreímos de inmediato el bulo y un usuario de X pronto subió el video de la situación verdadera. Claudia y Obrador se dieron un beso de saludo en la mejilla.

Pero los que odian a Claudia, de inmediato aceptaron el beso en los labios como verdad, y aún luego de ver el video de la situación verdadera, siguieron propagando la mentira, con consciencia de que era una mentira.

Eso mientras otra gente se habrá quedado en la incertidumbre. ¿De verdad Claudia y Obrador son amantes?

Un ejemplo trivial del mar de mentiras en que se ha convertido la información en México. Nadie sabe ya qué creer –y una mayoría ha optado por creer en lo que mejor embona con sus prejuicios.

Para entender mejor el momento, propongo una metáfora. La información es un lago alrededor del que vive la comunidad que lo usa. ¿Qué pasa si unos cuantos o muchos empiezan a tirar al lago basura –mentiras?

El agua se pudre y ya no le sirve a nadie.

Hoy la información que corre por México es imbebible, o casi. Demasiados intelectuales y periodistas han perdido la obligación con la verdad porque han optado por la propaganda a favor de la Derecha o de la Izquierda --y propagan mentiras o medias verdades o conjeturas o callan de forma premeditada verdades.

Hay que decirlo sin matices. X es un pantano. Los medios masivos comerciales, un lago turbio. En las redes hay de todo: veneno, corrientes de lodo y corrientes puras. Las Mañaneras nunca pretendieron ser información pura, son la versión de los hechos del presidente, es su conferencia de prensa.

Nadie regula el lago que es de Todos –la información— como si fuera un lago de Nadie; demasiados tiran su basura en él con la confianza de que nadie los sancionará; y así el lago se ha podrido.

Durante las pasadas elecciones fue el pico del desastre. Los intelectuales y periodistas afines al PRIAN sencillamente se desprendieron de la verdad: no teniendo un proyecto que propagar, decidieron mentir para ganar.

Y la retahíla de cubos de mentiras volcados al lago fue de no creerse.  Vivimos en una dictadura, la economía está colapsada, Xóchitl es un fenómeno, Claudia es un títere, para culminar en tenemos un Narco presidente y una Narco candidata.

Perdieron su apuesta en las urnas de forma miserable.

Perdieron porque se volvieron propagandistas y porque su propaganda era muy negativa. Lo que afirmaban estaba muy lejos de lo que la gente de a pie vivía en su día a día –mayores salarios, ayudas sociales, menos inseguridad, racismo y clasismo —y era odiosa: dejaba a sus escuchas sin esperanza.

Así que una mayoría decidió votar contra su consejo en las urnas –al mismo tiempo que decidió cambiar de canal, para informarse con otros periodistas.

La encuesta del Reuters Institute lo muestra así: la confianza en los medios comerciales se desplomó este sexenio: en 2017, 60% les tenían confianza, hoy solo un 33%.

Allá ellos. Para el ciudadano el dilema es a quién sí creerle. ¿Cómo distinguir las fuentes todavía con agua pura en un eco-sistema en lo general podrido?

Recurro a los clásicos del periodismo para responder.

Las fuentes confiables se distinguen por su buena fe: no usan la información como propaganda, es decir: como armas arrojadizas o como pompones de porrista: informan y basta. Las fuentes confiables anuncian de forma clara el contexto en donde la verdad que publican rige. Y por fin, las fuentes confiables han acumulado un historial de decir verdades, y no mentiras, y de ahí que sea aconsejable entregarles nuestra confianza.

Esas tres reglas deberían volverse las primeras de un reglamento acordado por la sociedad y con sanciones previsibles, si se trata de limpiar al lago de la información.

No sucederá pronto. La libertad de expresión es un fetiche: gracias a ella se empantanó el lago, pero nadie se atreve a quitar al fetiche.

¿Cuántas fuentes confiables de información tiene hoy el lector, la lectora?

Las mías las cuento con los dedos de una mano, y me sobra un dedo.

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