-Eres de Izquierda –se lo dice a sí mismo a diario ante el espejo, mientras se cierra el último botón de la camisa deportiva, azul clara.

—Eres solidario con las masas, te enternecen los trabajadores, abjuras de los oligarcas.

Y luego los viernes por la tarde, se sienta en el restaurante Agamenón de la colonia Condesa, a una mesa en la terraza del segundo piso, con sus amigos intelectuales de Izquierda, enemigos jurados y muy vocales del primer gobierno de Izquierda que ha tenido el país en setenta años.

Cada cuál ante su copa de martini.

—Es que no es la Izquierda que soñamos –dice uno, meciendo la cabeza—. La Izquierda que imaginamos acá sentados a esta misma mesa, cada viernes de los últimos treinta años.

–Cierto –suspira otro más. —Queríamos una Izquierda moderna, que atendiera las luchas de liberación también de las mujeres, los gays, les trans, los indígenas, los vegetarianos y los que prefieren las bicis.

Todos asienten y con dos dedos levantan el tallo de sus copas de Martinis para tomar un ruidoso sorbo al unísono.

—¡Slurp!

—Es que el presidente es un naco –se sincera al segundo martini otro. —Con mil disculpas a los nacos.

—Sin duda –agrega otro. –Los nacos son personas iguales a nosotros, pero más simples, no están preparados para gobernar este México nuestro tan complejo.

—Carambas, sí. No puede ser que una naca se siente al escritorio de Vasconcelos. Una maestrita de pueblo. Aurelio Nuño por lo menos era egresado de Oxford. ¿Dónde estaba ella mientras Aurelio memorizaba a Marcusse en el Royal Hall?

—Dando clases en escuelitas parroquiales por treinta años.

—Y es que la corrupción sigue –apunta el tercero y una de sus lágrimas cae en el martini.

Ding.

—Además, es que –dice el segundo al cuarto para las diez de la noche y al tercer martini. Y se queda callado.

A estas alturas ya basta ese “es que”.

—¿Y cómo ven le Deforma Eréctrica ? –preguntó uno el viernes recién pasado, la voz pastosa, las consonantes trastocadas, mientras el mesero cambiaba sus cuartas copas de martini, ya vacías, por otras llenas.

—Mefasta mi amor. Maldita Leforma Eréctil. Representamos doce puntos de desamuerdo desde el PRD. ¡Doce!

—Y el gobierno asumió los cambios –digo yo, esa noche invitada a la mesa de mis antiguos amigos. Yo que por cierto odio cualquier bebida alcohólica, prefiero el cannabis en gotas, y era la única sobria.

—Sí, pero es que la erectilidad en brazos de Bartlett es como una erección sin sombrero. Whatever that means, papá.

Fue a esa quinta copa de martini que vine a escuchar el más lloroso y más sincero “es que” de la mesa.

—Es que es una puta Izquierda sin mí, ¿se dan cuenta? Una mierda de mi Izquierda sin mi, y sin ton ni son. Sin son ni canción, camaradas carabineros. Sin articuleros ni explicadores. Sin artistas, por Heggel. Sin Revueltas y sin Rivera.

Además, alertas que voy a cantarles la neta en do mayor, compañeros.

Todos alargaron los cuellos para escuchar la neta en do mayor.

—Este presimiente solo quiere alcólicos, no ciudadanes. Por eso nos cerró las muertas de su palacio. Véanlo solito solo de sí en sus mañaneras.

Por ende –levantó su copa uno—, larga vida a la Derecha.

Lo dijo y se tapó aprisa la boca con la otra mano, avergonzado. Aún si de verdad hoy escribe en pro de la Derecha.

—Sin remendimientos –lo arengó un segundo. —Que caiga la Izquierda posible y suba la Izquierda beisbolera. Digo, verdadera. Y que viva Frena.

Y el tercero, desolado, hundió la nariz en su copa de martini.

—Slurp –se sorbió por la nariz la copa entera.

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