Bueno, pues ganó Trump, y vendrán las acciones contra México que anunció en su campaña.

Aranceles a nuestras exportaciones que dificultarán el nearshoring. La deportación de miles o millones de paisanos que viven en EUA.

Lo que es nada en contraste de lo que Marko Cortés, presidente del PAN, le ha pedido a Trump recién este jueves pasado: que invada a México para atacar a los cárteles de la droga.

—Ridículo y traidor –llamó la presidenta a Cortés desde su conferencia mañanera.

Y tiene razón en lo de traidor. Pero en lo de ridículo hay que repensarlo.

La invitación de Cortés es una puntada más en una larga narrativa hilvanada en los think tanks de la Derecha mundial, de suyo extraordinariamente peligrosa.

El primero que habló de invadir con el ejército norteamericano a México para capturar a los narcos, “the bad hombres” los llamó, fue el mismo Donald Trump, en su primera campaña a la presidencia, hace ya diez años.

En 2023, Lindsey Graham, legislador republicano, presentó al Congreso la moción para que legalmente los cárteles mexicanos sean considerados como “organizaciones narcoterroristas transnacionales”.

Esa tipificación oficial todavía pendiente es crucial. Según la ley norteamericana, su ejército tendría el derecho de invadir la zona geográfica de operación de un grupo así catalogado. De cierto, bajo esa premisa es que el ejército de EUA invadió Libia, Irak, Afganistán, Siria.

Y sí, podría invadir a México.

Y en ese sentido deben leerse varios eventos periodísticos recientes.

En una entrevista de hace diez días, Trump regresó a la idea de que “nosotros debemos intervenir a los narco-cárteles, porque matan a nuestra gente con su fentanol”; el nado sincronizado actual de los periodistas de la Derecha mexicana para equiparar a los narcos con “terroristas” y al gobierno con una “narco-dictadura”; y por fin la invitación de Cortés a Trump de que invada.

Nada de eso es inocente y ocurre aislado. Se trata de un esfuerzo concertado desde los think tanks de EUA para normalizar allá y en México la narrativa de que una invasión no solo no sería resentida por la población, sería bienvenida. Vaya, nos pararíamos en las calles de Tijuana a aplaudir la entrada de mil tanques.

Claro, no faltarán algunos que sinceramente crean que solo los marines pueden resolver el problema mexicano de la inseguridad. Pero serán personas que no saben de historia.

Para los que saben de historia la propuesta resulta aterradora. ¿Cómo le fue a Afganistán luego que entraron los marines gringos? ¿Cómo le fue a Libia? ¿Cómo le fue a Irak? ¿A Siria?

El ejército norteamericano entró a esos países por los “terroristas” e invitado por “las fuerzas locales de la libertad” y a veces aplaudido en las calles; y lo que hizo fue barrer toda estructura social previa, fuera religiosa, civil o estatal, mientras colocaba a un grupo de políticos corruptos como fachada de un gobierno local “democrático” y devastaba con dinamita y fuego el territorio.

Para cuando los marines abandonaron esos países, no quedaba piedra sobre piedra; todo era humo y torbellinos de arena; muerte, desolación y hambre. Y un vacío político, que a menudo llenó una dictadura.

La cura de los marines fue mucho peor que la enfermedad.

Así que sí, Marko Cortés es un traidor al país, y no retóricamente. Cooperar como él con los think tanks de la Derecha mundial para que un ejército devaste a México se llama en español así.

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