1.
La pandemia nos encontró en el teatro. Los actores y la directora habían estado ensayando cuatro meses. La productora y su equipo llevaban cuatro meses produciendo el aspecto material de la historia que contaríamos al público.
Abrimos el viernes 6 de marzo con el teatro rebosante de público —cuando ya se oían rumores de que la pandemia llegaría a México—. Qué fácil comentó algún crítico en su blog: es un clásico, la comedia clásica del machismo: Entre Pancho Villa y una mujer desnuda: la estrenan en medio del alza de la cuarta ola feminista y con actores además de famosos, estupendos: qué astutos.
Sí, qué astutos, le respondí mentalmente al crítico.
Pero para el 14 de marzo yo pedí que paráramos la obra –la pandemia definitivamente estaba a un paso del país: el virus, el puto virus, el coronavirus, se había ya infiltrado a los pulmones de un connacional, según las inciertas noticias.
No gané la voluntad de la productora, la directora o los actores: siguieron dando funciones ese fin de semana nefasto y el público siguió abarrotando la sala. ¿Por qué?
Mi asistente personal se acercó a preguntárselo a una mujer que esperaba en fila para comprar sus boletos, un tapabocas en la cara, unos ojos grandes sobre ellos, resultó que era una profesora de Historia de preparatoria, una mujer informada y culta.
—Porque necesito otras historias —silabeó bajo el tapabocas.
Cerramos el domingo, una semana antes de la orden oficial de cerrar los teatros. Las 47 personas involucradas en cada función —actores, directora, asistentes, equipo de producción, planta del teatro, equipo de publicidad—: cada cual se fue a encerrar a su casa.
2.
Bueno, a media pandemia y en este encierro forzado, los artistas nos enteramos que el FONCA se cancelará. El Fondo para la Cultura y las Artes.
O no, nos dicen que tal vez se salve. O no, que tal vez perezca y reaparezca con otra estructura y otro nombre. De cierto, lo que ocurre mientras escribo esto, es que nadie sabe qué sucederá con el FONCA: tres secretari@s de Estado lo discuten y el destino del FONCA tiembla en el aire.
Por eso vale la pena ahora la pregunta: ¿por qué debería existir en el futuro el FONCA?
La respuesta breve es: Porque se necesitarán otras historias.
La respuesta mediana es: Porque la gente necesitará otras historias para poder seguir viviendo en la post-guerra de esta guerra singular, silenciosa, invisible y trágica.
La respuesta más extensa es: Porque necesitaremos la belleza de historias e imágenes que den un nuevo sentido —una dirección nueva— a lo que nos espera para cuando salgamos de esta desgracia: una horrenda polarización política, un mar de lágrimas de los duelos por los que hayan muerto, la angustia ante las precariedades que enfrentaremos (las cuentas de banco vacías, el cochinito hecho añicos, el despido del trabajo, las pocas ventas) y también la euforia, sí la euforia victoriosa de haber sobrevivido —los que sobreviviremos (usted y yo y nuestros seres queridos, se lo deseo desde el corazón)—.
Por eso el FONCA. Para eso el FONCA. Para eso el auxilio económico a los más jóvenes o a los menos favorecidos por la fortuna de un gremio de gente dedicada a contar nuevas historias o a crear nuevas imágenes o nuevas melodías: gente dedicada a tocar el corazón humano y avivarlo: los artistas.
3.
¿Es perfecto el FONCA? No lo es, ni por dentro ni por fuera. Por dentro hay amafiamientos, que deben impedirse. Pero es por fuera que se localiza el mayor reto.
El FONCA fue creado como la piedra angular de un proyecto para que el arte llegara a tod@s, un proyecto que no se concluyó. Hay que concluirlo: el Estado debe crear las redes de distribución y los métodos de subsidio al público amplio.
Suena ambicioso y lo es, pero no es una labor ciclópea ni cara. Contamos con una enorme infraestructura para las artes, la mitad en desuso, y cuando uno considera lo que sería un subsidio al público, resulta que se trata de una cifra menor al sustento de las orquestas formadas por el Grupo Salinas y heredadas al Estado.
Desclasar al arte, hacerlo llegar de verdad a los muchos, ¿no es eso consustancial a un gobierno de Izquierda?
4.
Un país sin historias nuevas donde reconocerse y re-imaginarse, un país sin los espacios y los tiempos para avivar los corazones, es un país pobre. Un país de pobres.
Así todos coman a diario. Así el Poder político desde sus podios nos cuente una historia: UNA sola historia. Así más de la mitad consuma historias habladas y sentidas en inglés en las plataformas digitales. Así por la pantalla del celular todos puedan asomarse a historias de otras latitudes y puedan soñarse vietnamitas o suecos durante tramos de 30 segundos.
Un país cuyos sueños son pobres o son sueños prestados de otras latitudes es un país de pobres. Por eso, repito, el FONCA.