Hace un par de semanas hablé en una mesa de análisis político de Paco, el jardinero que atiende el jardín de donde vivo.

Conté a mis sesudos contertulios que Paco cuida varios jardines de la zona con su equipo de jardineros jóvenes y que me contó que se iría el sábado a Hidalgo para votar el domingo. En Hidalgo vive el grueso de su familia y ahí sus papeles oficiales dicen que reside Paco.

—Pero tú nunca votas –le dije junto a las flores de lavanda.

—Voté en el 2000 por Fox –me corrigió. –Ahora tengo que votar por Morena.

Paco no sabía el nombre del candidato de Morena a la gubernatura, pero sí sabía que votaba por el dinero que su familia extendida recibe cada mes del gobierno federal. La madre de Paco, la madre de la esposa de Paco y el sobrino de Paco reciben dinero. 18 mil pesos al mes –que le han mejorado la vida a Paco.

Si alguien se enferma, ya no es una tragedia. Si alguien pierde el trabajo, ahí está ese colchón para que no pase hambre. Como ni una ni otra cosa ha sucedido, con los ahorros de tres años, la familia de Paco compró en su pueblo una casa y la convirtió en un café-internet. Una larga mesa de plástico y cinco computadoras.

Mis contertulios se enfurecieron con Paco. Como es típico ya, de los cinco analistas, solo una veía las razones de la gente para votar por Morena —yo—, y los otros cuatro no veían ninguna.

Primero dijeron que Paco y su familia recibía lo mismo ahora cuando el PRI gobernaba.

Luego, que lo que recibe Paco se llama clientelismo, demagogia y populismo, y eso está destrozando la economía nacional.

Luego, que Morena se ha vilificado.

Y así, poco a poco, Paco fue exiliado del debate, calificado de cretino y por fin enterrado cinco metros bajo tierra, y el lenguaje regresó a las elegantes abstracciones.

Lo que explica varias cosas.

Por qué Paco nunca ve las mesas de análisis de la TV.

Por qué Paco, que perdió el interés en los políticos hace décadas —“Todos son una bola de príncipes rateros”, me ha dicho— votó sin embargo en esta elección —y votó por Morena.

Y por qué la coalición de los partidos opositores a Morena le importan un rábano a Paco.

No lo ven ni lo oyen ni tienen ningún plan para Paco. Lo que es mutuo, Paco ni los ve ni los oye ni se sabe siquiera el nombre de su coalición.

—¿Viva México? ¿Vámonos de México ? ¿Voy a robarme a México otra vez? —Paco pregunta, el celular donde recién ha visto la mesa de análisis en su mano diestra, la otra mano aferrando el mango del machete que trae al cinto, su hoja de acero agrisado en el dorso de su pantalón vaquero, las botas de trabajo sobre las margaritas silvestres que aparecieron este sábado en el césped mojado, como un milagro cortesía de la lluvia.

—No, no —lo corrijo—, estos son analistas, no son de ningún partido político.

—Pues sí parecen –dice él. Y hay rabia en la voz de Paco.

Ese es el problema de Claudio X. y no se llama AMLO ni Alito, ni se arregla con campañas de publicidad o palabras abstractas.

Se llama Paco.

Y Paco es la mitad de los electores del país.

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