La Naturaleza es todo. Dentro de la Naturaleza hay otra esfera, pequeña y arrinconada, la Humanidad. Y entre la Naturaleza y la Humanidad, está un perímetro formado por las figuraciones que los humanos hacemos y hemos acumulado.

Si las figuraciones son falsas, nos extraviamos en la vastedad natural. Si las figuraciones son exactas, nos ayudan a sobrevivir.

Eso viene a cuento por la mentira que hoy circula en cuanto a los tiempos del huracán Otis. Y me consta que es una mentira porque la vi nacer ante mis ojos.

Fue así.

A las 7 de la mañana del pasado martes, volví a checar en internet la página de Infobae. Pronosticaba, como el día anterior, que la tormenta tropical llegaría a las costas de Guerrero a medianoche.

Isabelle y yo nos reímos y nos fuimos confiadas al aeropuerto. Una tormenta tropical en la casa roja frente al mar la podíamos pasar sin problema. Con libros. En meditación. Estaríamos bien.

A las 11 que salimos del aeropuerto, Zihuatanejo brillaba bajo la luz blanca del sol, y volví a revisar la página de los meteorólogos. Seguía el anuncio de una tormenta tropical.

A las 13 horas, ya en la casa roja frente al mar verde, el anuncio había cambiado. Un huracán bautizado como Otis y grado 1 golpearía la costa.

Nos preocupamos. Pero doña Guille y su hijo Marcos, los guardianes de la casa roja, sabían qué debíamos hacer, no sería el primer huracán que habían vivido. El sitio más seguro para pasar los vientos huracanados era un closet de 5 metros de largo.

A las 5 PM empezamos a sentir gotitas de agua diminutas llegando en el suave viento que venía del mar. Mala señal. Y sin embargo en el cielo seguía brillando el sol, ahora amarillo, las nubes eran azules y el mar resplandecía como una hoja de oro.

En las páginas de meteorología se hablaba de que Otis tendría grado 3 y que sí, golpearía toda la costa, incluido Zihuatanejo. En la página del Gobierno de México había una lista de refugios. Tres en Zihuatanejo.

Tomar el camino de tierra hacia Zihuatanejo no nos convenció. Le preguntamos a Marcos si había cerca un poblado directamente tras un monte, que sirviera de barrera al viento. Nos respondió que su familia tiene sus casas tras un monte cercano.

–Vénganse ahí con nosotros –nos invitó.

A las 8:21 me topé en X con el tuit del presidente que anunciaba que Otis tenía ya grado 5. También anunciaba que estaba en operación el Plan DN –III-E y el Plan de la Marina para emergencias y llamaba a la gente a trasladarse a los refugios y mantenerse lejos de ríos, presas y barrancas.

Los meteorólogos por su parte escribían que Otis era un “monstruo”. Es decir, un fenómeno natural singular e inexplicable. Su escalada en menos de 12 horas de tormenta a huracán grado 5 podía deberse a que las aguas del mar tenían este octubre 2 grados más de temperatura que lo usual.

–Los huracanes cargan su energía del mar, como si fuera una pila –explicaba un meteorólogo.

Nos fuimos tras el monte.

A las 12 PM nos sentamos en sillas de plástico a ver llover –suave– con la familia de Marcos, mientras un viento cruzaba aullando muchos metros arriba, arrastrando nubes blancas que cubrían y descubrían a la luna llena y muda.

–Nos la perdonó la Naturaleza –le dije a doña Guille y ella se rio asintiendo.

Al día siguiente sabríamos del desastre en Acapulco y tierra dentro, en los pueblos. En Ajuchitlán, donde vive la hermana de Marcos, las aguas desbordadas del Río Truchas habían borrado las casas, incluida la de ella. Las despensas habrían de llegar en la tarde a bordo de helicópteros del ejército.

Fue también ese miércoles que vi a Loret de Mola en pantalla empezar su noticiario con una mentira.

–Ayer en La Mañanera el presidente habló 2 horas 40 minutos… ¿Sabe cuánto tiempo le dedicó a advertir a su pueblo que se venía un huracán grado 5? 0 minutos. No dijo una sola palabra.

¿A qué esa mentira?

El Presidente no advirtió de un huracán por una sola razón. Porque a las horas de La Mañanera, las mismas que yo había pasado volando de la CdMx hacia Zihuatanejo, no existía un huracán acercándose a la costa de Guerrero.

La estúpida mezquindad humana: colocar, en el delgado perímetro de las figuraciones con que intentamos hacer sentido de nuestra relación con el resto de la Naturaleza, una mentira, para distraer los vientos de la tragedia natural hacia dentro de la esferita humana y causar ahí todavía más daño.

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