1. Este era un país donde un solo hombre concentraba más riqueza que 65 millones de personas: Carlos Slim.

Este es un país donde 356 familias concentraban más dinero que el 90% de la población.

Un país donde las mujeres trabajaban una doble jornada sin recibir un centavo ni un gracias por la segunda jornada.

Un país donde la gente morena no salía en las pantallas si no era para servir la cena o para ilustrar en tremendas historias cómo se muere de sufrimiento.

Un país, en síntesis, sexista, racista y clasista, y con una desigualdad económica abismal.

Pero de cuya polarización real no se hablaba, a Dios gracias.

Corrijo. No a Dios gracias: gracias al emisor hegemónico de relato, el Poder Mediático Comercial, que hablaba de cualquier otra cosa.

2. Llega un nuevo presidente y se comunica de forma directa con la gente en sus conferencias matinales –en las que habla de la desigualdad, del clasismo y del racismo —del sexismo por cierto no: tiene una mota negra en el ojo izquierdo que le impide verlo. Y así lleva también al lenguaje público la polarización.

Oh sí, el ingrato hablador nos polariza ahora también en el relato. Según él, no somos la bien avenida Familia Televisa; sino la sociedad de clases sociales en disputa.

Además, el presidente corta a la novena parte el pago que los anteriores presidentes le hacían a los medios, para controlarlos. Ahora sin la brida del dinero oficial, los medios pueden no solo pueden hablar de lo que quieran, crear su propia agenda, sino que la nueva coyuntura les exige reinventarse, para buscar su relevancia de otra forma.

Pero la costumbre es una holgazana, y en general sus periodistas no abandonan su obsesión con su principal cliente de siempre, el presidente en turno, solo que ahora que no paga, lo aporrean.

Todo cuanto el presidente actual hace o dice o calza o viste es reprobado. Y la nueva relevancia de los medios consiste en haberse convertido en la nueva Oposición política.

Así, a partir de las Mañaneras, se instalan en nuestro país dos relatos que a diario se confrontan y se combaten —y que desarreglan todo el territorio del lenguaje común.

3. Denise Dresser piensa que las Mañaneras deben acabarse. Zácatelas: clausuramos las Mañaneras, volvemos al relato rosa del Poder Mediático Comercial, y somos felices.

En la realidad seguiremos polarizados, pero en el relato ya no. Qué alivio.

Ahora bien, habría que considerar que si la meta es tener un relato único, lo que podría vetarse son los Medios Comerciales. Zácatelas: se clausuran, y también se acabaría la polarización en el relato.

Mmmmm, mejor no.

Yo propongo lo contrario a censurar nada: quisiera que terminaran de emerger al lenguaje todas las injusticias y las corrupciones. Sobre todo, tres.

4. Debemos retratar al sexismo tan extenso como es en México, la discriminación no de un grupo, sino de la mitad de la población.

Nos urge también hablar de la Corrupción como un eje independiente del eje Derecha-Izquierda. Debemos hablar de Los Derechos y Los Corruptos, estén donde estén, en Morena o en el PAN o el PRI, en los Poderes del Estado o en el sector privado.

Basta de solapar a jueces tranzas y a periodistas extorsionadores, a empresarios y banqueros embaucadores y a militares coludidos con el crimen.

Sabemos que México funciona con un sistema oculto de corrupción. Destapémoslo.

Y por fin creo –sobre ello he escrito los últimos meses en esta columna— que debemos abandonar el presidencialismo, que solo existe ya en el relato.

Debemos de revisar y cuestionar no solo al Poder Ejecutivo, sino a todos y cada uno de los otros 9 Poderes actuantes del país.

En especial debemos revisar al Poder Económico y los mecanismos con los que concentra la riqueza en muy pocos.

5. Me decía una periodista distinguida de Televisa que en México se ha vuelto por fin posible “decir lo que todos sabíamos y no nos atrevíamos a decir en los medios”.

Hablarlo Todo con solo una limitante —que sea Verdad.

Coincido. Es tiempo de “decir lo que todos sabíamos y no nos atrevíamos a decir en los medios”.

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