1.

Ocho legisladoras tomaron el estrado del Congreso de Morelos este miércoles recién pasado. Le tenían un recadito al diputado Marcos Zapotitla , acusado de la violación de una mujer, pero protegido por su fuero.

—Recoges tus cosas y te vas.

Era muy simple: ellas no convivirían con él, normalizando su presunta culpa y colocándola, como solía hacerse en peores tiempos, en el lugar de los pecadillos de una biografía de otra forma honorable.

Por cierto, el diputado era parte de la Comisión de género.

2.

Hace tres semanas, yo misma condicioné una entrevista con un académico de renombre a lo propio.

—Con gusto e interés lo entrevisto —dije. —Pero mis primeras preguntas versarán sobre las alumnas que lo han acusado de acoso.

Primero mis hermanas las mujeres, luego los héroes de bronce de la Revolución Mexicana.

3.

Vendrán muchos análisis sobre la reciente elección en Norteamérica , existe sin embargo un hecho feminista insoslayable. Si uno revisa el mapa de la votación por razón de género, descubrirá que si las mujeres hubieran sido los únicos electores, Trump hubiera perdido 38 estados y ganado solo 12.

—Quiéranme —les había rogado Trump, desde el podio de varios mítines, a las mujeres republicanas, que hace cuatro años sí le perdonaron sus pecadillos misóginos y votaron por él.

Ni ellas, que comparten con Trump raza, clase social e ideología política, lo favorecieron mayoritariamente.

4.

Lo que Trump no entendió, es lo mismo que no ha entendido el diputado de Morelos y lo que no quieren entender otros tiranitos sexistas. En los últimos años, las mujeres hemos tomado, como grupo extenso, una pequeña decisión que está en camino de hacer un mundo de diferencia.

Ya nunca subordinaremos el tema de las mujeres a otros temas.

Eso en lo individual y en lo colectivo.

Que es lo mismo que afirmar: ya no nos subordinaremos a un tiranito sexista; no lo dejaremos pasar; no lo disculparemos; y tampoco lo dejaremos quedarse con el botín de su abuso.

5.

Veo una lluvia de tiranitos sexistas por la ventana de mi imaginación.

Cae el jefe atrabiliario. Caen los maridos golpeadores. Caen los profesores acosadores.

Cae el compañero de trabajo abusivo.

Caen los académicos de la Real Academia de la Lengua, que han decidido en la (casi) ausencia de las mujeres la proscripción del español inclusivo.

Caen los políticos anti aborto legal, seguro y gratuito.

Cae el modelo patriarcal que coloca a lo “femenino” (la compasión, la cooperación, el afecto) en lo indefenso y lo apto para maltratar.

Y de pronto, en mi imaginación cae Donald Trump agarrado de un paraguas que hace más lenta y deliciosa la caída de su gordo cuerpo, y yo me sonrío: no, no es mi imaginación: este sábado ha caído del Poder uno de los machitos más peligrosos de la Historia.

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