El jueves pasado publiqué un tuit, que para ayer sábado a mediodía, cuando envié este texto al periódico, contaba con 21 mil likes. La razón, me parece, es que el tuit captura una angustia colectiva , y por eso lo reproduzco acá.
21 de enero. No se publica aún el plan de vacunación detallado. No hay fechas de vacunación. No hay listas donde inscribirse. Se pregunta a funcionarios. Nadie sabe. Farmacias del Ahorro ofrece sus miles de locales y su personal para multiplicar el ritmo de la vacunación. Nadie les responde. ¿Q diablos?
Paso a continuación a detallar lo que plantea el tuit.
El plan de vacunación que conocemos data de dos meses –y de él seguimos conociendo solo los perfiles exteriores. Primero será vacunado el personal médico ; luego se vacunará a la poblacion mayor a 60 años; y luego, cada bimestre, se irá vacunando a otro grupo de menor edad. Pero de cómo ocurrirá la vacunación en específico, nada sabemos. Incluso a la pregunta expresa, varios funcionarios no me respondieron.
Inquieta en especial que a esta fecha, a una semana del inicio de la vacunación de los adultos mayores, no existan todavía listas en donde la gente se apunte, para que se le asigne un día preciso, una hora y una sede para la vacunación. La posibilidad de filas de cientos de personas esperando durante horas su turno para ser vacunados, asusta. No lo más apropiado en una pandemia . Menos en el caso de los nonagenarios y octagenarios. Tampoco suena muy efectivo que se visite en su domicilio a los que les corresponde vacunarse.
En el siglo 21 existen formas más eficaces. En una plataforma digital diseñada para el efecto, te inscribes con tus datos personales, se te asigna una cita con sede y hora precisas. Tal se está haciendo hoy mismo al menos en Texas o Nueva Jersey , de donde tengo noticias seguras. Tal es además el sistema de compra de boletos en los cines.
Ahora, sobre los lugares de vacunación: se han anunciado dos tipos de sedes: las tiendas de campaña de las brigadas nómadas y las sedes fijas. Cada una de las diez mil brigadas cuenta con doce personas, pero solo dos personas vacunarán (!!!!!). Las sedes fijas pueden consultarse en la página de internet del gobierno federal y lo que salta de inmediato al entendimiento es que son muy pocas. Para la CdMx, por ejemplo, apenas once sedes. Para todo el estado de Coahulila , cinco sedes.
Por otra parte, Farmacias del Ahorro y Farmacias Similares cuentan en conjunto con 4, 600 locales, y han ofrecido unirse a la cruzada de vacunación. Cuentan con una farmacia por lo menos en cada colonia de cada ciudad y una o dos en cualquier poblado mayor de cinco mil habitantes, donde además suele haber personal que sabe vacunar. Lo propio ha ofrecido el sector de farmacias en conjunto (28 mil locales adicionales), la UNAM , Walmart , varios hospitales privados, varios gobiernos estatales y varios centros sociales.
¿Por qué no decirles a estos otros actores “sí, ayuden”, “sí, súmense al esfuerzo de las brigadas”? ¿Por qué no aspirar a una cuota de un millón de vacunados diarios?
Los gobiernos piramidales, como el nuestro, tienen el reflejo de centralizar para controlar, amén de un orgullo de ser autosuficientes: en la cruzada contra el Covid parecería más próvido dejar de acaparar la información, para crear certidumbre, y sobre todo descentralizar la ejecución, para vacunar a muchas más personas más pronto.
Y termino con un desmentido. En estos días, miles de tuiteros me contestaron que el problema es que yo no sé nada de nada (probable) y que el verdadero problema es que lo que no hay y no habrá son vacunas suficientes (falso).
Sí habrán vacunas. México ha contratado 210 millones de vacunas, sigue comprando más, y excepto en el caso de la vacuna de Pfizer, que se ha retrasado, las otras están llegando a tiempo.
En síntesis: el plan de vacunación podría ensanchar dos de sus embudos más problemáticos.
1. Podría multiplicar las sedes y las personas que vacunen.
2. Podría abrir ya listas en el espacio digital, donde la gente se inscriba y reciba el horario y el lugar donde debe acudir para vacunarse.
Porque en época de pandemia el reflejo tradicional del gobierno de centralizar —y su concomitante efecto de lentitud— tiene un costo en vidas. ¿Por qué no apostar por lo contrario: descentralizar y acelerar?