Inusitado asomarse al cuarto de guerra de la Oposición. Tal pudimos hacer en una emisión de la mesa de analistas de Latinus, donde sus mejores intelectuales conversaron de cómo ganar las elecciones del 2024.

Oh sorpresa, parecían contadores. Nadie nunca mencionó alguna estrategia de mejora del país que ofertar a los electores. Nada: solo hicieron números. Sumas y restas.

--Si sumamos los votos del PAN con los del PRI, si es leal, y los del PRD, y si se suma MC, juntamos… --contabilizó María Amparo Casar.

–Chin –no dijo, pero su rostro lo expresó: ni así se juntaba el 50% de los votos del electorado.

Y las elecciones se ganan con votos --chin.

¿Cómo convencer a los nacos que voten por los que así los llaman?

¿O cómo formular una narrativa entre partidos cuyas vocaciones históricas son excluyentes entre sí?

Oh dioses, ¿cuánto costará un publicista genial que les venda una narrativa que no sea un mero rechazo de todos y cada uno de los cambios que opera la Izquierda en México?

Hete acá que aparece como de milagro –redoble de tambores-- Lilly.

Lilly a quien Obrador llevó de la mano al Senado. Lilly que cambia de partido como de peinado. Lilly que no se entretiene con enredos ideológicos porque ni siquiera sabe que existen.

Lilly que carece de pudores morales y llama “hienas” y “perros” a la gente en el Congreso y pronuncia “líder sindical” con el desprecio de quien cree que eso es una leperada, y se refiere al pañuelo verde de las feministas diciendo “quítenme de acá este trapo”.

No, Lilly tampoco tiene una narrativa para el país, pero a cambio no está enterada de qué es eso, ni de los límites morales que atan la lengua de otros opositores en público.

“Hasta el final con Lilly”, escribió el expresidente Fox en Twitter.

Y Aguilar Camín, cuya prosa es un portento de nuestra literatura, se rebajó al celebrar “su brío” expresivo.

Claro, ahí a lo lejos en Chihuahua también está Maru Campos.

Inteligente, cordial, proclive a las negociaciones, como mostró al visitar al presidente Obrador, entrenándose en la administración de un territorio complejo como es el de su estado, poseedora de una versión corregida y aumentada de la narrativa neoliberal que integra también el porvenir de los trabajadores pobres.

--No, pero Maru no –me dijo un empresario panista. –Le falta lo que le sobra a Lilly. Huevos.

Órale.

La verdad sea dicha, en Morena mis amigas me dicen que también ellas quieren a Lilly de candidata de la Derecha. Se imaginan a Claudia Sheinbaum debatiendo con ella --y aplauden de felicidad.

--Sería –me dicen-- el triunfo moral definitivo de la Izquierda sobre la Derecha.

E imaginan la escena.

Claudia tras un podio enumera lo que ha hecho en cuatro años a la cabeza del gobierno de la CdMx. Funiculares, vías elevadas para trolebuses, varios parques ecológicos, dos hospitales, varias decenas de escuelas, becas para cada niño o niña en edad escolar, cobertura universal de internet…

Y Lilly responde tras su podio, inclinándose sobre el micrófono:

--Hiena.

Ovación de la Derecha en las salas de sus hogares. Lilly toma un respiro y continúa:

--Perra podrida. Camella coja. Comunista corrupta y fregona, ah no: eso no es malo, creo, me dicen. Naca científica y doctorada, ah no: eso tampoco es malo, creo, me dicen. Abortista pro gay y pro trans, maldita feminista de mierda, hija putativa del matrimonio homosexual de López Obrador y Carlos Marx, ¿ya acabó mi tiempo, moderadora?

Ovación delirante de la Derecha ante sus televisores –y también de la Izquierda.

Es triste que la Oposición se conforme con un estandarte tan pobre. Una figura dejada caer por la Izquierda. Una vociferante donde la incapacidad de sus intelectuales para concertar entre sí una visión alternativa de país, se resuelve en la ira y los denuestos.

Insisto: ahí en el norte está Maru.

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