Esta semana nos sorprendimos al descubrir que el presidente López Obrador y Hitler son gemelos. ¿La evidencia?

Ambos son capaces de llenar plazas amplias con personas entusiasmadas que gritan a coro consignas.

Además, también descubrimos que hoy vivimos los albores de un nuevo Movimiento del 68, donde la juventud estudiantil repudiará por las calles al tirano y el tirano lanzará sus tanques contra ellos. ¿La evidencia?

La torpeza con que el Conacyt ha impuesto a un director engreído al CIDE , la institución de estudios superiores, provocando la justa protesta de los estudiantes.

Además, si el lector, la lectora, hacen memoria, Hitler ya asestó un golpe de Estado , hace un mes. ¿No escucharon ustedes los aviones sobrevolar el cielo y no supieron de las cárceles repletas de disidentes?

La hipérbole haciendo las veces del análisis político.

¿Y quién se ocupa en México hoy de la Verdad? ¿Quién se ocupa de buscar la palabra precisa para el evento real? ¿Quién investiga los hechos y los redacta con amor a la precisión?

Hay quienes lo hacen, sin duda. No pocos. Pero el signo que en nuestros tiempos acapara la atención de los públicos es lo superlativo.

¿Y quién en la comentocracia se ocupa de la gente: de los ciudadanos de carne y hueso? ¿Quién señala que hoy en el país media población percibe 3 mil 500 pesos mensuales mientras los 16 hombres más ricos ganan lo mismo que esos 60 millones en su conjunto?

También hay quienes. Pero de nuevo, sus datos se confunden con los datos ficticios y alarmantes.

Hace una semana, una periodista me retó a decir una sola cosa buena que ha hecho este gobierno. ¿Una sola cosa?, le pregunté. Muy fácil. Darle a esa mitad de los mexicanos 6 mil pesos extras cada mes. Clientelismo, estampó ella la palabra sobre la alimentación diaria de 60 millones de personas y lo descartó.

¿Y el avión presidencial ?, cambió de tópico y de categoría. Mírame a los ojos y dime, ¿estás de acuerdo con la rifa del avión presidencial?

La élite intelectual, no toda, pero sí una mayoría, está fallando a su misión. Su error es haber confundido su trabajo, esa cuidadosa labor de orfebrería mental, la de colocar la palabra justa al hecho real y distinguir entre lo grande y lo pequeño, con la propaganda política.

De no ser propaganda, ¿a qué la hipérbole que deforma la realidad?, ¿la confusión de categorías?, ¿la ausencia de crítica a los otros poderes del país, aparte del presidencial?

Adiós a la complejidad. La élite intelectual se ha dejado arrastrar por el espíritu de la confrontación simple y llana, propio de las redes sociales y de los tiempos electorales.

En tiempos no electorales, un mismo opinador tendría que poder criticar al presidente López Obrador por los errores de su gobierno, que no son pocos, y a los empresarios rapaces; tendría que poder alabar la ayuda económica a los pobres y estar de parte de los estudiantes del CIDE; podría intentar la justeza moral, sin ser catalogado de anti-Amlo o de pro-Amlo.

Colapsar todo el pensamiento crítico en esas dos categorías –eres pro AMLO o eres anti AMLO— ha sido la receta para desaparecer al pensamiento crítico y para llevar nuestros intercambios intelectuales a una simpleza muy parecida a la de la idiotez.

¿Y quién se ocupa hoy en nuestro país de defender los acuerdos a los que ya habíamos llegado l@s mexican@s en su conjunto?

Queremos ser un país más democrático. Menos pobre. Algún día con un sistema de justicia.

En esos valores todos podríamos coincidir. Pero no coincidimos. Coincidir hoy es traicionar. Y los espacios para la coincidencia han sido borrados del espacio público .

Le deseo a la lectora, al lector, el contraste alrededor de sus mesas de fin de año: ojalá coincidan con sus seres cercanos, y no permitan que el fantasma de Hitler los distraiga.