El Presidente empuja con todo para reformar a las otras instituciones del Estado. Esa fue después de todo su promesa como candidato: transformarlas para que sirvan a los muchos, no solo a los pocos.
Y la Oposición se opone con todo a cualquier reforma. De ahí el INE No se Toca. La CFE no se Toca. El Poder Legislativo No se Toca. Y próximamente, cuando el Presidente lance su iniciativa para reformar al Poder Judicial, vendrá: el Poder Judicial No se Toca.
¿Pero son buenas las instituciones que la Oposición lucha por conservar intocadas? ¿O sirven, como acusa el Presidente, solo a los pocos, mientras desamparan a los muchos?
Con todo respeto a los políticos, a mí eso es lo que me importa. No sus luchas narrativas.
Y al parecer la mayor parte de los mexicanos están conmigo en esto, porque a pesar de las marchas y la imparable propaganda en el sentido de que el presidente Obrador quiere “destruir a las instituciones”, no reformarlas, y que es un Presidente Imperial, y no un presidente reformador de los otros poderes del país, más del 70% de los mexicanos han declarado recién que aprueban su mandato.
Eso inclusive a pesar de los errores que en el camino López Obrador ha cometido, al usar no pocas veces en las reformas no el bisturí requerido, sino un hacha. Uso acá la inmejorable metáfora de Jorge Zepeda Patterson.
Los fideicomisos para la Ciencia y las Artes, se hicieron leña –y no se sustituyeron por otros mecanismos, castigando a una generación de artistas y de científicos que no lo merecían, y peor: cegando las fuentes del arte y la ciencia para el resto del país.
Las estancias para niños y los tiempos completos en las escuelas se hicieron leña –mejor suerte se merecían las mujeres esforzadas que trabajan y cuidan a sus hijos, y que hoy solo esperan un nuevo presidente que destuerza el entuerto.
El INAI, que transparenta las cuentas públicas, por un poco recibió el golpe de acero –lo que no sucedió porque no hubo una sola voz, aparte de la del presidente, que juzgará ocioso al organismo.
Pues bien, decía antes que aún con esos hachazos de ciego, la mayoría de los mexicanos siguen de acuerdo con la gestión de esta presidencia y la razón es simple. Están de acuerdo en que buena parte de las instituciones del país no sirven a los muchos –que durante los últimos 30 años se han especializado en servir a los pocos— y deben reformarse.
Digamos el Poder Judicial, que será el próximo escenario de la confrontación entre el presidente reformador y la Oposición conservadora.
La Oposición de forma repentina ha declarado a los jueces héroes y salvaguardas de la Patria. Bonito homenaje, pero al hacerlo se saltan una pequeña cosa —la realidad que han vivido la mayoría de los mexicanos cuando por alguna desventura han tenido, me incluyo: hemos tenido, que enfrentar a un juez mexicano.
Esta es la realidad en cifras. De la gente que hoy vive en una cárcel, 40% no tiene sentencia. Es decir, 40% de los presos en México nominalmente es inocente ¡Joder, 4 de cada 10 presos!
Y eso mientras el Poder Judicial de forma rutinaria exculpa a narcos y descongela cuentas bancarias de enormes corruptos –merced a grandes y costosos despachos de abogados y una interpretación sesgada de las leyes a favor de ellos.
Hay que ser muy rico en el México de hoy para que el Sistema de Justicia sea una puerta a la libertad, porque de ser uno un clase-mediero o un pobre, tienes el 40% de oportunidad de que sea un portal al Infierno.
Claro que una mayoría de los mexicanos apoyaremos una reforma del Poder Judicial. Tal vez incluso, ojalá, los jueces decentes alcen las voces para unirse a la reforma. Heredaron un sistema contrahecho y saben que es tiempo de destorcerlo.
No, no es pulcra esta transformación de las instituciones de México, han sido temibles sus hachazos, en lo sucesivo deberían ser solo operaciones con bisturí, pero en un país tan herido por la corrupción y la injusticia, es solo natural que la gran mayoría de la gente común haga oídos sordos al llamado de No Tocarlas y quiera, en contraste, me incluyo: queramos, que las instituciones sean transformadas.