Esta es la historia de mi amiga de Izquierda que se volvió de Derecha sin dar un solo paso.
¿Cómo ocurrió este asombro?
Llamémosle Sandra a mi amiga. Sandra estaba a la Izquierda del tablero de la política porque era pro-libertades de la mujer y de los gays.
—¡Vivan las libertades individuales!— decía a la menor provocación, alzando el puño con un paliacate verde atado a la muñeca.
Y marchaba con las feministas y luego con los gays, agarrada de la mano de una hermana trans.
Llega este señor llamado López a la presidencia del país y anuncia:
—Voy a abrir el tablero, con permiso.
Y abre al sur el tablero y ahí aparecen —oh sorpresa— los pobres. Atiborrados en 50 casillas 60 millones de pobres peoncitos.
Sandra, al centro del tablero de doble de grande decreta mirando a los lejanos peoncitos:
—¡Bienvenidos, hermanos pobrecitos! ¡Viva la Izquierda!
Y luego este señor López abre otra vez el tablero, pero directamente atrás de Sandra: 20 nuevas casillas donde aparecen los caballos del Poder Militar —y el tablero ahora es de nuevo más grande.
—¡López está militarizando el país! –se alarma Sandra.
—Brrrrrrrrr —relinchan a su espalda los caballos.
Y Sandra se corre tres casillas a la Derecha, disgustada por los relinchos y el mal olor de las bestias.
Es entonces que López abre el tablero alrededor de la misma Sandra y a sus lados aparecen 10 casillas más. El Poder Mediático. Y López da datos secretos de ese Poder que antes no era visible en el tablero.
—¡López polariza! —grita Sandra molestísima entre tanto alfil blanco, o sea: de Derecha.
Entre tanto periodista corrupto, aprieta su bolsa contra su cintura y durante semanas reflexiona si debe moverse de ahí.
Antes de que lo decida, López hace otra vez de las suyas. Aparecen en el tablero a la Izquierda de Sandra otras 10 casillas con otros alfiles, pero rojos. ¡La prensa zurda! ¿Dónde estaban esos, que nadie antes los veía?
Y mientras Sandra está resolviendo si moverse a la Izquierda, a mezclarse con la prensa roja y plebeya, López abre otra vez el tablero al Occidente, donde aparece la Reina del Poder Judicial.
Sandra ni lo piensa: corre a la Derecha para abrazar a la Reina, y la abraza como a una hermana.
—¡López ataca a la Jueza Suprema! —grita, aunque no sabe nada de la Jueza y sus andanzas truculentas con la Derecha.
Eso mientras López ya abre a la Izquierda otra vez el tablero 20 casillas y aparecen las 20 torres blancas y rojas del Poder Legislativo. ¿Dónde carajos estaban todos esos poderes que ahora están en el tablero?
Siempre estuvieron en la realidad, pero no representados en las casillas del juego político.
Sandra está mareada. Acongojada. No entiende qué hace López. Por eso decreta:
—López quiere adueñarse de todas las piezas del tablero. Es un dictador.
Le gusta el sonido de esa última frase. Le da sentido a ese nuevo y extensísimo tablero.
¿O es al contrario?, se pregunta de pronto. ¿Tal vez esto es la Democracia: todos los poderes visibles en un gigantesco tablero?
En todo caso, un día Sandra se apersona en una plaza llena de rojos y parada en una cajita de madera lanza un discurso.
—¡Zurdos, López es un tirano de Derecha, todos contra él!
¡La abuchean! ¡Sus hermanos zurdos! ¡Le gritan que no entiende lo que pasa! ¡Que lo que entiende ya pasó y ya no existe!
—¡Fuera, fuera la Derecha! —le grita una adolescente de piel morena y con gafas y alzando el puño envuelto en un paliacate verde.
—¿Yo soy de Derecha? –le pregunta Sandra azorada a la adolescente.
De haberse quedado a conversar con ella, Sandra se habría enterado de por qué la joven defendía a López. Porque la había incluido por primera vez en el tablero y en el presupuesto del país. Su familia recibía dos ayudas sociales.
Pero Sandra escapa de la Izquierda en un triciclo techado mientras decreta:
—Fanáticos, propagandistas, proto-fascistas.
Hoy en día, Sandra ya no habla con zurdos y va solo a foros de periodistas de Derecha, donde tiene cuidado en sentarse a la mesa siempre a la Izquierda.
Sucede en un amanecer reciente. Sandra abre las puertas de su balcón y ve desde ahí las casillas blancas y negras multiplicándose hasta un horizonte que a su vez va alejándose poco a poco hacia el infinito.
Le da vértigo, y para no desmayarse, se agarra del barandal del balcón.
Esta fue la asombrosa historia de la Izquierda que amaneció en la Derecha sin dar un solo paso.