Y ahora yo también hablaré de Rosario. Siendo que lo hago el último día de una semana dedicada por buena parte de los comentaristas a su persona, aprovecho para abordar el asunto por otro flanco. A mí lo que me admira es cómo hemos simplificado un asunto complejísimo hasta reducirlo a una simpleza, que se resume en la frase: La culpa fue de Rosario.

Me explico.

Ahora sabemos que durante el pasado sexenio se construyó una trama para desviar cerca de 7 mil millones de pesos del erario a 4 campañas electorales del PRI .

Diseñada premeditadamente para ser complejísima –y por eso difícil de descubrir—, se trata de una tubería secreta que recorrió 11 dependencias públicas, incluyendo 5 secretarías de Estado (Agricultura, Educación, Comunicaciones y Transportes, Sedesol y Sedatu) y de la que además tuvieron que estar al tanto los sucesivos Secretarios de Hacienda (a menos que supongamos que cada cual vio salir ese río de dinero del erario y luego lo vio esfumarse y dijo nada más: Ay carambas, qué raro).

Además, la tubería solo pudo ser construida y operar con la anuencia de la única persona con autoridad sobre esas 11 dependencias, a decir: el Presidente del país, Enrique Peña Nieto , si no es que él mismo ordenó que la tubería se armara. De ello no pudieron estar ajenos los operadores de confianza del Presidente Peña, Luis Videgaray y Osorio Chong , su Secretario de Gobernación.

Además, conocieron de la tubería los 9 rectores de universidades cuya función fue enviar los dineros a empresas ciertas o inventadas; supieron de ella más de 30 empresarios reales y otros tantas personas que prestaron su nombre para documentar empresas ficticias; y por fin supieron de la tubería los beneficiados por sus dineros: el presidente del PRI, los jefes de cada una de las 4 campañas electorales del PRI y sus 4 candidatos (a menos que podamos imaginar a José Antonio Meade , el candidato del PRI a la presidencia nacional, viendo una bodega llena de pacas de dinero y diciendo: Caray, el Espíritu Santo se hizo billetes y me ama.)

Y sí, en medio de toda la complicadísima y extensa tubería, estuvo (aún presuntamente) sentada a su escritorio Rosario Robles , operando sus flujos de billetes.

¿No es asombroso cómo la síntesis de un asunto así de poblado de hombres poderosos y vastas burocracias venga a ser: Fue Rosario? Basta ver las caricaturas y la mayoría de las editoriales de esta semana para leer explicita o tácitamente esa afirmación: Fue Rosario.

Sostengo que como cultura estamos soportando mal la complejidad de este asunto. Podemos hablar de cómo sucedió paso a paso esa extrema simplificación, una operación de la mente colectiva de por sí fascinante, lo que es seguro es que en la simplificación estamos perdiendo su verdadero retrato.

En todo caso, la síntesis que sí es posible es esta. Fue el Estado.

Fue el Estado robando el dinero destinado a los más pobres para usarlo en pro de un partido político. Fue el Estado coludido entre sí para impedir la Democracia . Fue el Estado, desde su cabeza —un Presidente— hasta 4 candidatos, pasando al menos por 7 secretarios de Estado.

En síntesis: Fue el Estado.

Hace algunos años, Inglaterra afrontó un escándalo de corrupción que implicaba al gobierno de Tony Blair. El juicio en que derivó, televisado por la televisión pública y atendido por millones de ingleses, puso en el banquillo de los declarantes a no menos de 50 personas. Dueños de periódicos. Reporteros.

Servidores públicos varios. Y sí, al mismo Tony Blair , ex jefe de Estado.

El pasado juicio contra Donald Trump en el Congreso norteamericano, hizo lo propio. Los ciudadanos norteamericanos pudieron ver en sus televisores las declaraciones de servidores públicos, interrogados con fiereza por congresistas.

Para el gobierno del Presidente López Obrador y para nuestras instituciones de Justicia, el reto ahora es no simplificar y realizar un juicio del verdadero tamaño que tuvo la Estafa Maestra : el tamaño del gobierno de Enrique Peña Nieto.

Cualquier otro juicio sería un engaño para bobos.

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