El Estado francés recién propuso nacionalizar la mayor empresa eléctrica de Francia. El propósito es doble. Garantizar precios accesibles a la población y garantizar la soberanía energética del país.
La declaración de propósitos no es mía. Es del gobierno de Macrón, un exbanquero, hasta ayer entusiasta del neoliberalismo.
“¿Qué hacer si los hechos cambian? Yo cambio de ideas. ¿Qué hace usted, caballero?” La expresión es de Keynes, y Macrón le ha respondido: yo también cambio de ideas.
Y eso porque en Francia y en el mundo los hechos han cambiado.
El neoliberalismo prometió que las empresas globales volverían baratos los servicios y los bienes imprescindibles. Mintieron. Las empresas se engolosinaron con sus ganancias y los servicios y bienes se volvieron más caros. De hecho, se han ido volviendo lujos para los pobres y poco a poco también para las clases medias.
El empobrecimiento de las mayorías durante la pandemia y la guerra en Ucrania, solo agravaron las consecuencias de la traición neoliberal a su promesa.
Por eso ahora el Estado francés interviene.
No otra cosa se proponía la Reforma Eléctrica en México, hace unos meses. El gobierno no quería estatizar el sector eléctrico, solo quería asegurarle al Estado el lugar rector, para garantizar precios accesibles a los civiles, incluidos los más pobres, y para garantizar la soberanía energética nacional.
Los detalles eran distintos porque el tablero de la industria energética local es distinto al tablero francés. Los propósitos eran idénticos.
Nuestros partidos de Oposición tenían los votos necesarios en el Congreso para aprobar la Reforma, y pudieron sentarse a debatir los detalles y al final pudieron exigir enmiendas. De cierto, de su lista de 12 enmiendas, 8 fueron aceptadas por el partido del gobierno.
¿Por qué rechazaron entonces la Reforma Eléctrica en bloque?
Porque traicionaba la principal idea neoliberal, su idea fetiche ya dicha: los empresarios globales son los reyes magos para las mayorías. Eso a pesar de que los hechos contradecían el aserto.
Publicada la noticia de la nacionalización en Francia, en el TW mexicano sucedió un intenso debate que transparenta la terquedad de nuestros neoliberales locales en vivir desapegados de los hechos –y por tanto a cambiar de ideas.
Negaron que lo que sucedía en la Francia era una nacionalización. Imposible. Era el solo el rescate de una empresa en bancarrota. El bueno de Macrón no podía cometer tal pecado.
Cuando circularon las portadas de Le Monde, el New York Times, The Guardian y El País, que usaban la expresión “nacionalizar”, nuestros atribulados neoliberales cambiaron la estrategia y apuntaron a una obviedad, a que México no es Francia.
Indiscutible.
Y también a otra obviedad, el presidente López Obrador no es Macrón.
Pues no, solo uno de ellos habla francés.
Y por fin, una tercera obviedad. Nuestros funcionarios son corruptos y succionan de intereses públicos ganancias propias.
Ciertísimo. ¿Y los empresarios globales qué hacen?: ¿no es esa su razón de vida, la pura y llana ganancia propia?
Otra frase famosa viene a cuento. Esta del ídolo del neoliberalismo, Milton Friedman. “Cuando una crisis tiene lugar, las acciones políticas que se llevan a cabo derivan de las ideas que flotan en el ambiente”.
Ojalá flotaran en el ambiente ideas nuevas, pero ya maduras. Ojalá la economía circular con unidades auto sustentables que propone el Ecologismo estuviera lista para implementarse, masivamente. Lo cierto es que para enfrentar la crisis energética que vive el mundo y la crisis económica a la que se desliza, hoy solo hay a la vista dos modelos políticos que pueden aplicarse de inmediato.
El del Estado interventor y el del Estado que permite a las empresas globales hacer su santa voluntad.
Son los hechos, no las palabras, los que han desacreditado al neoliberalismo; y son los hechos, y solo los hechos, los que mueven hoy el péndulo de vuelta al primer modelo.
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