¿Quiere usted, ciudadano, que los expresidentes que robaron fortunas al Estado sean enjuiciados y las regresen al país?

Sí o no.

¿Qué respondería usted, estimado lector, lectora?

Tan simple como preguntar: ¿si le robaron los muebles de su casa, le gustaría que el ladrón se los regrese?

Pero confíe usted en nuestra retorcida clase política, siempre tan respetuosa de la corrupción : para cuando usted pueda responder en una casilla cercana a su hogar esa pregunta, todo se habrá complicado indeciblemente. Lo primero, de hecho, la pregunta: los ministros de la Suprema Corte de Justicia la han convertido ya en este galimatías.

"¿Estás de acuerdo en que se lleven a cabo acciones con apego al marco legal para esclarecer las decisiones políticas tomadas en el pasado por los actores políticos y garantizar la justicia y derechos de las posibles víctimas?".

Y en breve surgirán las plumas sofistas para explicarle a usted por qué debe rechazar la propuesta. Por qué, de cierto, si usted pone un tache sobre la palabra SÍ, el país entero se desbaratará y colapsará. Solo espere y se sorprenderá con las complejísimas razones.

De hecho, la prueba de que no es nada fácil llevar a juicio los actos de corrupción de mandatarios pasados, está en que este gobierno necesita que usted y yo vayamos a darle el SÍ a esta propuesta de ética sobre-evidente. Necesita sacarla del círculo de los poderosos de siempre, para volverla un reclamo popular. Solo convertida en un reclamo popular tendrá la oportunidad de realizarse.

¿Se exagera? No lo creo.

Qué tan sólida y larga es la cadena de complicidades que conectan a los políticos nacionales, algunas transformadas incluso en leyes, otras en reglamentos, las más en costumbres reverenciales, que no pocas de las plumas sofistas que intentarán a usted disuadirlo de votarla, lo harán por una certeza secreta: reconocen que la pax mexicana, ese siglo de transmisión sexenal y pacífica del poder, dependió de una máxima.

El respeto a la corrupción ajena es la paz.

Por esa máxima, Vicente Fox , el segundo presidente electo por voto popular de nuestra historia (el primero fue Madero un siglo antes), renunció a enjuiciar a los priistas responsables del saqueo a Pemex .

El saqueo estaba ya probado por su propia Secretaría de la Función Pública, Fox sabía que se convertiría en un héroe al llevar a juicio al PRI , y entonces se le enfriaron los pies. Adujo que no quería enfrentar la rebelión del sindicato petrolero, una rebelión que supuso paralizaría al país y haría caer a la moneda en picada. Cierto o falso, lo que hizo al no enjuiciar conforme a la ley a los priistas, fue dar el banderazo para que sus propios funcionarios panistas empezaran a saquear al erario y a traficar influencias. Vaya, su propia esposa, en la sala de su casa, instaló la oficia de mayor actividad.

Felipe Calderón

prometió en su campaña enjuiciar a los foxistas y los priistas corruptos. La promesa cristalizó en dos casos emblemáticos: llevaría a juicio a los hijos de la esposa del presidente Fox, los muchachos Sahagún, y al Gober Precioso, al gobernador de Puebla Mario Marín , un pederasta probado. Y nones, tampoco se atrevió a violar la máxima, mantuvo las complicidades transexenales.

El presidente Peña Nieto merece una medalla por su sinceridad. Peña ni siquiera puso a consideración castigar las corrupciones de gobiernos previos, porque entendía mejor que nadie que “la corrupción es nuestra cultura”. Sus candorosas palabras. Y su sexenio pasará a la historia como aquel en que los funcionarios robaron hasta llegar a extremos absurdos.

Romper esa cadena de saqueos, quebrar esa cultura política , declarar muerta esa máxima: de eso se trata esta consulta popular.

Dejemos a los sofistas enredar el hilo de la madeja; dejémoslos asegurar que es imposible enjuiciar a los corruptos; hilarán fino en su defensa y no pocos ciudadanos se dejarán enredar en su hilo. Pero los que no tenemos deudas secretas con el Estado, y más bien sentimos que la política nos debe a nosotros resultados, esos que somos una gran mayoría, debemos salir a votar por el SÍ.