Los salarios en México son en promedio los más bajos del continente. Vaya, los salarios en México son hoy en promedio más bajos que en China.
¿Por qué son tan bajos?
Porque las grandes empresas mexicanas ganan en promedio una proporción más alta que en ninguna parte del mundo. De los ingresos que reciben las empresas, los dueños y los accionistas ganan el 70% —y destinan a salarios el 30%.
En EUA la proporción es de 50% para los dueños y accionistas y 50% para los trabajadores. En Europa, la proporción es de 30% para los dueños y accionistas y 70% para los trabajadores.
Por eso, México es un país con una clase empresarial muy rica —por mucho la más rica de Latinoamérica— y con una clase trabajadora muy pobre.
Y el mecanismo de distribución de la desigualdad opera cada quincena, cuando se pagan salarios bajísimos a los trabajadores y los mega-empresarios adquieren ganancias estratosféricas.
(En este texto incluyo entre los trabajadores a todo aquel que trabaja y percibe un salario.)
Así los números de nuestra realidad, las dos candidatas a la presidencia vienen presentando dos planes distintos para quienes trabajan para empresas no propias. 60 millones de mexicanos, según los números del INEGI.
Xóchitl Gálvez habla de un país de clases medias al que llegaríamos si el gobierno auxilia a cada trabajador para que estudie más y tenga mejores puestos de trabajo o para que pueda ahorrar más y pueda volverse un empresario pequeño y luego mediano.
Yo pude hacerlo, dice Xóchitl implícitamente en cada mensaje. Yo vendía gelatinas, estudié computación y de pronto quintupliqué mi salario, seguí estudiando y trabajando y me volví empresaria y ahora soy una clase media con todas las comodidades materiales indispensables.
En su plan no hay intención de cambiar las circunstancias grandes del país. Ni la repartición abusiva de los dineros entre dueños y trabajadores, ni las tasas locas de préstamos bancarios en México (de las más altas del mundo) ni subir los impuestos a los ricos —la vía típica con que los gobiernos corrigen la mala distribución del dinero en un país: suben impuestos a los más ricos y dan más servicios a las clases medias y los pobres.
De ahí que se tilde a su plan de echele-ganismo. O con mayor precisión: échele-ganismo con ayuda del gobierno. Un plan que no modifica en nada las circunstancias que generan la desigualdad.
¿Qué parece ofrecer en cambio Claudia Sheinbaum?
Resalto la palabra parece porque todavía ninguna de las dos candidatas ha de verdad desplegado de forma ordenada un proyecto —y eso gracias a las locas reglas del INE, que nos han condenado a campañas donde aún no se vale explicitar proyectos.
Claudia ha dicho que aumentará las ayudas sociales: los pagos en dinero contante y sonante, para abarcar a más de los 45 millones de familias que hoy se benefician con ellos.
Y —acá su medida de mayor trascendencia— aumentará los servicios públicos. Mucha más inversión del presupuesto en Salud gratuita, en Educación gratuita, en transporte público, en casa-habitación y en Electricidad, Agua e Internet a costos bajos.
La meta es un Estado grande que distribuya el Bienestar, dice Claudia implícitamente en cada cosa que dice.
¿Con qué dinero haría eso Claudia?
La candidata ha dicho que no subirá los impuestos a los mega-ricos. En cambio, sí ampliaría el universo en que se recolectan impuestos. Hoy un 50% de la economía es informal y no los paga, en palabras de Raquel Buenrostro, su asesora en materia tributaria.
Es decir, ni una ni otra candidata propone modificar el distribuidor quincenal de desigualdad —las ganancias abusivas de nuestra clase alta y los salarios bajos— pero reconociendo ambas la desigualdad, Xóchitl ofrece ayudas para escalar por la escalera injustamente empinada, mientras Claudia ofrece elevar el piso que rodea a la escalera, de forma cada mexican@ tenga asegurados la Salud, la Educación y la casa-habitación.
No es misterioso por qué Claudia aventaja a Xóchitl en las encuestas de intención de voto.
Claudia ofrece al total de la población una mejora de calidad de vida, por el simple hecho de vivir en México. Xóchitl ofrece esfuerzo, sudor y lágrimas en una escalera abusivamente empinada.