El candidato Felipe Calderón dio una sonora palmada en el podio y declaró lo que sería su principal propósito como presidente del país.
—Ley y orden.
Bastaba movilizar correctamente a las policías del país.
Ya instalado en el despacho presidencial, el jefe de las Fuerzas Armadas le extendió un mapa. Lo desdobló una vez, dos veces, tres.
Aparecían cuatro círculos concéntricos, cada uno en otro color.
Once días más tarde, de forma sorpresiva, el presidente Calderón declaró que escalaba por mucho su oferta de Ley y Orden, se desplegaría una verdadera Guerra contra el Crimen Organizado, encabezada por el ejército mexicano.
La Oposición lo acusó ruidosamente de imprudencia, ineficacia y mala leche. Y el crimen organizado aumentó sus actividades aterradoras contra la población civil, no las disminuyó.
El candidato de la Oposición Enrique Peña, dio un palmazo sobre el podio y declaró su propósito.
—Acabaré con la desastrosa Guerra contra el Crimen Organizado.
Ya en el despacho del Presidente, desdobló el mapa de los cuatro círculos concéntricos. Once días más tarde, citó a los dueños de la prensa para ejecutar un nuevo plan.
El país dejaría de hablar del Crimen Organizado, traspapelaría el tema entre los de poca importancia. México tenía cosas más grandes que lograr.
Sin embargo, el crimen organizado aumentó, no disminuyó.
El candidato López Obrador prometió resolver el crecimiento desmesurado del Crimen Organizado con una política de subsidios a los pobres –la fuente de los sicarios del crimen—, más mucho amor: evitar las confrontaciones con los criminales.
Ya en el despacho del Presidente, viendo el mapa desdoblado de los círculos concéntricos, palideció. Once días después trazó otro plan.
Se crearía una Guardia Nacional y se volvería a militarizar al país. Estábamos de nueva vuelta en el plan de Calderón.
Y la Oposición política, entre ellos muchos de los mismos que hacía dos sexenios defendían la militarización, ahora lo acusan ruidosamente de imprudencia, ineficacia y mala leche.
¿Qué contiene el mapa secreto?
El primer círculo, al centro, blanco y por mucho el más grande, es el de la población civil. El segundo, verde, es el del gobierno. El tercero, azul, las Fuerzas del Orden. El cuarto, rojo, las fuerzas del Crimen Organizado, que no solo rodea los otros círculos, sino los infiltra: miles de hilos rojos cruzan a los otros círculos, de forma que el mapa es sobre todo de un color. Rojo.
De cerca se distinguen los distintos círculos y los números que cifran su extensión y la dimensión de la violencia que ocurre en ellos. A dos pasos de distancia, el mapa entero se ve rojo.
Si fuéramos gente sensata, los mexicanos tendríamos que colegir lo evidente. El Estado no puede contra el Crimen Organizado, no solo porque hace mucho rebasa en capacidad de fuego a las Fuerzas del Orden, sino porque las ha infiltrado gracias a su poder económico.
Pero no somos gente sensata. Sobre todo, nuestros políticos no lo son. Los políticos una y otra vez utilizan la inseguridad para golpear a quien gobierna y cuando ellos gobiernan no reconocen la insuficiencia de los instrumentos del Estado para acabar con ella.
Los políticos quieren el poder, no la paz.
Y nosotros seguimos creyéndoles que cada facción política puede pacificar por sí sola al país, a pesar de 18 años de mostrar lo contrario, y los comentaristas siguen comentando que en este asunto lo que importa es la inteligencia y la voluntad del presidente en turno.
Así que ya veremos al siguiente candidato triunfador en las elecciones dar un palmazo en el podio y declarar su plan para acabar con la violencia, y once días después de ver a solas el mapa en el despacho presidencial, lo veremos ejecutar algo distinto.
Y claro, la Oposición del momento lo acusará ruidosamente de imprudencia, ineficacia y mala leche.
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