En el año 2006 el flamante presidente Felipe Calderón se puso una casaca militar y un quepí, se subió a un jeep y lanzó la Guerra contra el Narco. Una guerra mal planeada que habría de tener al cabo un saldo inmenso de dolor y sangre. 350 mil muertos y 72 mil desaparecidos.
Y que según una versión maldita que viene ganando evidencias, resulta que nunca fue una guerra contra el narco.
La retórica de la Guerra contra el Narco fue el telón de humo para que el Estado, aliado al Cártel de Sinaloa, barriera del territorio nacional a otros cárteles competidores.
Tal es el relato siniestro que desteje el relato hasta hoy oficial.
Y quien podría confirmarlo durmió ayer en una celda de dos por tres metros en la ciudad de Nueva York, puede salir a caminar los perímetros de un patio amurallado diario por una hora y hablar por teléfono una sola vez al día.
Se llama Genaro García Luna.
Fue el hombre fuerte de dos expresidentes. Vicente Fox y Felipe Calderón. En el sexenio del primero fundó y comandó la AFI, la nueva policía federal. Durante el sexenio del segundo fue el secretario de Seguridad.
Y está hoy acusado por la Justicia de Norteamérica de tráfico de cocaína y de trabajar para el Cártel de Sinaloa desde el año 2002.
Lo que de comprobarse en el juicio que iniciará el 9 de enero, implicaría que el gobierno de Vicente Fox le facilitó al Chapo Guzmán, líder del Cártel de Sinaloa, su escape de la cárcel de alta seguridad de Puente Grande, Jalisco.
De mayor calibre, implicaría lo antes dicho sobre la Guerra contra el Narco. Que fue un engaño sin parangón a los mexicanos: la mayor traición de nuestra Historia.
Por supuesto el juicio contra García Luna es solo contra él. Y sin embargo, de confirmarse su alianza contra el Cartel de Sinaloa, es difícil suponer que el ex presidente Calderón no estaba al tanto de los fines de la guerra de la que él presumió ser el Comandante en Jefe durante seis años.
Tendría que haber estado muy empecinado en no saberlo, habida cuenta de que en el momento varios reportajes periodísticos lo delataron y varios generales se lo advirtieron al mandatario en corto.
“Le hablé de los nexos de su secretario con el crimen, los dos de pie a un lado del escritorio presidencial”, ha contado uno de esos generales, el general Tomás Ángeles.
Por lo pronto, los andares recientes del expresidente Calderón revelan mucho. En vísperas del juicio a su lugarteniente, recién se ha comprado una casona en un barrio de lujo de Madrid y ha solicitado al gobierno de España una “visa dorada”, para poder quedarse a vivir ahí indefinidamente.
Y es que el juicio podría enturbiar su reputación en México pero no llegar más allá.
El juez podría prohibir durante el juicio toda mención a los expresidentes mexicanos, tal y como hizo el juez del juicio al Chapo Guzmán, presuntamente para proteger las relaciones entre los dos países.
Entonces García Luna se quedaría preso en su celda de dos por tres metros y Calderón, avecinado ya en Madrid, podría seguir trabajando como consultor para Iberdrola, la compañía eléctrica española.
Pero igual el juez podría sorprendernos. Un sector de la Justicia de Norteamérica ha endurecido su rigor en lo que toca al combate al narco, y el juez podría permitir que los testigos hablen de Fox y de Calderón.
Vaya, podría incluso llamarlos a juicio. Aún más, podría ordenar su captura. Después de todo existe para ello un precedente.
En 1989 el gobierno de Norteamérica no solo ordenó al entonces presidente de Panamá, el General Noriega, que se presentara a juicio para hablar de su presunta sociedad con el cartel de Medellín; como el general se negó, el ejército norteamericano lo sustrajo de la misma casa presidencial de Panamá.
Ya veremos hasta donde se atreve esta vez la Justicia de Norteamérica.
Por lo pronto, que el juicio esté por suceder en la ciudad de Nueva York y no en México, revela el equilibrio de poder entre los malvados y los inocentes en nuestro país. Los inocentes son muchos más, pero nuestra Justicia sigue sin importunar a los malvados.
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