A los quince minutos de iniciado el programa de televisión, los cinco analistas acuerdan que el gobierno actual no tiene logros reales.
Ni uno. Cero. Nada.
¿Por qué entonces el 68% de los mexicanos aprueba su mandato ?, pregunta uno con irritación.
Quince minutos más tarde han disuelto el enigma: ese 68% lo aprueba por razones irreales. Es el genio verbal del Presidente lo que los tiene hechizados. Son sus frases mágicas.
“Los pobres primero, por el bien de todos”. “La Oposición moralmente derrotada”.
Complacidos, los analistas se reacomodan en sus sillas y entonces empiezan a enumerar todo lo errado por este gobierno, que según ellos es todo.
La militarización. El decretazo. Los programas clientelares. Todo.
No ven, no podrían verlo, que son víctimas de lo mismo que enuncian. Están hechizados por el léxico que han ido coleccionando para descartar una por una las medidas de este gobierno —y es ese léxico lo que les impide ver lo real.
Por ejemplo, quiénes son ese 68% que aprueba a este gobierno.
Para saberlo, sobra la inventiva verbal: se necesita una mirada de una simpleza absoluta: son, en su mayor proporción, los pobres de nuestro país.
Ese 50% de mexican@s cuya pobreza, real, no teórica, es una escasez diaria de comida, una habitación incómoda, un desamparo ante la enfermedad, empleos precarios o con salarios raquíticos y transportes públicos donde los cuerpos se aprietan.
A esa mitad de hogares pobres del país, este gobierno los ha introducido en la narrativa del país y le ha dado una identidad de clase, cierto, pero de forma mucho más importante, los ha sentado a la mesa del presupuesto: les da dinero real, contante y sonante, cada mes alrededor de 6 mil pesos.
Para los analistas bien remunerados del programa político al que aludo acá como ejemplar de la Derecha, esos 6 mil pesos son nada. Es tal vez parte de lo que apartan cada mes para gastar en cultura. O parte de lo que se les queda en el banco, ahorrado.
En cambio, para un hogar pobre, ese dinero es la diferencia entre irse a dormir con hambre o no, entre salir a la calle a mendigar o no, entre poder comprar analgésicos o sufrir el dolor físico en silencio. Es la diferencia entre la desesperación o un poco de tranquilidad.
Eso —los pobres y la realidad de su pobreza—, es lo que la Derecha no está viendo en su análisis de los hechos de este gobierno. Esa es la mitad de la población que pone a un lado cuando descalifica su gratitud a este gobierno con palabras como “clientelismo” o “populismo”. Esa mitad para la que tampoco tiene un proyecto.
El restante 18% del 68% somos la clase media que entiende que auxiliar a los pobres no es un mero acto de caridad que nos salva de malos sueños: es un modelo económico , el modelo de la Izquierda. El modelo que emplearon los gobiernos de Lula y Dilma Roussef en Brasil y que hoy aplica el gobierno de Biden, por citar solo dos casos cercanos.
¿Con esos 6 mil de pesos mensuales extras, a quién le compran los pobres zapatos y analgésicos? Si el modelo funciona, al tendero de la esquina, a la zapatería de dos cuadras allá. A la clase media.
Por supuesto se trata de un primer peldaño de un modelo más complejo por construir. Los siguientes peldaños implican agrandar los servicios públicos, mejorar los salarios y el crecimiento de la economía, entre otras cosas. Y solo podrán construirse si la Izquierda continúa luego de este sexenio en el poder.
A juzgar por el 68% de aprobación actual y la ceguera de la Derecha , parece inevitable.