Arden Las Lomas algunas noches. Las noches en que Claudio X., el ángel anti-corrupción del país, le abre la puerta de su casa al Diablo.

Lo sabemos porque se han publicado las charlas de WhattsApp del Diablo.

¿Es necesario explicar quién es el Diablo?

Es el político más corrupto de nuestros días, a juzgar por sus adversarios y también por sus acólitos, un robusto caballero que va también bajo el alias de Alito.

Así es. El ángel X. invita a pasar al Diablo a su casa y sentados a una mesa cenan y deciden cosas importantes.

Han decidido los candidatos de su alianza para el EdoMex y para Coahuila. Decidirán juntos el candidato de su alianza a la presidencia del país. Y decidirán también, en fraterna complicidad, el proyecto de país de su alianza.

Ojalá don X. nos contara qué debemos entender los ciudadanos al saber de sus reuniones con el Diablo.

¿Qué el Diablo al fin no era tan Diablo? ¿Qué la Corrupción, sacadas las cuentas, no importa tanto? ¿Qué al final de cuentas todo se vale, incluso abrazar al Diablo, si se trata de ganar el Poder?

En todo caso, la ingenuidad de don X. abruma.

En el año 2024, ¿cómo borrará de la conciencia de los electores que va de la mano a las urnas con el Diablo?

¿Una pócima? ¿Un gas amnésico? ¿Una campaña de publicidad marca Diablo?

¿Y cómo podrá prometer erradicar de México la Corrupción, si no pudo erradicarla del comedor de su casa?

—Ups, se te cayó algo al piso— me cuenta un mesero que hace unas noches, mientras cenaban, Alito le dijo al ángel.

El ángel se agachó a recogerlo por debajo de la mesa y vio que era un aro dorado.

—Ups –dijo Alito. –Tu aureola.

Alito le colocó la aureola encima de la cabeza al señor X., y aún si se quedó ahí flotando, la aureola no se iluminó, estaba opaca.

Don X. se llevó la mano a la aureola para subirle el switch, clic, para bajárselo, clac, y volver a subirlo, clic, pero ni así encendió. Se quedó como un aro opaco de oro falso.

Y es que con la Corrupción no se pacta en vano.

Como bien lo sabe la sabiduría popular, quién besa al Diablo se endiabla, lo quiera o no, y al final siempre se va al Diablo, y eso por una sola razón.

Porque el Diablo es, verbigracia, el Diablo.

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