“Detrás de todo lo que está sucediendo en este caso en Jalisco hay intereses muy precisos y muy puntuales construidos desde la Ciudad de México, desde los sótanos del poder (…) le pido al presidente de la República –dijo Enrique Alfaro en video publicado la misma noche de la manifestación realizada en Guadalajara, exigiendo justicia por el asesinato de Giovani López-- que le diga a su gente y a su partido que ojalá estén midiendo lo que están haciendo…”.

El mandatario jalisciense, alma e inspiración del frente de gobernadores “contra el presidente López Obrador”, al modo, derivó su responsabilidad hacia éste, en lugar de reconocer que la causa fueron sus formas coercitivas y autoritarias utilizadas para imponer las medidas de prevención al Covid-19.

Nadie ignora su determinación, a lo largo de la emergencia, de utilizar a la policía para obligar a la población a usar el cubrebocas, se quede en casa y evite circular por la vía pública. “…las medidas de aislamiento social tendrán carácter obligatorio, que quien no las cumpla, será sancionado, y que la fuerza pública tendrá la encomienda de hacerlas cumplir”, dijo Alfaro en una videograbación ampliamente difundida.

Esto, claro, en contraste de las formas recomendadas por las autoridades sanitarias federales de invitar a la ciudadanía para que, de manera responsable, consciente y voluntaria, y no coercitiva y autoritaria, asuman las medidas de protección y cuidado sanitarios ampliamente difundidas por los gobiernos en todos sus órdenes.

Y no puede alegar el mencionado gobernador que lo ignoraba.

Al establecerse la Jornada de Sana Distancia, la reglamentación, bien conocida por él, y aceptada por todas las autoridades, dice puntualmente: “Todas las medidas deberán ejecutarse respetando estrictamente los derechos humanos y las libertades civiles consagradas por la constitución” Por lo tanto, y como bien lo reflexiona el Dr. Hugo López-Gattel: “Nadie puede invocar justificadamente el uso de las fuerzas de seguridad en pro de la salud”.

Pero, bueno, aquí aprecio la gran diferencia del cómo gobernar: autoritarismo o diálogo y concertación. El presidente, desde su llegada al poder, ha insistido que él, su gobierno, nunca utilizará la fuerza de la represión contra el pueblo, que hay que priorizar siempre el diálogo, actuar con energía en el reclamo, pero de manera pacífica.

La mejor prueba de la congruencia del Ejecutivo Federal, es que, por el grave peligro en que la pandemia ha puesto a la sociedad, pudo optar por las facultades extraordinarias que le concede la Constitución en su artículo 29, al señalar que “…solamente el presidente de los Estados Unidos Mexicanos –nadie más, ninguna otra autoridad---podrá restringir o suspender en todo el país o en lugar determinado el ejercicio de los derechos y las garantías…”.

Pero, no lo hizo. Aún cuando –reitero-- la gravedad de la pandemia pudo ameritarlo, y como algunos juristas lo sugerían, tal es el caso, entre otros, del exministro de la Corte, José Ramón Cossío.

No lo hizo, porque ello supone usar la fuerza para impedir el libre tránsito o el derecho a la reunión o manifestación, por ejemplo. En cambio, ha preferido llamar a la prudencia de las

y los ciudadanos para asumir voluntariamente las medidas de prevención propuestas por la autoridad sanitaria.

¡Ah! pero otras autoridades sí lo han hecho. Obrando incluso en contra de la Constitución, insisto. En varios municipios de Yucatán, en Sonora, en otras entidades y, muy destacadamente, en el estado de Jalisco que, entre otros atropellos, devino en el asesinato por la policía del joven Giovanni López.

Finalmente digo: es momento todavía, para que Enrique Alfaro, asuma que el autoritarismo y los abusos policíacos, están siendo fuertemente condenados por la comunidad internacional y que actúe en consecuencia, sin falsas evasivas.

Y si lo duda, lo remito a las crónicas de las protestas populares en las principales ciudades estadounidenses, repudiando el alevoso crimen contra George Floyd y que mucho se asemeja al de Giovanni López, cuyas consecuencias ya le hicieron perder la cordura.

Que el gobernador de Jalisco, al igual que Trump, lejos de culpar a otros de sus actos autoritarios e ilegales, resuelva la crisis estatal provocada por responsabilidad de él y nada más que de él.

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