La contienda por la Presidencia se ha centrado hasta ahora en el perfil de las dos contendientes previsibles: Xóchitl Gálvez por el Frente Amplio por México (FAM), que agrupa a PRI, PAN y PRD, y Claudia Sheinbaum por la alianza MORENA-PT-PVEM.
Luego, según el guion de la democracia mexicana contemporánea, vendrían las propuestas para contrastar la visión programática de cada una, con el objetivo de generar empatía con el electorado y sumar corazones y votos a sus causas.
Eso sería lo lógico en un escenario de normalidad democrática, pero hoy nuestro país carece de ese estatus. En los últimos 5 años, nuestra democracia se ha agrietado y hoy presenta fracturas que solo un nuevo régimen podría subsanar.
Reconozcamos que estamos viviendo en un entorno electoral de “excepción”, activado por los graves riesgos que acechan a nuestro joven pluralismo, y que han hecho posible que todos quienes queremos un rumbo diferente para México a partir de 2024 nos unamos en una misma opción política.
La carrera de Xóchitl y Claudia no es una contienda entre dos personas; representa una batalla entre dos modelos de nación, uno que busca emerger y otro que solo pretende subsistir.
Mientras Claudia personifica el modelo unipersonal de gobernar, aún sea por interpósita persona, Xóchitl abre la ventana a un nuevo modelo político que no se ha visto en México a nivel nacional: un Gobierno de Coalición conformado por diferentes partidos y ciudadanos.
Esa es la gran diferencia entre ambas aspirantes: una ofrece algo ya visto y desgastado —un esquema de poder concentrado en una sola persona o facción—, mientras la otra propone rediseñar la forma de actuar del gobierno.
Existen varios ejemplos de Gobiernos de Coalición exitosos. Ángela Merkel, la canciller alemana (2005-2021) a quien su pueblo bautizó cariñosamente como “Mutti” (mami), hizo posible una gran coalición entre partidos antes adversarios —la Unión Demócrata Cristiana y el Socialdemócrata— bajo una máxima: “hay que ver siempre la realidad a través de los ojos de los demás”. Esta es también la visión del FAM y de Xóchitl.
México es un país rico en diversidad de todo tipo. Por eso, no merece seis años más de una visión monolítica al timón. El país necesita crecer con justicia social, no solo subsistir con la captura de una mayoría relativa temporal, militante y radicalizada.
El FAM ya ha dado pasos hacia este objetivo, convirtiéndose en una nueva marca política que incluye a los únicos partidos de oposición y a la ciudadanía no partidista. En el mismo espíritu, Xóchitl fue elegida su representante nacional a través de unas primarias abiertas inéditas, y se está elaborando un Plan de Gobierno único con la contribución de partidos y ciudadanos.
Además, el FAM trabaja en la creación de una Coalición Electoral amplia que, en caso de triunfo, daría lugar a una Coalición Legislativa en las Cámaras federales y en un Gobierno de Coalición en el Ejecutivo, ambos con la participación y supervisión ciudadana en la ejecución del Plan.
Xóchitl y Claudia tienen una historia personal que contar, una visión de país por presentar y antecedentes públicos que les darán mayor o menor credibilidad. Pero la principal diferencia entre ambas no es quiénes son, sino qué representan.
Claudia representa el pasado, el gobierno de una —o de uno—. Xóchitl representa el futuro: un Gobierno de Coalición plural. Por eso yo estoy con Xóchitl. México merece altura de miras, no un simple “quítate tú, para ponerme yo”.