El esfuerzo por preservar la pluralidad política en México se ha concentrado en preguntarnos cómo derrotar a Morena en las urnas. Si insistimos en ese enfoque, ya perdimos la batalla. No se trata de derrotar a Morena haciendo patentes sus riesgos e impulsos hegemónicos; lo esencial es preguntarnos cómo construimos una mayoría diversa y ganadora, sin importar lo que haga el rival guinda.
Sun Tzu estableció una verdad milenaria que estamos ignorando en la realidad política mexicana: “Un ejército victorioso gana primero y entabla la batalla después; en cambio, un ejército derrotado lucha primero e intenta obtener la victoria después”. Quienes hoy insistimos en mantener viva la democracia llevamos demasiadas elecciones pensando en dar el mejor esfuerzo en campaña, esperando que ello alcance para la victoria electoral; pero esa ha sido nuestra lápida.
Morena descansa sobre dos pilares: el poder de su marca, y su minoría movilizable con altísima efectividad. Sobre esos dos zancos, Morena ha hecho irrelevante la campaña o quiénes son sus candidatos o candidatas. Se pide el voto por la marca partidista y por su Jefe Máximo; sus abanderados en el nivel local, estatal o federal son simples replicadores doctrinales. La denuncia pública o los escándalos de los candidatos de Morena no mueven la aguja electoral, porque esos nominados en realidad no orientan dicha aguja. Por ende, los candidatos pluralistas que quieren contener la ola guinda, salen a estrellarse.
Por otra parte, Morena ha capturado, a través de programas sociales, estructuras y coacción política, a entre el 17 y 20% de la lista nominal—la revocación de mandato fue un termómetro muy preciso—. Por lo tanto, en una elección donde votan en promedio la mitad de los electores inscritos, ellos ya tienen asegurada entre 34 y 40% de la votación; y si la participación es inferior al 50%, Morena construye “mayorías” absolutas y triunfos arrasadores. La alianza #VaPorMéxico puede ganar debates y campañas, y luego perder la elección. Y es que los votos necesarios para ganar la contienda ya estaban “amarrados” desde antes del inicio de la campaña.
Debemos ser realistas y construir mayorías antes de que la campaña inicie. La respuesta reside en los ciudadanos. Necesitamos una nueva marca política —entiéndase, #VaPorMéxico—, con una propuesta que capture la imaginación ciudadana; dé ánimos de salir a votar; prometa dejar atrás todo lo que no funciona; y convenza que el futuro no es solo demoler el presente, sino construir algo mejor. Debemos ser propositivamente radicales y radicalmente propositivos.
Urgen también candidatos y candidatas que sean recipientes de la confianza ciudadana, y no solo de los grupos políticos. Candidatos ciudadanos o ciudadanizados son los únicos que harán que la gente vaya a las urnas sintiendo que está participando en algo festivo y constructivo.
Si insistimos en derrotar a Morena en las campañas, el futuro del país ya está decidido. Urge pensar cómo vamos a convertir las elecciones en verdaderos ejercicios de expresión ciudadana donde los consensos y las mayorías se construyen antes del proceso electoral de forma limpia, inteligente, basada en ideas y en proyectos viables. Si Morena apuesta a la hegemonía vendiendo venganza y esperanza rupestre, imaginemos lo que podemos ganar si salimos a ofrecer un futuro generoso, realizable y enérgico para el bienestar duradero de las familias.