En la coyuntura actual, el grueso de la ciudadanía no tiene deseos de reconocerle un solo mérito al PNR-PRM-PRI. La perciben como una organización vinculada directamente con lo que estuvo mal en los últimos tiempos y le regatean cualquier vínculo con lo que estuvo bien en el último siglo, desde el Milagro Mexicano hasta la transición democrática. Ponerse a hacer esas cuentas es ocioso, pues ya sea en la crítica o en el rescate, esos son asuntos del pasado.

La realidad es que hoy el PNR-PRM-PRI existe, tuvo el voto de casi 7 millones de mexicanos, cuenta con cuadros y dirigencia con oficio político y una estructura con presencia en todo el territorio nacional. Eso sí, es un partido que tiene que enfrentar la realidad de reinventarse, o diluirse si posterga su refundación o no la asume a fondo. Así de clara la ecuación.

En el nuevo mundo que estamos viviendo desde el Brexit -cuando la política de programas, pactos y propuestas fue desplazada por la política de emociones, polarización e ideología- la militancia en un partido tiene que constituir una identidad real y profunda para que tenga algún valor y atractivo electoral efectivo. Esa es la tendencia que se ha extendido a todo el globo para ser la circunstancia cívica vigente en los Estados Unidos, Europa continental y Latinoamérica.

El PNR-PRM-PRI tiene que ser capaz de volver a conectar con los ciudadanos al nivel de emociones, valores, estilos de vida; esto es, al nivel de una identidad personal y colectiva, para representar una fuerza política con futuro efectivo. En ese sentido urge que el PNR-PRM-PRI haga dos movimientos casi simultáneos: Por un lado, definir qué significa -hoy por hoy- ser parte de este partido político, es decir, urge disponer de los trazos básicos de la nueva identidad del partido tricolor. Por otra parte, hay que re-afiliar de forma total a la militancia a partir de la identidad básica que se proponga. Hay que volver a entregar la credencial 01 de militante a una mexicano o mexicano que conecte desde el nivel emocional hasta el de valores personales con la renovada identidad que se construya.

Es impostergable hacer base cero de quienes formamos parte de esta organización. Hay que poner ese tema en el calendario, con fechas fatales, no solo para saber cuántos somos -eso es lo de menos- sino para saber y estar de acuerdo en qué creemos, qué defendemos, qué proponemos y, sobre todo, que identidad social proponemos para la nación y la emoción mexicana.

Asumamos que probablemente del PNR-PRM-PRI prevalecerá únicamente la identidad cromática privilegiada de los colores nacionales, todo lo demás -desde el nombre y siglas, hasta la precisión ideológica y reglamentaria- debe ser puesto en el quirófano. Debemos ir por un nuevo partido en el que reglas previas, ideologías pasadas y propuestas programáticas adoptadas en otra circunstancia sean referencias para la reflexión histórica.

Al PNR-PRM-PRI le urge renovar su identidad para cerrarle el paso a la indefinición que propicia que a la organización se le asignen las peores características en el discurso ciudadano inercial. Se tiene que romper ese ciclo de manera inmediata.

No es casualidad ni olvido que en esta pieza de opinión me he negado, hasta este párrafo, a hablar del PRI y lo he sustituido por PNR-PRM-PRI, lo he hecho así porque opino que la denominación priista forma parte de la revisión inmediata, como en su momento evolucionaron el PNR (Partido Nacional Revolucionario, 1929) y el PRM (Partido de la Revolución Mexicana, 1938). El PRI tiene futuro asumiendo que vive circunstancias extraordinarias que reclaman medidas extraordinarias: estamos a la mitad del cruce de un puente histórico y cuando lleguemos a la otra orilla podremos tener hasta un nuevo nombre.

Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI

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