El bienestar presente y futuro de todos los países depende de su capacidad para adoptar nuevos procesos productivos. En nuestra era, el nuevo proceso productivo es la llamada Inteligencia Artificial (IA).

Para comprender la magnitud del cambio que está generando la inteligencia artificial, es esencial revisar las revoluciones industriales pasadas: La primera revolución industrial utilizó agua y vapor para mecanizar la producción. La segunda aprovechó la electricidad para facilitar la producción en masa. La tercera, iniciada en los años sesenta, empleó la electrónica y la tecnología de la información para automatizar la producción.

Cada una de estas revoluciones modificó radicalmente cómo y dónde trabajaba la gente, cómo se distribuían los bienes y servicios, y cómo se estructuraban las economías y las sociedades. Estas transformaciones reformaron cómo se generaba y compartía la riqueza y la prosperidad.

El gran dilema es que esta cuarta revolución industrial, para adoptarse con éxito, requiere de instituciones reguladoras profesionales que sepan ser flexibles ante la innovación y sólidas en la protección de derechos personales y laborales. La IA también exige una sociedad capaz de manejar datos ciertos e información precisa. Sobre todo, requerirá enormes inversiones en capital humano, capital físico fijo y en producción de energía, muchísima energía. La IA es uno de los grandes consumidores de energía eléctrica en el mundo.

Cuando uno revisa ese marco, pareciera que la IA en México puede terminar en un medio de producción para hacer memes, campañas de desinformación y tal vez instalar algunos call centers, pero eso es todo. Estaremos condenados a ser usuarios, antes que innovadores o productores de esas herramientas. Si el futuro es la IA, el futuro mexicano luce complicado. Las instituciones reguladoras profesionales en México están siendo desmanteladas. El manejo cierto y preciso de datos es algo que no le agrada al gobierno en turno. La inversión en capital humano (educación y capacitación para la producción) no apetece en la nueva escuela mexicana. La nueva inversión en capital fijo, especialmente para generar energía, acaba de ser básicamente cerrada en la Constitución y la ya existente seriamente acotada. Cero innovaciones en ese sector, todos a quedar en manos de un monopolio público.

Si eso pareciera poco, en adelante el internet —que va hermanado de la IA— será un servicio público estratégico, que será tratado como el servicio de electricidad, así que preparémonos para un internet de CFE, que hará ver a Telmex como parangón de la eficiencia, la gran cobertura y buenos precios (no es broma: , échele un ojo respetable lector).

La situación económica no ha hecho otra cosa sino deteriorarse desde el 2 de junio, con pronósticos cada vez más complicados en lo fiscal, en el crecimiento del PIB y el intercambio comercial. Lo más dramático es que al nuevo gobierno no le importa mucho: se hacen las declaraciones de cajón en eventos de protocolo y en la ley y los hechos hacen precisamente lo opuesto. Esto es así porque es tiempo de despertar a una realidad crucial: el proyecto de Morena es un proyecto político, de captura y permanencia en el poder, un proyecto en el que la economía y la prosperidad son medios, ya no son fines.

El gobierno en turno busca la economía, en crisis, expansión o estancamiento, que permita a Morena seguir en el poder. Se impulsa el modelo productivo que permita que Morena se quede y el nivel de bienestar que permita que el partido guinda domine. Es hora de abrir los ojos ante ese cambio radical: para quienes hoy gobiernan todo debe subordinarse a un proyecto político que probablemente será más robusto con poca innovación, pobreza políticamente manejable y predominio del Estado en todas las actividades económicas, sociales, culturales y demás. Se lo pregunté a un “motor” de IA y me lo dejó muy claro: “en un análisis amplio las medidas económicas de Morena son herramientas para alcanzar objetivos políticos”. Ahí está la frialdad de los bits ayudándonos a ver con más claridad una verdad que nos negamos a ver. En este país la prioridad no es la gente, ni los ciudadanos, ni el pueblo, lo primero es el poder. Esa es la cuarta transformación que va a limitar la cuarta revolución industrial. Asumámoslo y empecemos a construir alternativas reales porque no ha habido (y probablemente no habrá) la famosa sorpresa de octubre por un mejor gobierno para México.

Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI

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