Con la reforma al Poder Judicial el líder indiscutible de Morena está quemando sus naves y destruyendo en semanas los logros macroeconómicos y monetarios de 6 años. No hace ningún sentido. El Presidente había jugado bien sus cartas y sorprendido a tirios y troyanos con jugadas maestras, esta vez no es el caso. Estamos viviendo la clásica crisis sexenal de los años 70 y 80 que creíamos ya no se repetiría y, lo más grave de todo, es que se trata de una crisis autoinfligida.

La reforma al Poder Judicial es un tema enorme, más allá del nombramiento de jueces, es uno que rompe a la República. Es el fin de la democracia mexicana como la conocemos y de un país que desde 1821 había funcionado con tres poderes. No sabemos en realidad los alcances que está decisión puede tener.

Yo con toda modestia quiero cambiar el ángulo de enfoque del dilema y me concentraré en analizar el elefante político que está sentado en la sala de Morena y del que nadie quiere hablar. Lo haré como exgobernador, como extitular de un poder ejecutivo local que ya vivió -en una escala más pequeña- el antes y el fin de su sexenio.

¿Por qué tanta prisa, qué necesidad tiene de someter al sexenio a un fin tormentoso? ¿Por qué no hacer las cosas bien, con pausa, enviando señales de certeza que no dañen su propio proyecto?

Yo sólo veo dos respuestas: porque se trata de una vendetta personal contra quienes en principio no le hicieron caso en la Corte y/o porque percibe que el tema es tan espinoso que si se lo deja a su sucesora es probable que el tema no pase. Es decir, es un arrebato de un líder nacional o, peor, es un tema de confianza en la disciplina de quien habrá de seguirlo en la silla presidencial.

Muchos han dicho que la reforma al Poder Judicial es un regalo de despedida que Morena le quiere dar al presidente, el problema es que cuando un estadista espera un regalo lo espera con paciencia; aquí tenemos a un mandatario exigiendo que el regalo le llegue. Siendo así, estaríamos frente a un capricho -de último minuto- para probar lealtades y disciplinas. No vale la pena arriesgar por esto al país.

Lo anterior apunta a que el máximo líder de Morena calcula que, si la presidenta electa ya fuera presidenta en funciones, es muy probable que no quisiera abrir esa caja de pandora, pues hay otras premuras y complejidades que atender. Así que todo Morena es rehén de un líder que sigue siendo presidente hasta el último minuto y no va a dejar que nadie rompa la disciplina en sus temas, así sean temas tóxicos.

El dilema es que ese cálculo implica que el hoy titular del Ejecutivo sabe que su reforma al Poder Judicial no es una gran idea por sí misma. Se presiona a todos los subordinados en la cuenta regresiva del sexenio porque si los subordinados que van a gobernar los próximos seis años hacen sus cuentas, es muy probable que digan no al proyecto (cuando dejen de ser subordinados).

Es muy factible que los legisladores y líderes más inteligentes y con criterio propio de Morena sepan que lo que están haciendo es un absurdo, uno que el día de mañana puede poner en riesgo la gobernabilidad de un país que ya es suyo. Le están prendiendo fuego a una casa que ya es propia. La guardia pretoriana ve a Nerón prendiendo fuego a Roma y no puede hacer nada porque el emperador sigue siendo emperador.

Ese es el elefante del que nadie habla, ese el paquidermo que va a provocar que la primera mujer presidenta de México asuma el cargo en medio de la tormenta y la adversidad, cuando con un poco de generosidad y prudencia el dólar podría estar a 17.5, el T-MEC sólido y la economía y el empleo con buenas expectativas ¿qué necesidad hay de enturbiar las aguas?

Secretario de Acción Electoral del CEN del PRI